martes, 26 de abril de 2022

“Interdisciplinaridad”.(DICCIONARIO FILOSÓFICO de Centeno)

 


CENTENO, S.; “Interdisciplinaridad”; en: Diccionario filosófico de Centeno; Oviedo-España; 29/10/2019; https://sites.google.com/site/diccionariodecenteno/i/interdisciplinaridad recuperado el: 26 de abril de 2022, a las 20:38 hrs.

 

Vid. previamente: Disciplina

1.- Introducción: interdisciplinaridad-especialidad

2.- Ninguna ciencia agota el campo de estudio

3.- En busca de una definición al menos aproximativa de interdisciplinaridad

4.- Primeras dificultades para aproximarnos a una interdisciplinaridad entre las ciencias canónicas

5.- En qué sentido la interdisciplinaridad de las ciencias es imposible pero no por ello infructuosa: la dialéctica de las ciencias

6.- La interdisciplinaridad parece que confunde más que aclara

7.- Las tecnologías como conocimientos interdisciplinares por excelencia

8.- Primeros intentos filosóficos, no científicos, de salir de este nivel confusionario en el que se suele instalar la interdisciplinaridad.

9.- Geometría de la interdisciplinaridad

      9.1.- La interdisciplinaridad frente a otros conceptos afines

9.1.1.- Transversalidad

9.1.2.- Pluridisciplinaridad o multiplidisciplinaridad

9.1.3.- Transdisciplinaridad

     9.2.- Modos de interdisciplinaridad:

A.- Interdisciplinaridad por intersectación

B.- Interdisciplinaridad por involucración

C.- Interdisciplinaridad por transcendentalidad

D.- Interdisciplinaridad por exclusión categorial o complementariedad

E.- Interdisciplinaridad por anegación o el ideal del polímata panóptico

10.- La interdisciplinaridad no se puede identificar con una gnoseología sin fronteras

1.- INTRODUCCIÓN: INTERDISCIPLINARIADAD – ESPECIALIDAD

En ningún momento podemos decir que el concepto interdisciplinaridad, a pesar de ser ampliamente utilizado, sea un concepto claro, al menos desde un punto de vista epistemológico gnoseológico. Se trata sin duda de un concepto cada vez más ajado, pero tan oscuro y confuso que no parece pueda usarse de forma rigurosa si no se hacen ciertas aclaraciones y distinciones y si no se señalan ciertas circunstancias. Y seguramente esto es así, entre otras razones porque es un concepto bastante reciente. Nace de la mano del sociólogo Louis Wirth en 1937 y aún no ha sido modelado todavía por las exigencias filosóficas de una gnoseología rigurosa.

En  ámbitos mundanos es muy utilizado, pero lo es más aún, por supuesto, en el académico. Sobre todo en pedagogía y en el ámbito práctico de la enseñanza, tanto universitaria como en primaria y secundaria. Sin embargo se trata de un concepto muy oscuro y confuso. Oscuro, sobre todo cuando se usa en ámbitos científicos, porque quien lo usa está utilizando una idea de ciencia que generalmente no define o ni siquiera señala cual es, a veces incluso diríamos que no le interesa revelarla. Pero se podría decir que es más confuso que oscuro porque quienes lo usan la mayoría de las veces no lo distinguen de otros muchos conceptos afines, que irán saliendo a lo largo de esta entrada. Nos referimos a conceptos conónimos tales como: transversalidadmultidisciplinaridad o pluridisciplinaridadtransdisciplinaridad y complementaridad que se usan en muchos casos como sinónimos.

En realidad todos estos conceptos si son afines, sin perjuicio de que sean diferentes, es porque tienen un adversario común: la especialización, la “barbarie del especialismo” que decía Ortega. Encarnado, decía él, sobre todo “en el técnico” y en “el hombre de ciencia” o en la ciencia misma, que si quiere progresar, dice, “sería de gran interés, y de mayor utilidad que la aparente a primera vista, hacer una historia de las ciencias físicas y biológicas mostrando el proceso de creciente especialización en la labor de los investigadores. Ella haría ver cómo, generación tras generación, el hombre de ciencia ha ido constriñéndose, recluyéndose, en un campo de ocupación intelectual cada vez más estrecho. Pero no es esto lo importante que esa historia nos enseñaría, sino más bien lo inverso: cómo en cada generación el científico, por tener que reducir su órbita de trabajo, iba progresivamente perdiendo contacto con las demás partes de la ciencia, con una interpretación integral del universo, que es lo único merecedor de los nombres de ciencia, cultura, civilización europea.”. Ortega denuncia la desaparición, ya desde el siglo XIX del diletantismo o “la curiosidad por el conjunto del saber”. Y ello a pesar de que la ciencia, dice, ha podido progresar gracias a esta hiperespecialización de hombre mediocre. “El especialista –dice Ortega–  " ‘sabe’ muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto”. Por eso no se puede decir ni que sea un hombre sabio, porque ignora todo lo que no entra en su especialidad, ni tampoco un ignorante porque lo sabe todo de su rincón. (vid.-Ortega y Gasset, “La barbarie del especialismo”, en La rebelión de las masas, XII).

La interdisciplinaridad parece querer ir contra este especialismo que denunciaba Ortega. Pero a la vez, como presuponiendo que toda realidad está necesariamente interconectada con todo, hubiese que sostener la universalidad de la interdisciplinaridad, la cual, a su vez, no iría contra el progreso de la ciencia, sino todo lo contrario. Ninguna investigación que se precie hoy se olvida de la interdisciplinaridad o cualquier otro de los conceptos afines que hemos nombrado.

En cualquier caso poner en práctica la interdisciplinaridad no presupone necesariamente una labor epistemológica ni una gnoseológica de la ciencia, aunque la presuponen necesariamente, por supuesto, es más bien una manera quizá ingenua por aparentemente neutra, de integrar las ciencias y el resto de saberes en un marco de clasificación interconectado que sirva como referencia. En ese sentido la interdisciplinaridad es una pretendida forma de universalización del saber.

Cada vez se habla más de interdisciplinaridad, no podemos decir que sea algo nuevo, pero tampoco que sea algo sencillo. Aunque lo parezca. No fue, en efecto, C. P. Snow el primero que trató este asunto, pero sí el primero que expuso de manera dialéctica el problema del especialismo y añadió una propuesta de solución en su famosa conferencia: Las dos culturas. En ella denunciaba la incomunicación y la total falta de entendimiento entre la cultura científica y la segunda cultura, las humanidades. Pero esta famosa conferencia ya se dio en el año 1959 y hoy, ya en el 2018, casi sesenta años después, ya no son sólo los literatos los que no entienden de ciencias, ni los científicos los que no leen literatura, ahora, además, debido a la superespecialización masiva, son los científicos los que ni siquiera entienden a los otros científicos. Estos no entienden nada que no pertenezca a su propia disciplina. Dada esta situación ha surgido, apoyada por instituciones culturales internacionales como la UNESCO, la necesidad de potenciar una visión más pluridisciplinaria, transversal, interdisciplinaria, transdisciplinaria, sistematizada y globalizada, como se quiera nombrar.

Todavía se escriben muchos libros donde se denuncia esta división de los saberes y se preconiza la interculturalidad. Un ejemplo relativamente reciente puede ser el de José Manuel Sánchez Ron; La nueva Ilustración: ciencia, tecnología y humanidades en un mundo interdisciplinar, Oviedo, 2011. Sánchez Ron mantiene en esta obra que el gran desarrollo de las ciencias se haría imposible si se sigue por el camino de la superespecialización. El futuro del desarrollo del conocimiento, de la investigación y del progreso pasa por la interdisciplinaridad. Sin embargo, no entra a definir con rigor qué es la interdisciplinaridad, sólo dice cosas tan genéricas como que es la integración de diferentes aspectos de diferentes disciplinas. Pero ¿qué significa integración? Y sobre todo, ¿en qué se diferencia esta definición de la de transdisciplinaridad que la define como la conjunción de elementos comunes? No especifica demasiado: ¿a qué tipo de integración se refiere? O ¿cómo se logra esa integración? O cuando habla de conjunción: ¿a qué tipo de con-junción se refiere? ¿Se supone que formal? Porque integraciones o conjunciones entre las partes de las ciencias son obvias. Lo veremos.

Tampoco está muy claro desde qué concepción de la ciencia está hablando Sánchez Ron para explicar esas dos formas de inter/trans-disciplinaridad. ¿Descripcionista, teoreticista, adecuacionista o incluso circularista? Es difícil de determinar porque no parece siempre la misma, pero es evidente que según nos situemos en una postura u otra los resultados serían muy diferentes. Desde la teoría del Cierre categorial, desde donde nos situamos nosotros, el concepto de interdisciplinaridad científica entendemos que es muy confuso y no menos oscuro, de tal modo que cuando se usa, sobre todo para referirse a saberes científicos, es rechazable absolutamente, porque, en rigor, no existe tal posibilidad entre las ciencias. Entre los demás saberes veremos que es diferente.

La mayoría de los analistas, que como Sánchez Ron analizan la multiplicidad de disciplinas y su dispersión y especialización, consideran que este despliegue multidisciplinar se debe a causas externas a la propia fragmentación del saber. Es como si el saber fuese único, porque única es la realidad y si ahora se encuentra dividido en disciplinas no es por las características ontológicas de la realidad misma, ni por las características gnoseológicas del desarrollo del conocimiento en general. La superespecialización provendría no de las propias características de la realidad material y de su curso, sino de la división social o académica del trabajo, de la búsqueda de unos intereses académicos profesionales divergentes, de los diferentes lenguajes que éstas disciplinas se han visto forzadas a utilizar para su avance, de tal modo que su babelización provocó o al menos profundizó la brecha interdisciplinar haciendo que no se entendiesen entre ellas. Un químico no se entendería con un matemático o con un lógico ni estos con un lingüista estructuralista, principalmente por los lenguajes especializados con los que trabajaría cada uno. Lo cierto es que este mismo argumento puede darse la vuelta, porque también existen, y cada vez más, intereses profesionales convergentes: la Gran historia, la interdisciplinaridad… De cualquier forma esos intereses profesionales o académicos, tanto los convergentes como los divergentes, se suelen presentar como si fuesen externos a las ciencias mismas. Sin embargo, es muy posible que los cursos operatorios que nos lleva al descubrimiento de las esencias de las ciencias (leyes, principios, teoremas, etc.) se nos terminan imponiendo independientemente de esos intereses académicos supuestamente espurios.

2.- NINGUNA CIENCIA AGOTA EL CAMPO DE ESTUDIO

Ninguna ciencia agota el campo de conocimiento que le es propio. La geología trata de formaciones estratigráficas en las cuales puede haber rocas que contengan cristales por ejemplo, de los cuales ya no se encarga la geología, sino la cristalografía. A su vez, dichos cristales se componen de una serie de elementos, y estos se componen de una serie de átomos que están ordenados de determinada manera y ese ordenamiento no lo estudia la cristalografía sino la física atómica.

¿Qué ciencia agota el campo del estudio del hombre por ejemplo? La antropología no agota el estudio del hombre, el hombre no es una categoría. Se requieren muchas ciencias e incluso, en ocasiones, muchas técnicas o tecnologías, para el tratamiento de lo humano, las cuales, éstas últimas sobre todo, son el verdadero campo de la interdisciplinaridad como veremos.

Además algunos ámbitos de la realidad habitualmente son comunes a varias disciplinas a la vez. Por ejemplo algunos de los términos materiales de la historia y la geografía, incluso de la geología o la química, tomadas como ciencias, son comunes a muchas de ellas: relieve, clima, industria, agricultura, Estado, etc. Lo que ocurre es que cuando estamos haciendo historia son segregadas aquellas relaciones que se pudieran establecer entre esos términos que no pertenecen a esa categoría. Pasaría lo mismo cuando hacemos geografía, ésta segregaría los componentes formales propios de la historia o de la geología y la química. Y cuando hacemos geología lo mismo.

Un ejemplo más concreto: ¿qué tienen que ver las arcillas, como componentes de un paisaje (geografía) pero también de una formación geológica (geología), en cuanto que los elementos químicos que las forman son, entre otros, aluminio y hierro (química), con la guerra, que es un componente formal perteneciente a la historia? Ni la química, ni la geografía, ni la geología estudian las guerras qua tale, sin perjuicio evidentemente de que podríamos encontrar relaciones. A saber: la infantería, la caballería, la artillería o incluso los tanques se quedan atascados en lugares arcillosos con la lluvia o con el deshielo. Pero cuando el historiador estudia cómo el atasco de la artillería mecanizada puede provocar la pérdida de una batalla segrega de su campo de estudio los componentes químicos de la arcilla, sin perjuicio de que esa pueda incluso ser la causa de la pastosidad y fangosidad de la arcilla bien empapada de agua. De igual manera segrega las estructuras geomorfológicas. Le da igual que esas arcillas se hayan acumulado allí en el Jurásico que en el Triásico. Porque al militar o al estratega sólo le interesa calcular cual sería la velocidad de maniobrabilidad de los cañones, tanques o caballos o la forma de evitar ese campo de batalla si le perjudica a él o beneficia al enemigo, etc. Y esto último es lo que le interesa al historiador a la hora de analizar las causas de la pérdida de una batalla por ejemplo. Con todo, lo que se ve es que los cursos operatorios que se establecen en las ciencias, en donde se encuentran las arcillas como componentes, son distintos en cada disciplina, de tal modo que sólo podemos decir que hay interdisciplinaridad aparente entre esas ciencias, porque esos cursos pueden ser paralelos pero no interdependientes, al menos no esencialmente interdependientes. Para la geología y aún menos para la historia no es determinante el que las arcillas estén formadas por cristales tetraédricos de silicatos, pero sí para la cristalografía o para la química. De la misma manera que al matemático no le interesa en absoluto los átomos de carbono o de titanio que pudiera tener la tinta con la que demostramos un teorema. La demostración sigue otro curso operatorio diferente, las partes formales del teorema matemático no está en la estructura de las moléculas que forma la tinta.

3.- EN BUSCA DE UNA DEFINICIÓN AL MENOS APROXIMATIVA DE INTERDISCIPLINARIDAD

Pero entonces, volviendo al problema que nos ocupa: ¿cuáles son los saberes interdisciplinares? No es una pregunta baladí, así que ensayemos ya una definición

Son aquellos campos de conocimiento que presumiblemente están entre (habrá que resolver qué es ese "entre") disciplinas distintas ya institucionalizadas o aquellos en los que, de alguna forma, interviene más de una disciplina, bien sea por intersectación, involucración o transcendentalidad.

4.- PRIMERAS DIFICULTADES PARA APROXIMARNOS A UNA INTERDISCIPLINARIDAD ENTRE LAS CIENCIAS CANÓNICAS

Más adelante explicaremos las diferencias entre estos conceptos, que en ninguno de los casos es mera yuxtaposición. En cualquier caso no nos hagamos ilusiones, la definición es tan general y tan poco operativa que apenas sirve para discernir cuáles son esos saberes supuestamente interdisciplinarios. La clave está en el “inter-…” que, visto éste desde un punto de vista lisológico (no morfológico), puede producir una gran confusión si no se especifican varias cosas. Por ejemplo, a qué ámbito disciplinario o a qué figura gnoseológica de la ciencia que estemos tratando va referido. Porque, situándonos ya internamente en los saberes científicos, puede ir referido a contenidos de carácter sintáctico meramente (términos, relaciones u operaciones), semánticos (fenómenos principalmente), pragmáticos (autologismos, dialogismos o normas) o incluso a aspectos de carácter metodológico como veremos. ¿Realmente a esto podemos llamarlo interdisciplinaridad?

