CENTENO, S.;
“Interdisciplinaridad”; en: Diccionario filosófico de Centeno;
Oviedo-España; 29/10/2019; https://sites.google.com/site/diccionariodecenteno/i/interdisciplinaridad recuperado el: 26 de abril de 2022, a las 20:38
hrs.
Vid.
previamente: Disciplina
1.- Introducción: interdisciplinaridad-especialidad
2.- Ninguna ciencia agota el campo de estudio
3.- En busca de una definición al menos aproximativa de
interdisciplinaridad
4.- Primeras dificultades para aproximarnos a una
interdisciplinaridad entre las ciencias canónicas
5.- En qué sentido la interdisciplinaridad de las ciencias es
imposible pero no por ello infructuosa: la dialéctica de las ciencias
6.- La interdisciplinaridad parece que confunde más que aclara
7.- Las tecnologías como conocimientos interdisciplinares por
excelencia
8.- Primeros intentos filosóficos, no científicos, de salir de
este nivel confusionario en el que se suele instalar la interdisciplinaridad.
9.- Geometría de la interdisciplinaridad
9.1.- La interdisciplinaridad
frente a otros conceptos afines
9.1.1.- Transversalidad
9.1.2.- Pluridisciplinaridad
o multiplidisciplinaridad
9.1.3.-
Transdisciplinaridad
9.2.- Modos de
interdisciplinaridad:
A.- Interdisciplinaridad
por intersectación
B.- Interdisciplinaridad
por involucración
C.- Interdisciplinaridad
por transcendentalidad
D.- Interdisciplinaridad
por exclusión categorial o complementariedad
E.- Interdisciplinaridad
por anegación o el ideal del polímata panóptico
10.- La interdisciplinaridad no se puede identificar con una
gnoseología sin fronteras
1.- INTRODUCCIÓN: INTERDISCIPLINARIADAD – ESPECIALIDAD
En ningún momento podemos
decir que el concepto interdisciplinaridad, a pesar de ser
ampliamente utilizado, sea un concepto claro, al menos desde un punto de
vista epistemológico o gnoseológico. Se
trata sin duda de un concepto cada vez más ajado, pero tan oscuro y confuso que
no parece pueda usarse de forma rigurosa si no se hacen ciertas aclaraciones y
distinciones y si no se señalan ciertas circunstancias. Y seguramente esto es
así, entre otras razones porque es un concepto bastante reciente. Nace de la
mano del sociólogo Louis Wirth en 1937 y aún no ha sido modelado todavía por
las exigencias filosóficas de una gnoseología rigurosa.
En ámbitos mundanos
es muy utilizado, pero lo es más aún, por supuesto, en el académico. Sobre todo
en pedagogía y en el ámbito práctico de la enseñanza, tanto universitaria como
en primaria y secundaria. Sin embargo se trata de un concepto muy oscuro y
confuso. Oscuro, sobre todo cuando se usa en ámbitos científicos, porque quien