Empecemos por aproximarnos al problema mediante algún ejemplo:

·        En matemáticas son sobre todo las relaciones y las operaciones (sintaxis) las que intervienen por involucración en las demás ciencias debido, en este caso, a su carácter meramente formal, vacío de todo contenido semántico en principio. ¿Cómo si no se explica que podamos resolver utilizando las matemáticas un problema por ejemplo de mecánica newtoniana? Sin el cálculo matemático sería imposible. Pero el cálculo, mera sintaxis, es un desarrollo meramente formal. Por eso en este ejemplo se ve muy claro, el cálculo es aquello (meramente formal, sin contenido semántico) que las matemáticas prestan a la mecánica para resolver sus problemas de fuerzas y movimientos. Otro ejemplo, la estadística es también un recurso matemático al que recurren muchas ciencias para hacer evaluaciones o establecer mediciones que no se podrían hacer de otra manera. Pero fuera de las matemáticas existen ciencias que comparten por ejemplo relatores: la biología y la química o la cristalografía comparten el microscopio como operador. De hecho muchos instrumentos de laboratorio, que se podría interpretar en muchos casos como relatores u operadores son compartidos por diversas ciencias: una balanza, un termómetro, un microscopio, etc. Los test, por ejemplo, pueden emplearse en diferentes disciplinas. Todos ellos podrían ser llamados interdisciplinares de algún modo. Pero si es esto a lo que se refieren los hablan de la interdisciplinaridad ya empezamos a ver que para este viaje no hacía falta tantas alforjas, es decir, en estos ejemplos no encontramos más que préstamos de materiales. Da la impresión de que la interdisciplinaridad habría de referirse a problemas más serios.

·        Referido a contenidos de carácter semántico. El mismo fenómeno puede ser estudiado por multitud de ciencias. La luna como fenómeno puede ser estudiada por ejemplo por un astrónomo (órbita, influencia en las mareas, etc.), pero también, por qué no, por un geólogo (no sé si habría que decir mejor un exogeólogo) o por un químico, si se pone a analizar las muestras que se trajeron en el Apolo 11. No digamos ya disciplinas “de aluvión” tales como la oceanografía o, según otros, las “ciencias del mar”, cuyo campo de estudio son los mares y océanos pero vistos desde un punto de vista biológico, atmosférico, geológico o desde la mecánica de fluidos (corrientes marinas, mareas, temperaturas o presión), etc.

·        Desde el punto de vista pragmático son muchísimas las ciencias que comparten las mismas normas (lógicas y deontológicas) o los, a veces, caprichosos autologismos, que pueden pasar de unas a otras. ¿Cómo si no se le hubiese podido ocurrir a Darwin, un naturalista, la idea de selección natural, de lucha por la existencia y de supervivencia del más fuerte si no hubiese leído previamente a Adam Smith, un economista?

La interdisciplinaridad no sólo tendría por qué ir referida a las estructuras o a los contenidos, como hemos visto, sino a los métodos. Y decimos “métodos” no “método” en singular, porque no existe un método científico único y válido para todas las ciencias. ¿En qué se parece el método de las matemáticas al de la física? Habría mucho que decir. Eso en el caso de que en las matemáticas se use sólo un método, porque el que usa un matemático intuicionista como Breuwer no será el mismo que el que usa un formalista como Hilbert.

Es verdad que cuando las disciplinas de las que hablamos son ciencias comparten, con mayor o menor profusión, los mismos métodos, los modi sciendi. En muchas disciplinas y en la mayoría de las ciencias encontramos: definiciones (descriptivasrecursivasestipulativasoperacionales), demostraciones (inductivas, deductivas, etc.), clasificaciones(taxonomíastipologíasdesmembramientosagrupamientos) o modelos (metrosparadigmasprototiposcánones). Es sobre todo en estos últimos en los que puede haber más transferencia e influencias directas de unas ciencias a otras. El sistema planetario puede servir de modelo para el sistema atómico o el sistema mecánico de un reloj puede ser tomado como modelo del universo, el cuerpo humano puede servir como modelo orgánico de la sociedad o el orden de una ciudad (cosmópolis) puede servir de modelo para considerar el orden del cosmos. 

Con estos ejemplos podría parecer que todos aquellos elementos, componentes o dimensiones gnoseológicas de las ciencias son o pueden ser más interdisciplinarias. No sabemos hasta qué punto eso puede ser cierto, pero un aspecto fundamental de las ciencias son las esencias (eje semántico), sean éstas relacionales o no. Sin embargo, éstas es imposible considerarlas interdisciplinares, porque cuando se establecen segregan no sólo al sujeto que las construye (al menos en las ciencias α-operatorias), sino a todos aquellos componentes que dejan de ser esenciales, como los fenómenos por ejemplo. La óptica, cuando habla de longitudes de onda deja de hablar de colores. Sin perjuicio de que éstos hayan contribuido al descubrimiento de aquellas. El teorema de Pitágoras refleja una relación esencial entre catetos e hipotenusa. Pero no se puede hablar de interdisciplinaridad del teorema de Pitágoras más que de una forma ingenua y acrítica. Por el hecho de que se emplee en astronomía para calcular la distancia de una estrella, en agrimensura para calcular la lindera de una finca, en cartografía para calcular distancias marítimas o en arquitectura para calcular la altura de un edificio, no hacemos por eso de él un conocimiento interdisciplinar, sigue siendo matemático.

De modo que habrá que explicar la interdisciplinaridad según en qué momento (histórico) o gnoseológico de la ciencia nos encontremos. Porque cuando las ciencias están formadas éstas segregan los elementos no pertinentes, es decir, aquellos que justamente no forman parte ya de su constitución, sin perjuicio de que en un primer momento fuesen necesarios (operaciones, fenómenos, autologismos…). Si volvemos al teorema de Pitágoras cuando construimos el triángulo en nuestro cuaderno, el teorema en cuanto tal segrega algunas cosas que no son pertinentes para la relación esencial entre catetos e hipotenusa. Segrega el color del triángulo (fenómeno), por muy importante que sea para la psicología o para la pedagogía usar colores para diferenciar catetos e hipotenusa. Segrega las cualidades de la tinta (partes materiales) con la que se dibuja el triángulo, por muy importante que sea para la química. El teorema de Pitágoras no tiene nada de química, no se puede explicar desde ella, lo cual quiere decir que no todo es química, ni todo se relaciona con la química. Segrega al propio sujeto operatorio que lo construye, porque la geometría por más que la construyan los hombres no es una ciencia humana. Es más, da lo mismo que el teorema lo demuestre un niño de diez años, una mujer china o un asesino en serie.

5.- ¿EN QUÉ SENTIDO LA INTERDISCIPLINARIDAD DE LAS CIENCIAS ES IMPOSIBLE PERO NO POR ELLO INFRUCTUOSA? DIALÉCTICA DE LAS CIENCIAS

 La tesis que vamos a defender aquí es que la interdisciplinaridad de los contenidos esenciales de las ciencias es imposible. Y, además, la supuesta interdisciplinaridad no puede dar como resultado otras ciencias. La interdisciplinaridad aunque pueda ser científica, no produce por lo general saberes científicos autónomos, sobre todo porque casi siempre que ésta tiene algún éxito es porque se mantiene en el plano pragmático, subjetual o pedagógico, lo cual no es poco, pero permanece intacta la estructura categorial gnoseológica de partida de las ciencias implicadas.

Del mismo modo que un círculo de círculos no puede formar un círculo, un conjunto de ciencias que intercambian materiales, métodos o algún otro aspecto sintáctico o pragmático por ejemplo, ni las ciencias mismas ni los materiales intercambiados pueden constituir una ciencia nueva. Eso no quiere decir que esos intercambios no sean útiles para resolver problemas que impliquen a diferentes ciencias a la vez, o que no pueda ser interesante, didácticamente por ejemplo, la construcción de una enciclopedia de las ciencias.

La idea de interdisciplinaridad es un concepto gnoseológico de suma importancia por cuanto afecta de forma directa y primaria a la dialéctica entre las ciencias, dialéctica referida sobre todo a su unidad-pluralidad y, por lo tanto tiene que ver con algo fundamental: su distinción y, a la par, su “convivencia” en la república de las ciencias. La interdisciplinaridad presupone la existencia de disciplinas previas, pero a la vez, y al menos desde algún punto de vista (sobre todo desde la transdisciplinaridad) se pretende negar, disolver o superar esa disciplinaridad primigenia, como si las categorías no se nos impusiesen tanto desde el punto de vista gnoseológico como ontológico.

Entre las disciplinas no hay una armonía gnoseológica, sino todo lo contrario, se relacionan dialécticamente entre sí. Si realmente hubiese armonía no sería extraño que todas las ciencias se unificasen en una sola. Es evidente a todas luces que hay entre ellas una especie de darvinismo gnoseológico, luchan a muerte por sobrevivir formando una especie de “gnoseocenosis”, permítasenos este neologismo formado a partir γνώσις [gnósis] conocimiento y κοινός [koinós] común, es decir, una comunidad de conocimientos en la que éstas entran necesariamente en interrelación. A veces parecen unirse parcialmente entre sí dando como fruto una supuesta disciplina intermedia (bioquímica, biotecnología), otras veces se intentan anular o reducir unas a otras o se unifican momentáneamente o se hacen préstamos, metodológicos sobre todo. La interdisciplinaridad en muchos casos en realidad no puede interpretarse más que como préstamos (metodológicos, de operadores, de dialogismos, de influencias autológicas, etc.). Pero resulta que cuando estos préstamos empiezan a funcionar dentro ya de cada disciplina dejan de ser interdisciplinarios y pasan a formar parte de pleno derecho de la ciencia prestataria. Es decir, dejan de ser lo que fueron. De ese modo el préstamo que le hace la economía de Adam Smith a la biología de Darwin no puede considerarse algo interdisciplinar en el momento se integra formalmente en la biología con la misma fuerza y exclusividad que tenía en la economía.

Se nos ocurre una analogía para entender mejor las relaciones de interdisciplinaridad cuando ésta se da entre las ciencias exclusivamente. Pues éstas pueden ser entendidas de modo análogo a como se dan las relaciones objetivas entre Estados soberanos e independientes. La interdisciplinaridad, según este símil, se asemejaría a las relaciones internacionales regidas por el llamado derecho internacional. Derecho que sólo tiene fundamento si lo tiene el derecho de cada uno de los Estados de derecho. Porque si uno de los Estados pierde la fuerza del derecho, es decir pierde la fuerza, entonces pierde también el derecho y empieza a correr el peligro de que otros Estados o algunas de sus facciones o partes, se impongan sobre él. Cada Estado mantiene relaciones internacionales con uno o varios Estados, pero a la vez cada uno conserva necesariamente su soberanía. Ocurre con las ciencias algo similar a como cuando entre dos Estados hay libres relaciones comerciales o jurídicas (extradición), militares (estratégicas) etc. La colaboración interdisciplinar (inter-soberana) es peligrosa si una de las ciencias está poco fundamentada, no tiene la fuerza suficiente para sostenerse y puede ser reducida a la otra con la que colabora o es afín. La analogía política funciona mejor cuando hablamos de ciencias soberanas, pero no funciona mal cuando hablamos de otros saberes no científicos, que si no tienen un cierre categorial, porque no son soberanos, sí lo intentan al menos. Las ciencias, en cambio, son como los Estados, necesariamente imperialistas. Su cierre categorial diríamos en sentido gnoseológico, su “cierre soberano” si hablamos en términos politológicos, es fundamental para determinar su existencia. De tal modo que no existirían ni los Estados ni las ciencias sin esa mínima soberanía. Por ejemplo, los acuerdos, tratados, pactos o alianzas implican tener en consideración no sólo los intereses de cada uno de los Estados, sino una confluencia pactada de derechos o de obligaciones. De igual modo en la interdisciplinaridad hay también cierta confluencia no sólo de intereses prácticos, sino por ejemplo, transferencia de conocimientos, de contenidos o de métodos. Pero sólo puede haber interdisciplinaridad mientras existan, con independencia o “soberanía gnoseológica” las ciencias independientes y cerradas. Desaparecida esa soberanía desaparecería la ciencia, de igual manera a como el derecho internacional no sería nada de no ser sostenido por los propios Estados soberanos de referencia. 

Un ejemplo más concreto de estas relaciones dialécticas son las relaciones problemáticas que existen entre la biología y la medicina. Se ha deshumanizado la medicina, se dice y se dice por muchas razones, pero en parte porque se ha “biologizado”, es decir, la actividad médica está intentando ser reducida a meros procesos biológicos. Ahora hay laboratorios de biología o química en los hospitales, y se puede analizar en ellos la malignidad de un tumor en cosa de minutos. Pero la vida de un paciente no se reduce a la vida orgánica. Curiosamente el término biología viene del griego βίος [bíos] que precisamente no significa vida orgánica, ésta se dice ζωή [zoé], de donde viene zoología, βίος, en cambio, significa vida cultural o espiritual, aquella justamente con la que también tiene que contar un médico y que un biólogo paradójicamente no puede tener en cuenta. Por ejemplo, cuando habla de la calidad de de vida que le queda a un paciente después de haberle sido amputado o trasplantado un órgano o un miembro. Biología y medicina son afines, tienen muchas metas en común. La biología académicamente es central en los estudios de medicina, pero su relación con ella, como vemos, es dialéctica. La bioética, y los comités de ética que cada vez más existen en los hospitales es la principal prueba de que la relación es polémica. ¿Por qué la biología tendría que regirse por ninguna prescripción deontológica propia de la bioética? En este caso la interdisciplinaridad, si es que así la podemos llamar, está justamente en los resultados de su propia relación dialéctica que no queda anulada nunca. La interdisciplinaridad en este caso, al menos desde el punto de vista gnoseológico, parece contradictoria pues se encuentra justamente en lo que ambas disciplinas tienen de disyunto. De ahí aquello que decíamos de los comités de ética o deontología médica. Porque desde el punto de vista biológico por ejemplo sería extraordinario poder experimentar con pacientes vivos, inocularles bacterias, virus, producirles cánceres artificialmente. Pero es evidente que eso va contra el primer principio de la sindéresis ética: la preservación del individuo, que es lo que persigue justamente la medicina. No nos parece descabellado que sea justamente en estas contradicciones en donde aparezcan más asuntos interdisciplinares.

6.- LA INTERDISCIPLINARIDAD PARECE QUE CONFUNDE MÁS QUE ACLARA 

Ahora bien sin salirnos del ámbito gnoseológico y sin salirnos tampoco de ese plano confusionario que denunciamos pero comenzando por él, en la mayor parte de los casos se habla de interdisciplinaridad cuando se da alguna de estas circunstancias poco claras

1.   Cuando uno está instalado en la cómoda confusión de la pluralidad:

1.1.  Cuando no se sabe bien a qué disciplina pertenece aquello de lo que se está hablando. En ese caso el interlocutor se coloca en un ámbito general del conocimiento sin definirse, principalmente por desconocimiento o embrollo de la clasificación de los saberes que maneja. Los políticos  y a veces también los pedagogos se ven a menudo en este trance. Aquello que dice Comenius en su Didáctica magna podría caer dentro de esta confusión pluralista pedagógica: “Enseña todo a todos”, ahí es nada.

1.2.  Cuando no se quiere mostrar claramente desde qué disciplina se habla y se confunden éstas intencionalmente. La imprecisión por generalización a veces produce réditos sobre todo a los políticos y publicistas. 

1.3.  Cuando se quiere ser neutral, neutralista o se quiere mantener uno en el más puro relativismo epistemológico o gnoseológico. Todo sofista, léase político, sabe esto muy bien.

1.4.  Cuando se quiere manifestar la extrema complejidad de un tema que requiere el conocimiento de múltiples disciplinas en muchos casos ni siquiera afines. En esto es especialista el petulante erudito, el hombre polímata.

2.   Cuando uno busca la claridad pero no sale de la confusión lisológica de la unidad:

2.1.  Cuando se parte de la existencia de una mathesis universalis al modo como pensaban Leibniz o Descartes (vid. en disciplina etimología de matemáticas) o, dicho de una forma más actualizada, cuando uno habla desde una supuesta ciencia unificada o desde una transdisciplinaridad (vid. más adelante), concepto oscuro donde los haya, que pretende la unión de todas las ciencias de una manera panóptica.

2.2.  Cuando intencionadamente se quieren abarcar muchas disciplinas a la vez, es decir, cuando se quiere hablar desde la más abierta erudición o panopsis por cuanto esa pluricategorialidad aporta, sin duda, prestigio social o académico al tratadista. El conocimiento interdisciplinar puede entenderse simplemente como el conocimiento del que no quiere situarse en el especialismo, del que quiere mostrarse erudito o panóptico. Interdisciplinaridad se identifica en este caso con la pluridisciplinaridad  o multidisciplinaridad enciclopédica como si las ciencias estuviesen yuxtapuestas sin más de la misma manera que lo están los despachos departamentales en un instituto o en una facultad y convergiesen todas ellas amistosamente en lo mismo, quizá en un saber universal o enciclopédico. Este uso acrítico e ingenuo, y no por eso menos metafísico, es propio sobre todo de pedagogos y enseñantes pero también de articulistas y periodistas. Los distintos currículos de una ley educativa son un ejemplo de esa supuesta pacífica coexistencia de las distintas disciplinas que lo integran y que en realidad no tienen ninguna conexión interna que no sea a veces el mero enciclopedismo. Es el caso también, por ejemplo, de las llamadas "ciencias del mar". ¿Qué ciencias incluir aquí? Pues muchas evidentemente, y parece que cuantas más mejor: biología, geología, vulcanografía, climatología, química, bioquímica, geografía, economía, etc. Bien, y de esos estudios, que se definen por sí mismo interdisciplinares, ¿qué sale? No se sabe muy bien. En realidad depende de qué ciencia se imponga sobre las otras. La "gnoseocenosis" de la que hablábamos antes está aquí funcionando a toda máquina. Todo el mundo asistente por ejemplo a un congreso de esas características se confesaría interdisciplinar, pero lo cierto es que lo que estaría funcionando serían intereses espurios a las ciencias mismas, pues esa supuesta interdisciplinaridad buscada se apoya en los intereses no siempre científicos, sino económicos, sociales, políticos o de simple prestigio social, que son los que determinan, más que otros aspectos, los resultados de esa "buscada" interdisciplinaridad.

3.   Cuando se busca la claridad gnoseológica o práctica:

3.1.  Cuando se quiere lograr un fin práctico determinado, casi siempre de carácter técnico o tecnológico, y se ve que para alcanzarlo es necesario el concurso de muchas disciplinas distintas y a veces dispares. Por ejemplo, solucionar el calentamiento global supone tener en cuenta: la industria, la meteorología, la geografía, la sociología, la historia, la economía, la química, la física, la astronomía, la ecología, la climatología, la política, etc. Otro ejemplo: la epidemiología, como cualquier otra rama de la medicina, requiere el concurso de disciplinas como: la genética, la sociología, la moral, la microbiología, la zoología, la psicología, la política o incluso la religión o la mitología. En realidad todo acto médico es siempre interdisciplinario, como ocurre en todas las tecnologías, porque su finalidad no es científica. La medicina, que no es una ciencia, es una tecnología, tiene como finalidad la producción o conservación de la salud. En este caso, como en otros casos igualmente tecnológicos, la interdisciplinaridad tiene sentido porque viene predeterminada y unificada por el fin que se pretende conseguir. Modificado ese fin cambian las disciplinas intervinientes. Abandonado ese fin se abandona incluso esa interdisciplinaridad por la falta de sentido de su confluencia.

3.2.  Cuando se considera que el tema o problema compete con igual derecho a más de una disciplina sin menoscabo de la autonomía o cierre de cada una de ellas, bien sea por intersectación involucración de las categorías. Problemas a los que ya hemos hecho mención y que volveremos sobre ellos más delante de nuevo.

    La circunstancia tercera es la única en la que se usa el concepto interdisciplinaridad con cierto rigor. Desde ámbitos tecnológicos su uso suele ser en la mayor parte de los casos muy claro. Y tanto más, cuanta más eficiencia se pretenda lograr. Porque en esos casos las disciplinas implicadas se escogen sólo en razón de los fines perseguidos, de tal modo que es el fin práctico el que determina el grado y el modo de interconexión entre esos saberes, sin atender a la fundamentación o al cierre categorial gnoseológico de las disciplinas implicadas. Cuando desaparece ese fin práctico, que es el que determina qué nos interesa escoger de cada ciencia implicada, la interdisciplinaridad empieza a desdibujarse, a distorsionarse o a hacerse confusa a la vez que innecesaria.

7.- LAS TECNOLOGÍAS COMO CONOCIMIENTOS INTERDISCIPLINARES POR EXCELENCIA

               Parece evidente por lo que llevamos dicho, que cuando la interdisciplinaridad hace referencia a categorías científicas, la dificultad se acrecienta considerablemente. Más aún, desde la teoría del Cierre categorial la interdisciplinaridad entre las ciencias, dicho sea en sentido gnoseológico, en rigor no existe, porque si no, no podríamos hablar de cierre categorial.

Pero aunque exista cierre eso no quiere decir que haya clausura o que no haya elementos comunes entre las diferentes disciplinas o que no pueda haber cooperación desde el punto de vista pragmático. Ahora bien, las soluciones a problemas científicos sólo pueden venir desde cada una de las ciencias particulares, por más que después se pongan en común por colaboración para solucionar problemas tecnológicos. La solución de un problema geométrico pongamos por caso, nunca podrá provenir de la química ni de la neurología. Por más que podamos hacer un análisis químico de la tinta con la que se resuelve el problema, o tomarnos una anfetamina para resolverlo. De un análisis químico nunca podemos deducir una conclusión geométrica, ni de los procesos fisiológicos propiciados por la anfetamina tampoco, por más que ella nos facilite la ideación, los autologismos, de su resolución. De las sinapsis de nuestras neuronas o del estudio de los neurotransmisores implicados no podemos tampoco deducir  ningún teorema geométrico por mucho que el geómetra sea un animal con sistema nervioso.

Cuando se presenta un problema de carácter práctico o de carácter tecnológico o incluso filosófico es lógico que confluyan en él diversas categorías, alguna o todas ellas científicas, por qué no. Pero ese saber confluyente e interdisciplinar no se ha de convertir necesariamente en una nueva ciencia. La interdisciplinaridad no es “intercientificidad”. Ésta es imposible. Puede haber involucración (más adelante veremos qué es esto) de distintos componentes de una ciencia en otra, y eso podría parecer interdisciplinaridad científica, pero en realidad no lo es, porque esos materiales involucrados sólo funcionan para la ciencia involucrada como partes materiales, no como partes formales. El funcionamiento de la mitocondria, más en concreto la respiración celular que en ella se produce, puede ser analizado mediante conceptos químicos, el llamado ciclo de Krebs. Pero el cierre de estos procesos químicos no se logra en la biología, ni se fundamentan en ella, sino en la química. Sin Mendeleiev sería imposible aplicarlos o explicarlos, luego en realidad la bioquímica no es una ciencia per se que esté entre dos ciencias y que participe de las dos. En rigor no es una materia científica e interdisciplinar, sino que podríamos decir que la bioquímica es más una disciplina en la que los organismo biológicos son analizados desde la química. Las reacciones químicas del ciclo de Krebs explican la respiración celular en cuanto son procesos químicos. Sin embargo, desde la biología sólo son partes materiales del proceso descrito. Los procesos biológicos se dan a otra escala distinta de los químicos, porque si se pudiesen explicar exclusivamente desde la química entonces la biología se podría reducir perfectamente a la química. Pero no es el caso, ergo, la interdisciplinaridad entendida como la intercientificidad entre la biología y la química es imposible.

 En el estudio de la tierra confluyen muchas ciencias: la geología no abarca todas las llamadas ciencias de la tierra: geografía, geofísica, geoquímica, paleontología, geodesia, geomorfología, vulcanología, meteorología, oceanografía, etc. Para resolver un problema práctico, pongamos por caso construir una autopista, se darían cita muchas de esas ciencias, más muchas tecnologías: ingeniería de caminos, economía, sociología, ecología, jurisprudencia.... Más todas las ciencias que esas tecnologías traigan en su hacer, porque es imprescindible que un ingeniero de cominos sepa matemáticas pero también topografía o incluso derecho. Sin integrales no se puede hacer una curva, es evidente. Ahora bien, aunque esa confluencia de saberes, que gustan de ser llamados interdisciplinares, traiga los deseados resultados prácticos, no podemos decir que eso suponga la aparición de una ciencia nueva que podríamos llamar (permítasenos el neologismo) hodología y que estudiaría la construcción de caminos y demás vías. Pero en el caso de que esa supuesta hodología se pudiera convertir en una ciencia, desaparecería la interdisciplinaridad, porque entonces existiría una nueva categoría gnoseológica en la que los términos, relaciones, operaciones, etc. cerrarían sobre sí mismos y se diferenciarían de otros términos, relaciones y operaciones de otras ciencias que cierran conformando otro campo categorial. De tal modo que las partes formales de, por ejemplo, la geología aunque involucradas (a la vez que otras ciencias como las matemáticas por ejemplo) en la hodología, no se confundirían con las de esta nueva ciencia, éstas implicarían ya otro cierre aunque tuviese partes materiales intersectadas comunes con las demás disciplinas. Esto es algo que ocurre siempre entre las ciencias, no es ninguna novedad, se da desde la antigüedad en donde por primera vez la geometría se involucró en la astronomía, las dos únicas ciencias existentes en la antigüedad griega y medieval.

8.- PRIMEROS INTENTOS FILOSÓFICOS, NO CIENTÍFICOS, DE SALIR DE ESTE NIVEL CONFUSIONARIO EN EL QUE SE SUELE INSTALAR LA INTERDISCIPLINARIDAD

La interdisciplinaridad supone tener clara una clasificación de los saberes y de las ciencias. Es decir, tener una gnoseología bien estructurada y bien fundamentada. Hablar de interdisciplinaridad supone hablar sobre distintos saberes o distintas ciencias. Pero, no lo olvidemos, hablar de o sobre una ciencia no es practicar esa ciencia. Hablar de matemáticas no es hacer matemáticas, hablar sobre física no es hacer física. Y, por tanto, cuando el matemático habla de su concepción de la matemática, no está haciendo matemáticas, pero tampoco ciencia de ningún tipo. Es practicar un saber de segundo grado. A eso es a lo que llamamos filosofía inmersa: bien sea la que hacen (representan) o ejercitan los propios científicos, lo que llamamos filosofía espontánea de los científicos de cada especialidad, bien sea lo que podemos llamar propiamente filosofía centrada genitiva  (filosofía de… las matemáticas, la religión, la técnica, etc.) pero hecha ya por filósofos académicos (filosofía genitiva objetiva). 

Suele ocurrir, no obstante, que cuando un científico pretende dar explicaciones filosóficas yendo más allá de su propia especialidad categorial, no hace otra cosa que intentar aplicar los conceptos de su categoría a contextos más amplios, pensando que como en su disciplina son conceptos muy rigurosos, lo han de ser también más allá de ella. Pero, sin embargo, con eso no logra más que falsear, trampear o enmarañar las ideas correspondientes. Generalmente no distinguen entre conceptos científicos y por tanto categoriales e ideas filosóficas y por tanto transcendentales.

Tener una  visión del mundo, en el sentido de tener una cosmovisión o, utilizando un término que hizo famoso Dilthey, una weltanschauung, no puede lograrse desde una ciencia (categorial). Y, por otra parte, las visiones categoriales no pueden ser del mundo entendido como totalidad atributiva. El universo, tomado como totalidad, es una idea filosófica, metafísica más bien, no una categoría científica. No es, pues, al científico, en cuanto científico, a quien corresponde aportar una visión del mundo. Habría que advertir a todo científico con pretensiones extracientíficas del siguiente lema: ¡Científico, cíñete a tu ciencia! Lo mismo que decía Eddignton: "Físico, líbrate de la metafísica", es decir, líbrate de lo que está más allá de la física como disciplina. Líbrate también, añadiríamos nosotros, de la metaciencia, que ya no sería ciencia, bien porque fuese una forma de hacer filosofía (gnoseología en muchos casos), bien porque fuese un modo de terminar en una pseudociencia. Lo mismo habría que decir de la interdisciplinaridad o de cualquiera de los conceptos satélites o afines que le acompañan (transversalidad, pluridisciplinaridad, transdisciplinaridad y que veremos más adelante). Tratar de cualquiera de ellos no es hacer ciencia. Es evidente que tienen tanto o más filosofía que ciencia.

En otras ocasiones, ese plano confusionario del concepto de interdisciplina en el que todavía estamos instalados, se produce por el empeño u obcecación por conectar fenómenos claramente inconexos o de pretender conexiones que siendo esencialmente irrelevantes o poco fructíferas para la ciencia (relaciones no esenciales, meramente fenoménicas) se pretenden presentar sin embargo como si lo fuesen. Y todo ello a fuerza de manipular, y en cierto modo forzar, las relaciones dadas entre los términos de las ciencias o de las propias ciencias entre sí con otras disciplinas no científicas.

Ejemplos asombrosos son las relaciones que muchos pretenden ver entre el mundo de los antiguos egipcios: las pirámides, sus dioses, su lenguaje iconográfico, su arte, sus obeliscos, es decir, todo el mundo de la egiptología, con la pseudociencia de la ufología. Esa interdisciplinaridad ha dado como resultado todo un mundo literario y cinematográfico muy prolífico y seguramente que también económicamente muy rentable, pero nada más, en absoluto es científico y sobra decir aquí por qué.

Se podrían poner más ejemplos: ¿cómo se “logra explicar” la relación entre la mitología bíblica de la creación del mundo con la hipótesis de la Gran explosión? ¿Será que esta hipótesis física es lo más parecido a una imagen mítica como la creación? ¿O cómo se logra la aparente explicación de las plagas bíblicas forzando las ciencias implicadas de una manera impropia hasta convertirlas en pseudociencias?

Las pseudociencias, muchas de ellas al menos, también podrían definirse como disciplinas pretendidamente interdisciplinares, pero logradas a fuerza de romper las principales leyes o principios científicos. ¿Qué es si no la homeopatía? La interdisciplinaridad encontrada entre la magia y la química, rompiendo claro está los principios más elementales de ésta última yendo más allá del número de Avogradro. La fisiognomía podría interpretarse también como el conocimiento interdisciplinar entre el estudio de la fisionomía (anatomía) y la personalidad (psicología). La frenología, no estaría tampoco lejos de esto, pues no sería más que la interdisciplina entre la fisiología y la psicología.

Otras veces las relaciones interdisciplinares buscadas tienen propósitos más loables y también es verdad, más sostenibles, pero no por eso necesariamente más científicos, pues sólo tienen intenciones meramente pedagógicas o investigadoras en el sentido de búsqueda de autologismos y dialogismos, lo cual no es poco, eso es cierto, pero sería un error hacerlo sin ciertas dosis de filosofía. Es el caso del movimiento conocido como Proyecto Gran historia, en inglés suena mejor a los pedantes: Big History Projet. Un proyecto financiado por Bill Gates y dirigido por David Christian. Se pretende comprender de una manera “global”, “unificada” o “interdisciplinar” (se usan los tres conceptos a menudo) la historia del universo, ahí es nada, desde el origen del cosmos (Gran explosión) hasta la humanidad actual, pasando por varios umbrales o regímenes (la terminología no es nuestra), a saber: Cosmos, Tierra, Vida, Hombre. ¿Qué se querrá decir con umbrales o regímenes? Habría que explicarlo con exhaustividad. E igualmente por qué esos y no otros. También habría que explicarlo detenidamente.

Seguimos en el plano confusionario. La interdisciplinaridad entre las ciencias es problemática, pero no lo es menos, como vemos entre las disciplinas no científicas. Principalmente porque las relaciones pueden ser subjetivas, ocasionales, oportunistas, pseudocientíficas, pseudoconeptuales, pero no por eso menos influyentes. Podría interpretarse que la interdisciplinaridad es aquella forma que tienen las distintas disciplinas de inmiscuirse e interferirse unas en otras. Y ello de tal manera que eso pueda ser tanto un impedimento para su despegue o progreso como, por el contrario, la razón de su evolución. Todo el mundo puede pensar en cómo las ideologías religiosas o políticas pueden influir tanto en una sociedad que impida o propicie el desarrollo de alguna disciplina científica o tecnológica por ejemplo. Es un lugar común pensar cómo las ideologías religiosas sobre todo se han inmiscuido a menudo en el desarrollo de las ciencias.

Las relaciones de interdisciplinaridad entre la pintura y el mito, por ejemplo, siempre han sido muy útiles en las bellas artes. Cómo los pintores de todos los tiempos se han servido de la mitología para expresar los más bellos motivos de su ideario es algo tan obvio que nadie entendido en pintura podría prescindir de conocimientos míticos o religiosos para poder mirar un cuadro. Y esta interdisciplinaridad entre el arte pictórico y la mitología religiosa no está exenta de relaciones interesantes también para la filosofía o incluso para ciencias como la sociología, la historia o incluso, aunque no lo parezca, para la geometría. Pongamos un ejemplo a este respecto ¿Cómo representar a un Dios que está a lo lejos respecto de otros personajes que se presentan cerca? Parece simple. Pues no, no al menos en la antigüedad griega. La ideología religiosa interfería directamente en la geometría de la perspectiva e impedía representar en cualquier situación a un dios más pequeño que a cualquier hombre. Hoy esa representación la hemos logrado por superación de esas contradicciones. Nosotros, herederos ya de la perspectiva renacentista, representaríamos a los dioses más lejanos proporcionalmente más pequeños, frente a las figuras que están en un primer plano, perece evidente: la geometría o las técnicas pictóricas se ha impuesto sobre las ideologías o mitologías religiosas. Eso no pudo ocurrir en la antigua Grecia politeísta. De tal modo que si es un Dios, pensaban los griegos de la antigüedad, ¿cómo va a tener un tamaño menor que los hombres por muy adelantado que esté? Está claro cómo la ideología impuesta por la mitología se entrometía en las técnicas de la pintura del escorzo o de la perspectiva pictórica. Esto ha sido un mero ejemplo, pero el caso Galileo podría ser otro.

9.- GEOMETRÍA DE LA INTERDISCIPLINARIDAD

Si hablamos ya de ciencias, de las ciencias canónicas sobre todo, a pesar de tener un cierre categorial más o menos logrado, no podemos decir que sean por eso saberes completamente clausurados (vid. cierre categorial). En todo caso el problema está en cómo se mueven los lindes de esas categorías o cómo se superponen llegado el caso unos respecto de otros o incluso cómo deberíamos entender, y esto es lo más importante, su mutua interconexión. 

Así las cosas, entonces, decididos a hacer una “geometría de la interdisciplinaridad” y con la intención de desarrollar la definición dada más arriba, nos proponemos dar mayor claridad y distinción a este concepto tan plural y a la vez tan oscuro de la interdisciplinaridad. Se trata de poner límites, estructurar relaciones, establecer proporciones, simetrías o congruencias entre los distintos modos que suponemos que hay la hora de entender la interdisciplinaridad.

Partimos, evidentemente, no sólo de la pluralidad de saberes categoriales diferentes, sino que, además, hemos de suponer que estos no sólo tienen unos límites que son móviles, es decir, que pueden crecer cuando esas ciencias aumentan sus campos de conocimiento, sino que también han de ser unas fronteras porosas, han de poder interpenetrarse de alguna manera entre sí, fagocitarse incluso o, al menos, han de poder facilitar algún tipo de relación, intercambio o interconexión entre los componentes de las categorías a través de sus permeables linderas. La teoría del Cierre categorial alude a esto cuando mantiene que las ciencias consiguen un cierre pero no una clausura.

Las ecuaciones del electromagnetismo de Maxwel: lo más parecido a la interdisciplinaridad

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 Por ejemplo, el desarrollo de la óptica hizo que se pudiese ir incorporando a ésta otros campos hasta entonces poco explorados y poco conocidos como era el campo de los colores. En época de Galileo o Descartes (siglos XVI-XVII) todavía eran interpretados como cualidades secundarias, lo cual quiere decir que tendrían carácter subjetivo, cualitativo, no cuantitativo y por ende no podrían formar parte de la ciencia si no se podían explicar en razón de las cualidades primarias. Y eso es lo que va a pasar con la paulatina aparición de la teoría de los colores como longitudes de onda. Primero con Newton (descomposición de la luz), Huygens (teoría ondulatoria de la luz), Fraunhofer (espectrografía y colores según longitudes de onda, etc.) y otros muchos, que fueron incorporando y afianzando toda la teoría ondulatoria y espectroscópica de la luz. Podríamos decir que con esto el campo de estudio de la óptica creció y aumentó sus límites. Pero no sólo eso sino que terminó por intersectarse con otras categorías: la electricidad y el magnetismo. Maxwell fue el artífice de esto y el creador del electromagnetismo. Siempre se ha dicho que Maxwell fue el artífice de la unificación de campos hasta entonces separados (eléctrico y magnético) en un conjunto de leyes, son las famosas ecuaciones que llevan su nombre. La pregunta surge inmediatamente: ¿no podríamos hacer lo mismo con otros campos? ¿No podríamos lograr una interdisciplinaridad por unificación de todas las ciencias en el supuesto que ésta lo sea? ¿Por ejemplo, las fuerzas del electromagnetismo y de la gravedad no podrían unificarse? A pesar de los intentos no se ha logrado. La unificación de las cuatro fuerzas fundamentales del universo: interacción nuclear fuerte, interacción nuclear débil, interacción gravitatoria e interacción electromagnética parece que está lejos de poder ser lograda.

La interdisciplinaridad así entendida se presenta como solidaria de la idea de la ciencia unificada. Pero ¿cómo lograr esa unificación? No se explica en profundidad nunca. Si los lindes intercategoriales hemos dicho que son porosos y que ha de existir algún tipo de relación o de intercambio de elementos, materiales o métodos entre las disciplinas, puede llegar a pensarse que esa porosidad, por pequeña que sea, terminará tarde o temprano en la unificación de todos los saberes aunque no sabemos muy bien de qué forma ni en qué sentido. ¿Se tratará de una unificación meramente metodológica como la que se presupone hoy cuando se habla de “el método científico” como sí sólo existiese uno, el mismo, para todas las ciencias? ¿O se trataría de una unificación esencial en la que todo se podría deducir de los mismos principios, teoremas o leyes?

La idea de interdisciplinaridad es una idea oscura y confusa sobre todo porque oscura y confusa es también la idea de disciplina en la que se apoya y no lo es menos la idea de disciplina científica. Petición de principio: la interdisciplinaridad parte necesariamente de la necesidad de la disciplinaridad, para después por disolución de sus fronteras anular las diferencias entre ellas. Por eso, cómo concibamos la interdisciplinaridad dependerá no sólo de cómo concibamos el contorno de las disciplinas, sino su dintorno, el entorno y, por supuesto, la constitución de las mismas. Razón por la cual y teniendo en cuenta sobre todo esto último, no ha de entenderse la interdisciplinaridad lo mismo desde el descripcionismo, el teoreticismo, el adecuacionismo o desde el circularismo.

La interdisciplinaridad que busque un teoreticista, dado que considera que la materia, de la ciencia, se reduce a la forma y lo que buscan las ciencias, según él, son verdades en cuanto son proposiciones coherentes, entonces, la interdisciplinaridad será válida mientras no haya incoherencias intercategoriales.

El descripcionista, en cambio, más que la coherencia de las teorías lo que buscará será el desvelamiento de hechos y no se preocupará de la forma (teorías, axiomática) porque ahí no estará la verdad científica según él. Dice G. Bueno al respecto: “En la medida en que la materialidad se muestra como multiplicidad de partes dadas en un continuum de experiencia, el descripcionismo propenderá a no establecer líneas divisorias demasiado profundas entre unas ciencias y otras” (Teoría del cierre categorial I, Pentalfa, Oviedo, 1992, p. 70). Es decir, desde el descripcionismo habrá inevitablemente una mayor tendencia a la interdisciplinaridad que, por ejemplo, desde una postura teoreticista. Para mayor abundamiento dice un poco más adelante Bueno: “Incluso podría el descripcionismo suscribir el proyecto de una «ciencia unificada» formalmente (en lenguaje, procedimientos de registro, &c.); una ciencia unificada que ya no tendría el sentido unitario cartesiano de la mathesis universalis, sino el sentido del pluralismo nominalista más radical, según el cual (como se diría en terminología occamista), la distancia entre los individuos de una misma especie no es menor que la distancia entre individuos de dos especies próximas diferentes. La cuestión de la distinción entre las ciencias pierde aquí, por tanto, importancia, al mismo tiempo que la pierde la cuestión de la unidad específica entre las partes de cada ciencia.” (loc. cit.). Es decir desde el descripcionismo habría menos problemas que desde el teoreticismo por ejemplo, para disolver o anular de algún modo los límites entre las ciencias como pretenden por ejemplo hoy los transdisciplinaristas (vid. más adelante).

Desde la concepción gnoseológica circularista de la ciencia la interdisciplinaridad es mucho más difícil de sostener, sobre todo de una manera generalista o total como vimos que a veces se hace desde el descripcionismo. No, eso no es posible porque desde el cierre categorial es necesario considerar que las ciencias no se forjan sólo por conjunción o agregación de términos, relaciones y operaciones (etc.) sino porque ello también implica la segregación y separación de determinados componentes por cuanto no constituirían partes formales del campo categorial de referencia. Las categorías científicas constituirían engranajes, sistemas concatenados en los cuales otros engranajes no encajan ni pueden encajar. La unificación de las ciencias es gnoseológicamente imposible porque imposible también lo es ontológicamente. Decir lo contrario sería colocarnos en un monismo parmenídeo incompatible con la realidad de las ciencias y con la symploké tomado como principio de discontinuidad ontológica.

9.1.- LA INTERDISCIPLINARIDAD FRENTE A OTROS CONCEPTOS AFINES

Ahora bien, dicho todo esto, hemos de intentar salir de ese plano confusionario del que hemos partido para alcanzar, si fuese posible, una mayor claridad y distinción en este farragoso tema. A la hora de interpretar el término que nos ocupa dependerá sobre todo de cómo se interprete el prefijo “inter-” y con qué otros prefijos compongamos el concepto disciplina para así obtener otros términos que, aun siendo afines o conónimos, sin embargo, tendrían un significado diferente. A saber, no sería lo mismo hablar de inter-disciplinaridad que de transversalidad. Pero hay más términos emparentados: multi-disciplinaridad o pluri-disciplinaridad, que en este caso se suelen usar como sinónimos o trans-disciplinaridad que sin duda es el más oscuro, confuso y equívoco. Todos ellos son resultado del empeño, de los científicos y pedagogos sobre todo, por explicar las relaciones entre sí de las distintas disciplinas. Ya hemos dicho que no necesariamente todas ellas científicas.

Distingamos pues un poco estos términos y después pasaremos a hacer una clasificación desde nuestros presupuestos gnoseológicos.

9.1.1.- TRANSVERSALIDAD

Se usa en ocasiones como yuxtapuesto o como sinónimo de interdisciplinaridad. A veces parecen intercambiables. Sin embargo, se trata de un concepto en retroceso. Antes se usaba más que ahora, al menos en ámbitos pedagógicos o académicos. Sobre todo en España. No obstante, en la enseñanza reglada se habla todavía a menudo de contenidos transversales para referirse a contenidos más de carácter formativo o valorativo que a aquellos meramente instructivos o de adiestramiento disciplinar. Razón por la cual, se dice en varias de las últimas leyes educativas que ha sufrido la enseñanza media, que estos temas transversales han de traspasar, no sabemos muy bien cómo, el currículum de todas las asignaturas. Y por eso, se añade, han de ser tratados por todos los docentes porque supuestamente todos son o han de ser competentes en estos ámbitos de transversalidad.

Pero cuando uno se pone a mirar con más detenimiento todos estos conceptos transversales, enseguida se da uno cuenta de que todos ellos están relacionados principalmente con lo que podríamos llamar en términos generales filosofía moral.  Es decir, tienen que ver con la ética, la ciudadanía, la urbanidad, el consumo, la educación vial, ambiental, sexual o incluso religiosa o política. Transversal entonces siempre se toma en ese sentido, en sentido ético-moral. Sin distinguir, por cierto, entre ética y moral, como si fuesen lo mismo o como si pudiesen subsistir armónicamente. De nuevo vemos que es difícil despegar de ese plano confusionario.

9.1.2.- PLURIDISCIPLINARIDAD Y MULTIDISCIPLINARIDAD

De entre todos los términos conónimos de interdisciplinaridad que estamos viendo, son estos dos seguramente los que se usan por lo general de manera más neutra y menos problemática. Y ello porque casi siempre que se usan no se les da un sentido intersectivo o interrelacional, sino meramente yuxtapositivo. La pluridisciplinaridad casi siempre hace relación a una visión más o menos enciclopedista de los saberes pero sin buscar conflicto y sin ir más allá de la mera confluencia de saberes.

Por otra parte tampoco se suele hacer distinción entre ellos dos, se usan indistintamente como sinónimos, casi siempre para resaltar la necesidad de ver los problemas, sean estos cuales fueren, desde distintas perspectivas, desde distintas ciencias o de desde distintos saberes como si todos los problemas fuesen poliédricos y sólo se pudiesen resolver o se resolviesen mejor si se planteasen desde distintas disciplinas. Pero entonces eso más que resolver un problema quizá sea multiplicarlo o, según se interprete, disolverlo. Quizá convendría preguntarse: ¿qué es un problema? No podemos detenernos ahora en solucionar el problema de lo que es un problema.

9.1.2.- TRANSDISCIPLINARIDAD

Es éste, en cambio, un término muchísimo más oscuro y confuso. De todos ellos es quizá el más problemático pero sin embargo es el que en los últimos tiempos más proyección académica ha tenido, si bien es verdad que eso no ha servido para aportar más claridad y distinción sobre él.

En general la transdisciplinaridad es un movimiento que se coloca sobre todo contra la especialización científica y académica. Según los seguidores de este movimiento lo especializado suele presentarse desde un punto de vista institucional tradicional como lo profundo, sistemático y fundamentado, mientras que lo general es presentado como todo lo contrario, como lo superficial. Y eso ha de cambiar. En los tiempos que corren se necesitan puntos de vista integradores, generalizadores y sistematizadores de la multiplicidad de saberes presentados casi siempre como disyuntos. Las ciencias lo que hacen es trocearlo y estudiarlo todo desde la especialidad.

En cambio, la transdisciplinaridad, dicen, no es una simple reunión azarosa de saberes, ni una puesta en común de saberes, como la interdisciplinaridad, sino la aspiración a la reunión de distintas disciplinas en un cuerpo común, de modo que eso nos permita ver y resolver de una forma integrada los problemas, que suelen ser poliédricos. Sería una forma de hacer ciencia en la que no sólo cooperan las distintas disciplinas, como por ejemplo ocurre en la bio-química, sino que ahora incluso es la sociedad misma la que coopera con el mundo académico. Por ejemplo, se trataría de potenciar la colaboración que pudiera establecerse entre los conocimientos médicos que tenga una tribu con los conocimientos de la medicina científica

La transdisciplinaridad busca la unión de las distintas disciplinas hasta el punto de que, si tomamos como símil a los Estados (ciencias) soberanos, las ciencias que buscan esa unión perderían su soberanía. Las diferentes ciencias, como los Estados, no deben luchar entre sí, sino intentar una completa confraternización teorética y práctica e intentar superar la fragmentación de los conocimientos, yendo más allá del simple intercambio de métodos y contenidos que propone la interdisciplinaridad, para buscar el saber totalizador e integrador capaz de lograr, dicen sus seguidores, “la realidad en su diversidad y, al mismo tiempo, en su unidad”. Ahí es nada. Además, por si esto fuera poco, o, a decir verdad, por si esto fuera algo, hay que buscar, de una forma cosmopolita y tolerante, la manera de ensamblar ecléctica y armónicamente todas las ciencias. Se trataría de llegar a algo parecido a una ciencia universal sin fronteras en la que encaje, no sabemos muy bien de qué manera, la multiversidad de ciencias y saberes que existen, con la finalidad puesta en una nueva y armónica humanidad que supere los distintos paradigmas de las ciencias hacia la fraternidad. Edgar Morin, padre del llamado “pensamiento complejo”, es quizá el más destacado representante de esta confusionaria unión entre ética y ciencias. La transdisciplinaridad va más allá de la simple pluridisciplinaridad porque ésta no propone interconexiones entre las diferentes disciplinas, la transdisciplinaridad sí.

Con todo, éste es quizá el concepto más oscuro y confuso de todos los que hemos mencionado en este artículo creado últimamente. En realidad es un baciyelmo indescifrable, fabuloso casi poético y, en definitiva, gnoseológicamente impracticable y por eso rayano a lo grotesco o ridículo.

9.2.- MODOS DE INTERDISCIPLINARIDAD

 

    Dadas las grandes dificultades que hemos señalado sería pertinente preguntarnos cómo situar y estructurar de la manera más sencilla posible esos saberes inter-disciplinares “entre” el conjunto de las demás disciplinas. Ante esta dificultad no menor se nos ocurren al menos cinco significados para ese “inter-” o modos de estar entre las demás disciplinas. Pero no todos igualmente válidos. Algunos incluso es problemático llamarlos saberes interdisciplinares. Y no porque no sean interdisciplinares, sino porque, como veremos, no son saberes propiamente dichos (caso D). 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Diversos tipos de interdisciplinariad

Diagrama de construcción propia

A.-   Interdisciplinaridad por intersectación. Hablamos de interdisciplinaridad en este sentido cuando nos referimos sobre todo, aunque no sólo, a saberes supuestamente inter-científicos tales como: bio-química, bio-psicología, electro-química, electro-magnetismo, termo-dinámica, etc. Saberes, podríamos decir, que llevan la interdisciplinaridad en el propio nombre de la disciplina en cuestión. Pero dicho esto habría que decir a renglón seguido que esos saberes interdisciplinarios no están fuera de ninguna categoría, sino que lo que ocurre es que su campo de estudio es abarcado por varias categorías a la vez, porque ninguna categoría agota su propio campo. Y en estos casos concurren en ese campo al menos dos categorías simultáneamente. Es más, ese saber interdisciplinar no parece que podamos considerarlo independiente de las categorías originales concurrentes. No se reducen una a la otra. No se disuelven una en la otra. No se anulan una a la otra. Dicho de otra manera más simple y también más rotunda, no parece que la “interdisciplina” en cuestión forme una nueva categoría científica completamente independiente, por más que se use el nombre combinado de manera académica o didáctica y por más que ambas disciplinas intersectadas sean ellas ciencias por separado.

En cualquier caso, la interdisciplinaridad no es por mera yuxtaposición o adición artificial o didáctica. Como cuando un alumno de bachillerato, pongamos por caso, tiene en su horario, primero química y después a la hora siguiente matemáticas, después lengua, etc. Eso sería una mera yuxtaposición de disciplinas. En ese caso habría que hablar más bien de multidisciplinaridad  o pluridisciplinaridad y ésta evidentemente se da mucho más en las escuelas de primaria y los institutos de enseñanza secundaria que en la universidad, aunque también en ésta. La universidad, a pesar de su nombre (uni-), no representa la universalidad del saber entendida como unificación del saber, sino la especialidad del saber, mera "disciplinaridad". La universidad es un reflejo de la discontinuidad que objetivamente existe entre los saberes. Por eso en ella no aparece la interdisciplinaridad con tanta profusión como algunos desearían. La interdisciplinaridad no se da apenas en la universidad, sino la multiversidad, razón por la cual podría entenderse que sus estudiantes más que universitarios (universalistas) serían más bien en algún sentido multiversitarios (especialistas).

La multidisciplinaridad no debería entenderse más que como un tipo de confluencia por yuxtaposición o por cualquier otro tipo de relación interdisciplinar que en ningún caso implique el detrimento, merma o anulación de ninguna disciplina confluyente. Es lo que normalmente ocurre cuando concurren diferentes ciencias en las soluciones tecnológicas que se requieren para solucionar un problema concreto pero no por eso simple.

Ahora bien, también hay saberes que aunque, como decíamos antes, no lleven la interdisciplinaridad señalada en el nombre combinatorio, sin embargo, no son por eso menos interdisciplinarios en este sentido de intersectación. Nos referimos a saberes como las ingenierías, es decir, las tecnologías en general y sobre todo las tecnologías médicas y todas sus ramas, también la biotecnología y la nanotecnología por ejemplo.  (Vid.- la diferencia entre técnica y tecnología en su relación con las ciencias). Es evidente que no puede haber tecnologías sin la participación de las ciencias (y hoy día la recíproca también sería cierta). No se puede construir un avión sin conocer el principio de Bernoulli de la mecánica de fluidos, pero tampoco sin conocimientos de termodinámica o conocer el cálculo de resistencia de materiales, etc. En todas las tecnologías se da la intersectación de varias, a veces muchas, ciencias a la vez. Para construir un portaviones es evidente que se necesitan saber muchas ciencias tales como: hidrostática (el principio de Arquímedes al menos), geometría, física, mecánica, oceanografía, electricidad, etc. Mírense si no las asignaturas que estudia un ingeniero naval. O acaso, por poner otro ejemplo, podría un ingeniero en telecomunicaciones (toda ingeniería es una tecnología) conocer su disciplina o su trabajo sin saber: física, matemáticas, electromagnetismo, teoría de la comunicación, etc. Un médico podría ejercer su profesión (en sentido tecnológico no técnico) sin conocer ciencias como: anatomía, fisiología, neurología, citología, genética, química, etc. Todos estos saberes implican interdisciplinaridad por intersectación de saberes.

En conclusión, la interdisciplinaridad por intersectación parece que se da más en las tecnologías. Por ejemplo, la biotecnología sería un caso paradigmático por cuanto integra disciplinas tales como: biología, química, física, genética, medicina, ética, bioética… Pero por muchas ciencias que se den cita en cualquier de estos saberes interdisciplinarios en ningún caso las ciencias implicadas pierden su autonomía. Dicho en términos gnoseológicos, ninguna pierde por ello su cierre.

B.-   Interdisciplinaridad por involucraciónEn segundo lugar, también se habla de interdisciplinaridad cuando se habla o se usan las matemáticas o la lógica para el desarrollo de otras ciencias. Su forma de interdisciplinaridad en este caso decimos que es por involucración, no por intersectación. Hay pocas ciencias que se puedan desarrollar sin el concurso de las matemáticas o la lógica. Parece que según esto las matemáticas o la lógica han de ser también saberes interdisciplinarios. Ahora bien, enseguida vemos que si lo son, lo son de forma muy distinta a como lo es por ejemplo el electromagnetismo, y ello sin perjuicio de que haya sido por las famosas ecuaciones de Maxwell por medio de las cuales se haya logrado la unificación del campo eléctrico y magnético. Cuando las matemáticas se involucran en la óptica o en la química, por poner dos ejemplos, no es para intentar unificar los campos de estudio de las matemáticas y la óptica. Sería ridículo hablar de matemóptica, de matequímica o de logifísica. Tampoco cuando se usan las matemáticas en la mecánica se obtiene una ciencia nueva del tipo de la bioquímica o del electromagnetismo, con teoremas o principios particulares. 

Sabemos que las ciencias formales, tienen un estatuto gnoseológico muy especial. Esa es la razón por la que la lógica y las matemáticas se involucran en las otras ciencias, gracias a su formalidad. Pero la involucración no supone campos de estudio comunes, si así fuese hablaríamos más bien de ciencias intersectadas. Es su estructura gnoseológica y el carácter autorreferente de sus construcciones, lo que permite esa involucración. Es precisamente por su formalidad por lo que pueden ser aplicadas a otras partes de la realidad no formal. Porque actúan como una especie de patrón aplicable a las otras ciencias. Y es evidente que no podría ocurrir al contrario. Por ejemplo, la aritmética se involucra en la geometría sin por eso fundirse ni reducirse a ella. Otro ejemplo, la geología utiliza datos de la cristalografía o de la química constante y abundantemente, pero no por eso se inmiscuye en tales ciencias. Tampoco las absorbe, ni las disuelve, ni son reducibles entre sí. Los cristales, en este caso concreto, serían meras partes materiales, no partes formales de la geología, es decir, serían formalmente intrascendentes para la geología. Ni, por otra parte, y esto es fundamental, tampoco se pueden deducir desde la cristalografía los principios o leyes de la geología, ni los de la matemática desde la óptica por más que ésta utilice aquella.

Por ejemplo, la geomorfología se desarrolla a una escala distinta de la de la geografía. Y ello precisamente es lo que posibilita que haya entre ellas cierta interdisciplinaridad, porque ambas utilizan los mismos términos. Por ejemplo, ambas hablan de paisajes cársticos, de climatología, de lluvias, etc., sí, pero a escalas distintas y las relaciones que derivan de la combinación de esos términos son también distintas. Por eso en este caso no importa que ambas ciencias trabajen con los mismos objetos, lo que define a una ciencia no es su objeto, que nunca es único, sino esas escalas de construcción que determinan un campo. Cuando  una disciplina opera con ciertos términos y establece relaciones u operaciones entre ellos los términos resultantes son del mismo nivel. Por eso unas ciencias, aunque intersecten con otras porque se fijen ambas en los mismos fenómenos, sin embargo, una nunca se reduce a la otra, porque se desarrollan en escalas formales/materiales distintas. Los cristales (cristalografía), si seguimos con el ejemplo anterior, están a una escala distinta de los estratos (geología) en donde se encontraron precisamente los minerales que los soportan.

C.-   Interdisciplinaridad por transcendentalidadEn tercer lugar son además saberes interdisciplinarios, aunque lo son también de manera distinta a los anteriores, saberes tales como la ética, la deontología, la bioética (genÉtica) y sobre todo aquel al que todos estos engloba: la filosofía. Intencionalmente al menos también lo es la CTS (Ciencia-Tecnología-Sociedad) aunque en el fondo no es más que filosofía social de la ciencia o sociología de la ciencia.

En efecto, se podría decir que la filosofía es el saber interdisciplinar por excelencia, porque, a diferencia de las técnicas o de las ciencias, trabaja con Ideas y éstas son trascendentales, es decir, necesariamente traspasan los límites de muchas categorías (vid. el diagrama adjunto). La filosofía presupone las otras disciplinas y por eso las ha de recorrer y traspasar, por eso decimos que es interdisciplinar, porque es un saber de segundo grado que presupone o necesita de otros saberes, sean estos científicos, técnicos, míticos, etc. En definitiva, la filosofía implica la interdisciplinaridad, pero no recíprocamente, la interdisciplinaridad no implica un tratamiento filosófico. Una tecnología, la medicina pongamos por caso o la ingeniería de caminos, son sin duda interdisciplinares, pero no por eso son necesariamente filosóficas, sin perjuicio de que tengan obligatoriamente implicaciones filosóficas, latentes e implícitas casi siempre. Se podría decir que la interdisciplinaridad es una condición sine qua non para poder hacer filosofía, pero no es suficiente.

Así por ejemplo tenemos que la idea de tiempo es una idea filosófica porque es trascendental a muchas categorías: biología (concepto de tiempo de la vida, tanto en sentido ontogenético como filogenético), termodinámica (irreversibilidad del tiempo según la entropía a partir del segundo principio de la termodinámica) gramática (tiempos verbales), técnica tecnología (el reloj, sus tipos y su influencia en las mediciones), física (relatividad e irreversibilidad del tiempo), psicología (tiempo vivencial), historia(tiempo diacrónico y épocas), matemáticas (las sucesiones y los números ordinales). Ninguna de estas categorías podría subsistir sin el concepto tiempo y, a la vez, la idea filosófica de tiempo, en cuanto trascendental, influye en ellas de distinta manera en cada época histórica, ya que ésta no puede ser la misma en “tiempos” de Aristóteles que en “tiempos” de Einstein.

Lo mismo podríamos hacer por ejemplo con la idea filosófica de libertad, pues es una idea importantísima para la filosofía que traspasa muchas categorías: psicología(libertad del inconsciente), genética (el hombre preprogramado) sociología o derecho (libertad condicional) física (caída libre en el vacío), química (radicales libres), etología(animales en libertad), política (el pueblo es libre), tecnología (el coche nos hace más libres), moral (libertinaje), etc.

No podemos confundir, evidentemente, este tipo de interdisciplinaridad, que nosotros hemos llamado transcendental o filosófica, con lo que desde otras perspectivas se llama transdisciplinaridad, que sólo se parecen en el prefijo. La transdisciplinaridad no es un conocimiento de segundo grado, eso es una gran diferencia, enorme diríamos nosotros. Ni tampoco podemos confundirla con la idea vulgar de interdisciplinaridad (por yuxtaposición).

Explicar qué son, cómo se forman y en qué se diferencian las Ideas transcendentales de la filosofía, de los conceptos científicos o de las ideas mentales-psicológicas, nos desviaría demasiado y requiere otra entrada (vid. Idea). Pero lo que ha de quedar claro es que las Ideas filosóficas presuponen las demás disciplinas categoriales las cuales recorren y sólo es en ese sentido por lo que las podemos llamar interdisciplinares o transdisciplinares, pero no en otro.

Además este recorrido, que en realidad va desde las categorías hasta las ideas y desde éstas a las categorías de nuevo, está presente desde los inicios de la filosofía académica. La cual, debido a ese movimiento circular, se ve en la obligación de tener que estar acomodándose constantemente a las verdades categoriales o científicas que se van alcanzando nuevas en cada época. Las ideas filosóficas tendrán que ir modificándose con el fin de reajustarse a los nuevos descubrimientos y a los nuevos conceptos categoriales. La filosofía no es otra cosa que la búsqueda de la conexión interdisciplinaria a través de las ideas entre las distintas categorías. Ya desde Platón viene dándose ese movimiento circular y dialéctico: el regressus, que va desde las categorías hasta las ideas, dadas ambas históricamente como es lógico, y el progressus, que ahora va desde las ideas a las categorías. Todo ello mediante el ejercicio de la crítica no meramente categorial, intracategorial, como hacen las ciencias, sino trascendental como hace la filosofía. Por eso no se podría hacer filosofía en sentido estricto sin este movimiento dialéctico.

Es más, en el desarrollo de esos juegos dialécticos se terminan por establecer figuras dialécticas muy diversas (vid.- dialéctica y sus figuras) y algunas de éstas  tienen que ver con la “disciplinaridad” o, más en concreto, con la división. El método dialéctico de división, considerado así en términos generales, nace con la filosofía antigua y permanece en la moderna. Recordemos que la segunda regla del método de Descartes era la de la división, la del análisis, la cual era seguida por la tercera que era la de la reunión o de la síntesis.

Pero eso no es nuevo, se ve tan perfectamente en Platón como en Descartes. También en Platón hay una συναγωγή [synagogé], reunión y una διαίρεσις [diaíresis] división. La διαίρεσις [diairesis] en el método platónico nos conduce a la división de los problemas por las “junturas naturales” que menciona en el Fedro por boca de Sócrates: “Τὸ πάλιν κατ' εἴδη δύνασθαι διατέμνειν κατ' ἄρθρα ᾗ πέφυκεν, καὶ μὴ ἐπιχειρεῖν καταγνύναι μέρος μηδέν, κακοῦ μαγείρου τρόπῳ χρώμενον·”, “Pues que, recíprocamente, hay que poder dividir las ideas siguiendo sus naturales articulaciones, y no ponerse a quebrantar ninguno de sus miembros, a manera de un mal carnicero.” (265e 1-3). Hay que dividir o separar las ideas por sus articulaciones naturales. Y el fundamento es ontológico. La división no es capricho del carnicero, ni por tanto, si seguimos la analogía, tampoco del científico o del filósofo. ¿Y cómo sabemos cuándo hemos hecho una falsa división? Pues más que por la fe en el método, la potencia del método generalmente está sobrestimada, por los resultados que obtengamos de él. Si estos son malos la división no es buena. Habrá que repetirla hasta dar con la “juntura natural”. Y para ello, para dar con las junturas naturales, lo mejor es no seguir el curso de lo que Platón llama la δόξα [dóxa], la opinión. La falsa división se identificaría con la opinión y lo es porque ésta no lleva aparejada el conocimiento científico.

Cuando Platón en el Sofista quiere llegar a establecer las condiciones del discurso y se pregunta cómo desarrollar un discurso racional, encuentra enseguida que éste no puede basarse en un solo elemento simple, no puede ser unicitario. Con o desde un elemento único no se puede conocer nada. El discurso racional (la ciencia y la filosofía) parte de la necesidad de tener que combinar multiplicidad de elementos diferenciados. Las ciencias tienen que partir de la multiplicidad de términos –sintaxis– separados, distinguidos, definidos... La racionalidad científica no puede desenvolverse en el monismo. Es por eso que el monismo parmenídeo es metafísico y no puede producirse desde él un discurso científico. No puede haber ciencia de un solo elemento. La teología, en rigor, no puede ser una ciencia entre otras razones precisamente porque implica necesariamente el monismomonoteísmo o el panteísmo.

La ciencia, entonces, asienta su racionalidad en la co-existencia y por tanto en la pluralidad de cosas/conceptos, de términos científicos. La racionalidad científica y filosófica se asienta en la combinación de esos términos, en plural. Ahora bien, ¿cómo ha de darse esa combinación? Platón considera que sólo puede haber tres posibilidades para esa combinatoria:

I.- Primera posibilidad, que aunque haya pluralidad de cosas éstas no puedan combinarse precisamente porque se encuentren quizá en un caos, en una χώρα [khóra] precósmica como la de Demócrito en la que todos los átomos choquen contra todos y si se entrelazan, su entrelazamiento sería meramente externalista, no consistente y efímero. La verdadera realidad para Demócrito no es más que la de los átomos tomados individualmente, internamente, no la de sus combinaciones que son aparentes y cambiantes. Los escépticos radicales también se encontrarían, aunque con matices, en esta misma situación: la realidad es indescifrable.

Ahora bien, si esto fuese así la ciencia no sería posible. Por supuesto la filosofía tampoco. En realidad ningún conocimiento, en rigor incluso ni siquiera el propio pensamiento cualquiera que este fuese. Como decía el Canciller Bacon pensar, sea científica o filosóficamente, eso da igual, no es más que juntar o separar ideas, juntar ideas que estaban separadas o separar ideas que estaban juntas.

Según esta postura los que hacen ciencia son en verdad unos farsantes porque nos presentan ciertas conexiones o entrelazamientos como consistentes y objetivas cuando en realidad son aparentes, fenoménicas o empíricas, es decir, no serían más que opiniones, δόξα [dóxa]. Si esto es así, dado que no sería posible la symploké o el entrelazamiento de ideas o de conceptos, no podría haber entonces discurso racional, por tanto no sería posible ni la ciencia ni la filosofía. Escepticismo radical.

II.- Segunda posibilidad, que todas las cosas se puedan combinar con todas las cosas. Es la postura contraria a la anterior. Todo se podría conectar con todo o, de hecho, todo estaría conectado con todo, pero lo que ocurre es que esa conexión nos es desconocida en muchos casos. El discurso racional, la ciencia y la filosofía en este caso, no sería otra cosa que intentar descubrir las relaciones profundas que gustan constantemente de ocultarse pero que están ahí aunque sean desconocidas para nosotros. Las ciencias entonces tratarían de descubrir y de desvelar aquello que no vemos de la realidad, que no se nos muestra o que sólo se nos muestra como aparente pero que tienen una conexión objetiva profunda aunque velada.

Esta segunda alternativa es, sin duda, el ideal de la sabiduría. El ideal de una sabiduría plena y definitiva. Y por eso es quizá la alternativa más atractiva para los pseudocientíficospanópticos y polímatas que son los que más pretenden sorprendernos presentando (supuestos) conocimientos que nadie había advertido. Muchas ciencias como la cosmología, la ecología, la física, la química y también movimientos como el ideal de la Ciencia unificada del positivismo lógico, o el de la Gran historia o el de la Transdisciplinaridad de los que antes hablamos, participan en mayor o menos medida de esta supuesta forma de hacer ciencia. Es el ideal del que considera el universo como un todo en el que todo está relacionado con todo. El efecto mariposa es posible. Pero ¿cómo algo infinito puede ser un todo? ¿Y además interconectado? ¿Pero si es infinito? Ya. Pues porque hay infinitas interconexiones e infinitas posibilidades. Todo, según ellos, tiene que ver con todo.  

Ahora bien si todo está relacionado con todo, monismo holista, entonces el discurso racional, científico o filosófico, no sería posible. Y ello por varias razones como veremos. Si yo puedo combinar cualquier idea con cualquier idea, entonces todas las combinaciones resultantes serían válidas. Hasta las más extravagantes o incluso, por qué no, lo más contradictorio también habría de ser posible. Si cualquier idea se puede combinar en “symploké” con cualquier idea, entonces cualquier conocimiento resultante sería válido o inválido, todo es posible.

 Si todo estuviese relacionado con todo, entonces, por más sorprendente que pueda parecer, no podríamos conocer nada. Si para conocer algo tengo que conocer sus causas y para conocer éstas tengo que retrotraerme igualmente a sus causas y así ad infinitum, entonces no podríamos llegar conocer nada. Esta es, sin duda, la principal crítica que podemos hacer a esta atractiva pero ilusoria idea unitarista o globalista del conocimiento. Ese ideal de conocimiento complejo pero completo no ha sido posible desalojarlo ni alejarlo de las ciencias ni de la filosofía. Renace de sus propias cenizas constantemente y tanto más no sólo cuanto más nos movemos en ámbitos vulgares, sino cuanto más nos adentramos en ámbitos científicos y académicos. Esta es una de las filosofías espontáneas de los científicos más extendida y más aceptada por todos ellos. No es algo nuevo, lo novedoso es que sorprenda la crítica. Los científicos quedan sorprendidos por esta crítica y, a la vez, los filósofos quedan sorprendidos de su sorpresa.

III.- Tercera posibilidad. Ahora sólo nos queda aplicar con rigor el principio de discontinuidad o, como lo llamaba Platón, de “symploké”. Según este principio la realidad no sólo es plural, como también lo era por cierto para Demócrito, sino que, además, algunas de estas entidades plurales se pueden combinar entre sí de alguna forma y, a la vez, también hay otras entre ellas que no encajan con otras. Y ello a pesar de que pueda partirse de una pluralidad infinita. Ocurría lo mismo ya con los infinitos átomos de Demócrito. Sólo los átomos convexos pueden encajar, si acaso, con los cóncavos, pero no los cóncavos con los cóncavos, ni los convexos con los convexos. Y había infinitos átomos, pero no todo encaja con todo.

Si todo estuviese relacionado con todo, sería imposible establecer el más necesario principio de las ciencias: el de causalidad. La causalidad científica supone desconexión, cortar en un punto la serie infinita de las causas y no llegar al infinito, al todo con el todo, porque entonces no podríamos conocer nada. Para decirlo de otro modo quizá más aristotélico y también más actual, la realidad es categorial. Existen cosas aisladas o desconectadas de otras y las categorías son también eso, son géneros que se pueden predicar de otros géneros inferiores pero no de otros colaterales por ejemplo.

Por tanto lo que concluye Platón, y nosotros le seguimos, es que ni todo está desconectado de todo, porque entonces no podríamos conocer nada, ni tampoco se puede dar el caso de que nada se relacione con nada, porque entonces igualmente nada podríamos conocer. Sólo entonces algunas cosas están relacionadas con algunas cosas. Eso implica, como ya hemos dicho, que tienen que estar desconectadas de otras.

Además no se pueden hacer “symplokés” de ideas al azar o por capricho. Le ocurre al filósofo lo que al albañil, pues éste tiene que llavear los ladrillos y no puede colocar cada ladrillo según le venga en gana. La unión de las ideas, como la de los ladrillos, ha de ser independiente de nuestra voluntad, no depende de nosotros. Por eso las ideas filosóficas no son simples ideas psicológicas, mentales, subjetivas (éstas pueden ser alucinatorias e incoherentes, éstas si pueden hacerse según capricho), sino que son objetivas, tienen su propia lógica, se nos imponen muy a pesar de nuestras preferencias.

Hagamos una analogía. Si el material con el que trabaja la filosofía son las ideas y el material del albañil son, entre otras cosas, los sillares o los ladrillos, estos, como aquellas, también se entrelazan, pero no de cualquier manera si queremos que el “edificio” no se caiga por falta de cohesión: estos siempre han de llavearse uno sobre dos y dos sobre uno. Lo mismo le pasaría a la filosofía, si no se buscan buenos entrelazamientos, buenas formas de llavear las ideas, buenas “symplokés”, el edificio racional no se sostiene, se agrieta y cae ante la crítica. Esta imagen simbólica del albañil que construye una pared o una casa es muy adecuada porque la filosofía también es racionalmente constructiva, su crítica de ideas no solo destruye. La filosofía no sólo es un conocimiento negativo, también construye edificios racionales: sistemas de pensamiento.

Esta tercera posibilidad de combinatoria se parece mucho también al lenguaje de las letras. Pues éstas no se pueden combinar tampoco todas con todas. Si eso fuese así no se podría ni siquiera leer. Se necesitan vocales para unir consonantes. De hecho leer viene del latín “legere” y este del griego “λέγω” (légo) que significa reunir, juntar, ligar. De ahí, casi con toda seguridad, el nombre del famoso juego infantil en el que unas piezas encajan con otras, pero no cualquiera con cualquiera ni de cualquier manera, igual que las ideas filosóficas o los conceptos científicos.

Los conceptos se desenvuelven dentro de las categorías de referencia, y fuera de ellas si no pierden sentido si pierden, al menos, fundamento. La claridad y distinción de los conceptos se da dentro de la categoría a la que pertenecen. No ocurre con ellos lo que con las ideas, que son trascendentales. Podríamos decir que estas son conceptos transcategoriales. En cambio, los conceptos lo son porque se redefinen dentro de campos, categorías o disciplinas más o menos cerradas. Y, además, estos conceptos guardan ciertas relaciones entre sí. Pero las relaciones no implican continuidad entre unos y otros, sino que enseguida observamos discontinuidades o incomunicabilidad entre los géneros. Unas discontinuidades que van surgiendo según vamos haciendo operaciones entre los términos y vamos descubriendo relaciones esenciales entre las que vemos que a veces de unas no se siguen otras ni pueden seguirse. Surgen así sistemas de conceptos diferentes y discontinuos. Y eso porque resulta imposible deducir, inducir, fundamentar o simplemente pasar de unos sistemas de conceptos a otros. Hay cierta incomunicabilidad entre los sistemas de conceptos (incomunicabilidad entre los géneros). Por ejemplo, del sistema de conceptos de la geometría no se puede pasar al sistema de conceptos de la química o al sistema de los de la biología, lingüística o geología. De la propia circunferencia, y por mucho que conozcamos las relaciones geométricas esenciales entre los términos que la componen y a partir de los cuales la definimos, por mucho que conozcamos el número π, diríamos, no podemos pasar a decir nada de la tiza o la tinta con la que está dibujada tal circunferencia con tal longitud y tal diámetro. En rigor, pues, no cabe una interdisciplinaridad total de los conceptos, sino que estos están clasificados en categorías. No todas ellas siempre científicas. Es decir, hay también conceptos que se organizan en categorías no científicas, que se sistematizan, más o menos, en disciplinas: míticas, técnicas, mágicas, religiosas, etc. Y, además, como venimos diciendo, muchos de estos conceptos se entrelazan en un segundo orden, de tal modo que a estos conceptos ya los llamamos Ideas: Ideas filosóficas.

D.-   Interdisciplinaridad por exclusión categorial o complementariedad. Cabría la posibilidad, lógica al menos, de hablar de interdisciplinaridad para referirnos a aquellos campos que por estar situados entre las disciplinas, es decir, más allá de sus contornos o fuera de sus dintornos, no han sido roturados por ninguna ciencia o categoría. Estos campos interdisciplinarios contendrían en realidad todo aquello que todavía desconocemos y en esa medida efectivamente podríamos decir que eso sí está "entre" los saberes, entre las disciplinas ya consolidadas, pero no es ninguna disciplina que, como tal, se pueda aprender o enseñar (vid.- disciplina). Por lo tanto, en este caso, hablar de interdisciplinaridad es hablar de aquello complementario a todo saber: lo que ignoramos todavía y, por lo tanto, todavía no es una disciplina porque queda en el entorno de cualquiera de ellas.

Lo interdisciplinar en este caso anómalo incluiría a lo que Kant llamó lo nouménico, lo ignoto, lo incompresible por absolutamente irracional o ilógico, lo alogon, lo enigmático o misterioso. Haría referencia también a lo que Emil du Bois-Reymond llamó el ignoramus et ignorabimus y que comprendía cosas tales como:

1) La esencia de la materia

2) El origen del movimiento

3) El origen de la vida

4) La teleología de la naturaleza orgánica

5) El origen de la sensación

6) El origen del pensamiento racional

7) El problema de la libertad.

 

La primera dificultad de esta interdisciplinaridad por exclusión estriba en admitir si existe realmente algún campo no hollado por el saber humano y si eso que desconocemos puede situarse justamente fuera de toda disciplina y no dentro. ¿Qué interacción gnoseológica va a haber entre una categoría científica, que es un conocimiento, y lo que está fuera de toda categoría, que si está fuera no es porque sea un conocimiento erróneo, sino porque no es ni siquiera conocimiento y que, por tanto, no puede ser llamado ni siquiera disciplina? Nos parece evidente que la interdisciplinaridad no pueda referirse a lo que no sabemos, a lo ignorado completamente, pues, por su propio nombre, parece que ha de hacer referencia siempre a conocimientos que siendo inter-categoriales, no puedan dejar de ser intracategoriales: bien por intersectación, involucración o trascendentalidad. Y, además, parece que no caben más tipos de interdisciplinaridad.

Así pues, estos campos desconocidos, más que situarlos entre las categorías, habría que situarlos dentro de alguna de ellas, en su propio dintorno. Esos enigmas, al menos los que ha señalado Emil du Bois-Reymond, si nos fijamos bien, están todos ellos dentro de alguna categoría ya institucionalizada: física, biología, psicología, o bien pertenecen a algún saber interdisciplinar en cualquiera de los tres sentidos antes indicados como puede ser la filosofía. Es más, si no fuese así, ¿cómo podríamos hablar de lo absolutamente desconocido si es absolutamente desconocido? Las ciencias han roturado ya todos los campos, aunque eso no obsta para que se pueda decir que hayan agotado todo el campo del saber. Hay cabeceras a las que no llega el arado para labrar y hacer el suco de forma recta, hay terrenos en barbecho, hay lugares con demasiada pendiente o por desbrozar del todo, hay todavía campos que no hemos logrado que sean totalmente productivos. Dicho de una vez, esos campos de lo desconocido están más que fuera, en los propios dintornos de las categorías.

E.-   Interdisciplinaridad por anegación o el ideal del polímata panóptico. Cabe una última posibilidad, porque según hemos dispuesto los saberes habrá quien piense (sobre todo el idealista polímata y panóptico del saber, el que hemos clasificado como partidario de la segunda posibilidad de la symploké de que todo está relacionado con todo) no que la interdisciplinaridad no exista, sino que puede llevarse al límite y hacerla extensiva a todos los campos y considerar que todos los saberes, científicos o no, son en realidad interdisciplinarios. ¿Acaso no son saberes interdisciplinarios, diría este polímata idealista, la geografía (física, económica, política, etc.), el estudio de un idioma, la religión, la educación física, pero también la medicina o la psicología? ¿Existe algún saber que no tenga algún reducto, alguna sección, algún aspecto que no sea interdisciplinar? ¿Acaso la geología, por poner otro ejemplo, no está íntimamente ligada a la geografía, a la biología, a la meteorología a la astronomía o a la química? Y la química, ¿no está "interconectada", a su vez, con las matemáticas? Y aun más: ¿acaso las matemáticas, como sabemos, no están "interconectadas" con la mayoría de las ciencias? Con unas más que con otras, cierto, con la física, por ejemplo, más que con la botánica. Pero, entonces, ¿qué quiere decir todo eso de que las ciencias están todas "interconectadas"? ¿No es necesario que lo estén? ¿No es conveniente? ¿Acaso la física se podría haber convertido en ciencia en el sentido moderno del término, a partir del siglo XVII sobre todo, sin el concurso de la matemática? Parece que no.

Es evidente que con el término "interconexión", que lo estamos usando aquí intencionalmente en el sentido más neutro posible, nos referimos por igual a todos los ámbitos interdisciplinares que hemos nombrado. Es cierto, pero lo que también es cierto es que este problema no puede resolverse desde esa supuesta neutralidad de la interconexión, dando por supuesto que toda interconexión es igual de factible que cualquier otra y que por esa razón hay que potenciar la interconexión: eso es lo que piensa con toda seguridad el polímata panóptico idealista que considera que todo está interconectado con todo. Que el universo es un todo.

En realidad la interdisciplinaridad no es un problema científico, ni un problema de neutralidad entre las ciencias, es un problema filosófico gnoseológico fundamental que no se puede dejar al albur de la filosofía espontánea de los científicos. Porque estos, hoy más que nunca, o son reduccionistas fisicalistas (todo es química, todo es física) o son polímatas panópticos como los denominábamos antes o, peor aún, son unificacionistas que buscan una ciencia unificada y no exactamente en el sentido de Otto Neurath que era algo parecido a un enciclopedista de la ciencia.

En cualquier caso, todo esto nos parece de suma importancia, porque desde esta postura extrema y relativista, neutralista panóptica se trata de hacer desaparecer el "inter-" por anegación, por unificación de todas las disciplinas en una. Todo saber sería "inter-” de tal modo que el “inter-” se ha de convertir en “intra-”, es decir, todo estaría dentro del mismo saber, del único saber, del saber científico: ciencia unificada. La moda pedagógica tan extendida en la actualidad de enseñar por medio de proyectos, de querer incluso suprimir las asignaturas, no está alejada de esta idea seguramente.

Ahora bien,  todo eso va claramente contra el Principio de discontinuidad o de Symploké y de la propia disposición de la realidad en categorías. Ya desde Aristóteles está muy claro que las ciencias ni pueden reducirse a una, ni pueden unificarse en una. Hacer cualquiera de esas dos cosas supondría romper el principio de discontinuidad aludido y aceptar que todo estaría relacionado de alguna o de cualquier manera con todo, todo estaría inter-conectado con todo.

¿Hasta qué punto el movimiento conocido como Gran historia acepta o rompe este principio de symploké? No vamos a hacer aquí un estudio en profundidad sobre este asunto (vid. Gran historia) pero es sospechoso que a muchos de sus representantes, de manera consciente o inconsciente, se les está oyendo hablar constantemente de la interconexión de todo con todo. Tanto en sentido ontológico como gnoseológico. Y eso, si no se entiende bien, puede ser distorsionador para las ciencias e incluso para su enseñanza, porque da una idea de ciencia muy distinta. Porque si todo está interconectado con todo, parece evidente que lo que habría que potenciar lógicamente es la interdisciplinaridad. De modo que las disciplinas quedan ahora desdibujadas en incluso en esa situación desaparecerían prácticamente.

Además, curiosamente, los ámbitos interdisciplinares, aunque se tengan por más fructíferos se tienen también por más problemáticos. Y a la inversa, los ámbitos más problemáticos, si lo son, es porque son interdisciplinares, dicen. Se suele añadir a esto que los problemas, cualesquiera que ellos sean, requieren la presencia simultánea de diversos especialistas en disciplinas a veces dispares (interdisciplinaridad intersectiva e involucrativa sobre todo) porque sólo así podrían solucionarse o solucionarse mejor. Ahora bien, si para solucionar un problema se requiere la presencia de disciplinas diferentes o incluso dispares, ¿de qué manera o desde qué disciplina se plantean esos problemas interdisciplinares? ¿Desde todas a la vez? ¿La solución entonces está en el todo o desde el todo? Ya no sabemos cómo llamar a esto: ¿polimatía galimática? No parece desacertado, pero ésta es, desde luego, una cuestión clave que suele pasar desapercibida. Porque ya hemos dicho en otra entrada que no hay problemas, y sobre todo problemas científicos, si no hay teoremas o teorías que den sentido al planteamiento de esos problemas. De otra manera, no hay problemas absolutos. Eso quiere decir algo muy sencillo, que todos son relativos a una disciplina, a los principios, axiomas o teoremas de la disciplina correspondiente. Fuera de toda disciplina no hay problemas. Eso es evidente. Y ello por varias razones. En primer lugar porque de aquello que no se sabe nada, nada se puede preguntar. Es decir, nada se puede problematizar. De lo que ignoramos completamente no nos podemos plantear problemas ni tampoco podríamos buscar soluciones: donde no hay problema no hay solución. Como diría Platón, de lo que ignoramos ¿cómo vamos a buscar nada si no sabemos qué buscar? (vid.- Menón, 80e). Pero de lo que conocemos relativa o parcialmente, las soluciones que buscamos han de ser siempre relativas a eso poco que conocemos. Dicho de otra manera, la pregunta nunca se va a plantear desde la ignorancia absoluta sino desde lo que conocemos, al menos desde lo que conocemos parcialmente, es decir, desde esa parcela que conocemos, no desde el todo. Y las soluciones lo mismo, sin perjuicio claro está de que un mismo problema se pueda ver desde categorías distintas y, por lo tanto, presente soluciones distintas desde coordenadas o teorías distintas, pero éstas coordenadas, presupuestos o teorías siempre serían previas por muy parciales que ellas sean.

Un ejemplo viejo y aparentemente tonto. Planteémonos una vez más el capcioso problema de ¿cuál fue primero el huevo o la gallina? Al igual que los demás problemas, éste, por muy capcioso que sea, no se puede plantear, ni tampoco solucionar, desde la nada, ni desde el todo polimático, sino que cualquiera de las contestaciones que busquemos al efecto ha de pensarse desde unas coordenadas determinadas de antemano. No, podríamos decir, es que queremos ser neutrales, queremos dar una contestación o una solución definitiva, completa que sea válida para o desde todas las perspectivas. Queremos dar una solución interdisciplinar, panóptica dirían algunos. Pues no, eso no es posible si no vas recorriendo todas y cada una de las disciplinas que hablen de huevos o gallinas. Porque de igual manera que los planteamientos (problemas) no se pueden hacer desde la nada, desde la ignorancia o desde ninguna teoría, por muy mítica o ridícula que esta sea, tampoco se pueden aportar soluciones desde la misma nada o desde el todo, sino que siempre las soluciones vienen dadas desde una “plataforma” de conocimiento, desde una categoría.

En este problema concreto o se resuelve desde la biología, es decir, desde la teoría (teorema) de la evolución, y entonces hay que contestar que anterior a la gallina es el huevo, pero el huevo de los reptiles o incluso de los peces, y entonces el problema en realidad más que resolverse se disuelve porque se rompe el propio planteamiento predarvinista desde donde se planteaba, o se resuelve desde las coordenadas (teoría mítica en este caso) del creacionismo desde donde en realidad está planteado el problema.

Desde el “teorema” creacionista el problema tiene otra solución: parece evidente que la gallina fue la primera en ser creada, sólo después pondría el huevo. Dios crea las aves y los animales acuáticos el quinto día y después de crearlos: “…vio Dios que estaba bien; y bendíjolos Dios diciendo: ‘sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra’.” (Gen. 21-22). Parece que el huevo es siempre posterior ("sed fecundos"). Incluso el de los peces, que curiosamente son creados el mismo día que las aves, sin perjuicio de que reserve el sexto día para los animales terrestres incluido el hombre. Las aves no son animales terrestres.

Cabe otra interpretación predarvinista creacionista, a saber, si queriendo ser precisos con el relato bíblico, algo no siempre indicado, interpretamos que aunque aves y peces fueron creados el mismo día, sin embargo, los peces fueron creados antes que las aves, pues primero menciona a aquellos y después a éstas. En ese caso lo primero sería el huevo, pero el huevo de los peces respecto al huevo de la gallina. Y aquí el problema se disuelve de nuevo y pide ser replanteado, porque entonces ¿de qué huevos estamos hablando? De los huevos en general o de los huevos de gallina en particular. Si de estos últimos, el problema sólo tiene sentido y solución desde el “teorema” creacionista: evidentemente primero fue la gallina y sólo después ésta fue fecunda, puso huevos y se multiplicó. Si de lo huevos en general, entonces primero fueron los huevos, pero los de los peces, no los de los reptiles curiosamente, pues estos fueron creados el último día, el mismo día en que creó al hombre, porque los reptiles, a diferencia de las aves, sí son animales terrestres.

En conclusión, la solución en ningún momento vendría dada porque desde el creacionismo buscásemos una respuesta interdisciplinar en cuanto coincidente con la respuesta darvinista. En efecto, podríamos decir que ambas respuestas coinciden y convienen en lo mismo: para el creacionismo el huevo fue antes porque  Dios creó antes a los peces. Lo mismo para el darvinismo, el huevo fue antes porque las aves, incluidas las gallinas, evolucionaron de los dinosaurios, que ya ponían huevos y estos de los peces también. ¿Dónde estaba el problema ya? La interdisciplinaridad, en este caso más bien transdisciplinaridad, parece dar buenos resultados incluso en los problemas más difíciles. Pero no, esta coincidencia es una mera impostura. No existe tal coincidencia porque en realidad no son las repuestas las que se podrían hacer coincidir, forzando por cierto la interpretación de las Escrituras, sino que son las propias preguntas las que parten de presupuestos distintos no interdisciplinarios y sus respectivos puntos de partida echan por tierra toda posibilidad de interdisciplinaridad. Platearse el problema desde una ciencia como la biología evolucionista, no hay otra, anula por completo el otro planteamiento y no cabe conciliación interdisciplinar posible.

Pongamos otro ejemplo menos capcioso y menos tendencioso. ¿Qué problemas iban a plantearse la tribu de los tsembaga maring de Papúa Nueva Guinea con respecto a los microorganismos causantes de la malaria si no los conocían? Su búsqueda, sus preguntas, sus problemas no podrían partir por tanto de la microbiológica. Sus soluciones tampoco. Pero con todo, es evidente que sí se plantearon el problema de la enfermedad, porque algunos morían de ella. Entonces, si se lo plantearon es porque tenían algún tipo de saber explicativo del asunto aunque no fuese científico. Partían de un saber mítico sin duda, pero con una funcionalidad práctica nada desdeñable. Porque los tsembaga  mantenían que en las tierras bajas habitaban unos espíritus que si bajabas a ellas eran los que te hacían enfermar. Y funcionaba sin necesidad de saber que sólo en las tierras bajas, pantanosas por tanto, podía poner sus huevos el mosquito anófeles. Ese era su “esquema operatorio”, tan simple como eficaz. Todavía no había podido surgir evidentemente ningún teorema científico, ninguna identidad sintética, pero era al fin y al cabo un esquema operatorio y operativo porque funcionaba como contexto generador de las únicas explicaciones y soluciones posibles. Y por muy mítico que fuese funcionaba desde un punto de vista práctico. Ellos habían dado con la solución práctica, que además confirmaba de alguna manera su esquema operatorio, su teoría mítica espiritualista. Los que no bajaban a las tierras bajas no enfermaban. En realidad la solución se asentaba en una mera correlación causal: tierras bajas-malaria y no en una relación de causalidad esencial (etiológica), científica diríamos hoy. El problema de la malaria se resolvía para ellos desde ese “esquema de identidad” o "teorema" mítico. Ese era su contexto explicativo. Quizá a partir de esos mismos presupuestos se podrían plantear otros problemas tales como: ¿y por qué los espíritus no habitaban también las tierras altas? Suponemos podrían encontrar también alguna explicación para ese problema a partir del mismo esquema operatorio.

Así pues su solución vendría siempre dada en razón de su esquema operatorio mítico. Pero este esquema se rompe cuando llegan los primeros occidentales con otros esquemas operatorios más potentes desde el punto de vista explicativo y práctico a la vez. Esquemas operatorios que tampoco tendrían por qué ser completamente científicos, pero sin duda eran más potentes. No eran del todo acertados científicamente porque en un principio se suponía que era el mosquito anófeles el causante de la enfermedad, cuando en realidad él es sólo el portador. Es más tarde cuando se descubre realmente la etiología de la malaria.

Sólo cuando se rompe un esquema operatorio por ineficacia o porque surge otro más potente se pasa a éste segundo. Por eso las preguntas o los problemas que plateaban los tsembaga dejan de ser sobre los espíritus que la causan y pasan a ser sobre el mosquito anófeles y después habrían de pasar a ser sobre los esporozoítos y merozoítos albergados en el hígado del paciente, o sobre la genética de éstos, etc. etc.

10.- LA INTERDISCIPLINARIDAD NO SE PUEDE IDENTIFICAR CON UNA GNOSEOLOGÍA SIN FRONTERAS

De todo esto se deduce una cosa muy simple, no se puede dar una solución, por muy ridícula o mítica que esta sea, desde un planteamiento totalitarista, panóptico o polimático. Y mucho  menos si quiere ser científica. Incluso las malas preguntas o los problemas capciosos como el del huevo y la gallina deben afrontarse necesariamente desde alguna categoría. Por tanto no cabe aquí una solución interdisciplinar. Sería ridícula a la par que imposible por contradictoria.

No es algo nuevo esto que defendemos. Estamos acostumbrados a considerar que los problemas se plantean sólo desde o dentro de cada disciplina. Desde la enseñanza primaria nos ponen ejercicios o problemas de aritmética, de geometría, de física, de química, etc. Incluso existen problemas propios de esas disciplinas que son históricos, que no han podido resolverse en siglos. Baste recordar los tres grandes problemas de la geometría griega: la cuadratura del círculo, la trisección del ángulo y la duplicación del cubo. Ahora bien, a pesar de lo dicho parece evidente que existen problemas que para ser solucionados requieren el concurso de varias disciplinas a la vez, es decir, parece claro que existen problemas interdisciplinarios. Es el caso sobre todo, según parece, de los problemas de carácter tecnológico, que sólo se pueden solucionar a partir de la utilización de diversas disciplinas. Ahora bien, si como hemos dicho, no hay problemas sin teoremas correspondientes, si hay problemas cuya solución es necesariamente interdisciplinaria, ¿tendríamos que admitir que también hay teoremas, leyes o principios interdisciplinarios? ¿Acaso no podríamos considerar que los principios lógicos, más aún incluso que los axiomas o teoremas matemáticos, tales como el principio de identidad, de no contradicción o el del tertio excluso (por cierto B. Nicolescu aboga por la implantación en su transdisciplinaridad del principio del tercero incluido) o incluso el principio de razón suficiente, son leyes generales de todas las demás disciplinas? Porque de hecho parecen tan generales que abarcarían a todas las categorías, que no habría categoría que no participase de ellos. Es más, que no podría haber disciplina alguna si estos no se hubiesen consolidado históricamente y hubiesen sido admitidos por todas ellas. ¿Qué más interdisciplinaridad que ésta? Interdisciplinaridad completa, total y plena. Sí, es posible, pero no es más que una interdisciplinaridad por involucración, como hemos visto. Los principios lógicos no se diluyen en aquellas ciencias en las que son involucrados, siguen perteneciendo a la ciencia de la lógica. Ni estas ciencias establecen sus teoremas infiriéndolos de esos principios. No podemos decir tampoco que pertenezcan a una ciencia interdisciplinar diferente lograda por otro cierre categorial, sino por mera involucración o en todo caso por trascendentalidad de algunas ideas filosóficas. El principio de no contradicción o de identidad no se pueden deducir de ningún principio químico ni a la inversa.

Aun así es cierto que existen problemas que requieren la presencia de diversas disciplinas. No se logra hacer volar un avión o hacer navegar un trasatlántico sin el concurso de muchas disciplinas, es evidente. No se puede realizar un trasplante de hígado sin el concurso de ciencias tales como: anatomía, fisiología, genética, hematología, citología, anestesiología… a las que habría que añadir técnicas como la del cosido, la inyección intramuscular, la colocación de una vía, etc. Pero eso en realidad no es porque sea un problema interdisciplinar, sino porque es un multiproblema. Y el tecnólogo, en este caso el médico, es el que tiene que coordinar las distintas soluciones que aporta cada disciplina siempre desde los principios propios de cada disciplina para que no haya incoherencias, contradicciones o anulaciones.

Sin romper los principios, leyes o teoremas respectivos, no se destruyen las viejas ciencias, y sin crear otros nuevos, no se crean nuevas ciencias. El único caso histórico en el que nuestro planteamiento requeriría una investigación mayor es el descubrimiento de las ecuaciones del electromagnetismo por parte Maxwell.

Por lo que llevamos dicho seguramente deberíamos deducir que en los ámbitos interdisciplinarios hay más problemas. Sin duda, sobre todo de carácter filosófico. Pero, es evidente que no son interdisciplinarios porque sean más problemáticos, sino que son más problemáticos precisamente porque son interdisciplinarios y en muchos casos, justamente por eso, más oscuros, pero sobre todo más confusos. Por eso la mayor parte de las veces los problemas se plantearán en forma de incongruencias, incompatibilidades o contradicciones entre las soluciones dadas siempre desde las distintas disciplinas implicadas: le arco iris es el símbolo de la alianza de Dios tras el Diluvio con su pueblo (Génesis 9, 13-15) o el resultado de la reflexión de la superficie de las nubes (Aristóteles, Meteorológicos, III, 4) o el efecto de la refracción y reflexión de la luz en las gotas de agua de lluvia. No se pueden sostener todas las soluciones a la vez. Unas soluciones destruyen a las otras, son entre sí necesariamente incongruentes. No podría ser de otra forma porque parten de principios, axiomas o teorías incongruentes porque ni siquiera son todas teorías científicas. Pero aunque lo fuesen también pueden plantearse incongruencias en las ciencias (onda-partícula) o entre las ciencias (fisiología-psicología). Ni existe ni tiene por qué existir confluencia ni armonía entre las soluciones de las distintas disciplinas implicadas, que son gnoseológicamente inconmensurables. Razón por la cual es en estos terrenos de la interdisciplinaridad donde surgen, quizá más que en otros sitios, las ideas filosóficas.

En conclusión, la interdisciplinaridad es un concepto oscuro y confuso pero con apariencia de lo contrario. Hemos considerado que sólo se muestra algo más claro y operativo cuando se usa en un sentido práctico-tecnológico, o bien en el sentido que hemos llamado aquí de intersectacióninvolucración o trascendentalidad. Por eso, si no se tienen en cuenta las distinciones que hemos hecho, si no se parte de una gnoseología potente y bien estructurada, uno termina por hacer un uso incompetente o ingenuo de las ciencias y por lo tanto de sus interrelaciones. Es en muchos casos lo que queremos evitar que se haga desde la Gran historia.

No cabe, pues, interdisciplinaridad sin filosofía, como tampoco cabe filosofía sin el concurso de las categorías científicas o de otras disciplinas no científicas. Ya lo decía Pitágoras, el primero en ser llamado “philósophos”, que él iba a los Juegos no sólo a ver a los púgiles y a los atletas, sino a mirar para los que miraban a estos. Lo mismo hemos de hacer desde la filosofía. Pues ésta es un saber de segundo grado, es decir, que no sólo examina la realidad que nos rodea, sino que también mira para ver cómo examinan los demás (las ciencias y otras disciplinas) la realidad. Por eso, todo proyecto interdisciplinario tendría que contar con un filósofo experto en epistemología o gnoseología que esté al día del estado y clasificación de los saberes del momento. Pues estos no son estáticos ni definitivos ninguno. De hecho podría decirse que la interdisciplinaridad es la propia filosofía ejercitada más que representada teóricamente, pues no hay nada más interdisciplinario que las ideas filosóficas, con todo lo que ello supone, a saber: su trascendentalidad categorial, y, sobre todo, el principio antes analizado, pero muchas veces olvidado, que ya viene funcionando desde Platón y que la filosofía espontánea de los científicos suele desconocer o hacer caso omiso de él: el principio de discontinuidad o principio de symploké. Un principio fundamental a tener en cuenta tanto para hacer filosofía, como para hacer ciencia, como para hacer Gran historia.

Este principio de symploké, diríamos desde la más trivial de las simplicidades, tiene dos “corrimientos”, ambos perniciosos, uno, diríamos, por defecto de relaciones y otro por exceso. Uno hacia la nada, según el cual nada se relaciona con nada, y otro hacia el todotodo se relaciona con todo. El primero de esos corrimientos no suele dar demasiados problemas, ¿cómo iba a darlos si desemboca en el nihilismo? Y de la nada, nada puede decirse. La nada, como decía Heidegger, “nadea”. Pero en las ciencias actuales el segundo corrimiento, en este caso por exceso de relaciones, se presenta como algo no sólo factible sino, parece incluso que deseable y defendido por la mayor parte de los científicos. Sobre todo físicos, cosmólogos y químicos. Sin embargo, ya Platón descartó esta posibilidad, porque si todo se relaciona con todo (perspectiva ontológica) o si toda idea se relaciona con toda idea (perspectiva epistemológica), entonces todo sería posible y todo sería pensable. Y si todo es posible, podría hacerse todo y todo podría suceder, cualquier cosa, hasta la más increíble. Y si todo fuese pensable, ya no habría ni contradicciones, ni verdades: todo “tendría sentido”, cualquier cosas sería “verdadera”, pero también, y a la vez, cualquier cosa sería “falsa”. Cualquier cosa, en definitiva, sería cualquier cosa. Pero eso no es así, la realidad, y por tanto también su conocimiento, presenta discontinuidades y ni la propia realidad ni su conocimiento se pueden presentar como si fuesen continuos. Desde el materialismo filosófico habría que afirmar de manera rotunda la discontinuidad ontológica y gnoseológica y esta discontinuidad es insalvable. Parecida a aquella que mantenía Demócrito entre los átomos. Entre un átomo y otro hay siempre una solución de continuidad, porque de no ser así se soldarían, se unirían los dos átomos en uno sólo, y eso es materialmente imposible y, además, gnoseológicamente decepcionante porque desembocaría en el monismo.

Los interdisciplinaristas, cuando se convierten en beligerantes activistas de su distintivo, tienden hacia al monismo holista y, en ese sentido, serían comparables a algo así como los “gnoseólogos sin fronteras”, porque no harían más que buscar relaciones, todas las relaciones posibles. Consideran que es en ellas en donde se encuentra una supuesta armonía universal a la vez que la fuente de todo conocimiento también universal. El trilema de la Revolución francesa sería aplicable aquí a la república de las ciencias: las categorías científicas en su libre desenvolvimiento conducirían a una fraternidad universal, armonía y paz entre las ciencias, porque en realidad todas son iguales porque todas son la misma. Cfr.- Principio de symploké. Pero las relaciones interdisciplinares ni pueden ser libres, ni fraternas ni igualitarias. La interdisciplinaridad, entonces, se nos muestra como aquel hacer de las ciencias y de la filosofía que se encargaría de establecer cómo sería posible que sólo algunas cosas se relacionen con algunas cosas, pero no con cualquiera ni de cualquier manera. No toda interdisciplinaridad es posible, quizá la botánica tenga que ver con la geometría o la genética, sin duda, incluso forzando la situación con la psicología (aunque sólo sea para negar la eficacia del tratamiento del Dr. Bach con flores) pero no parece que tenga ninguna relación científica con la sociología, la política, el derecho o la contabilidad. La verdadera interdisciplinaridad es solidaria de la verdadera filosofía y ello sin perjuicio de que la interdisciplinaridad pueda ser falsa, lo mismo que la filosofía a veces también yerra. 

Vid.- DisciplinaCienciaPolimatíaPanopsisTodo y partesSymploké


Para citar este artículo:

CENTENO,S.; “Interdisciplinaridad”; en: Diccionario filosófico de Centeno; Oviedo-España; 29/10/2019; https://sites.google.com/site/diccionariodecenteno/i/interdisciplinaridad; recuperado el:…

 

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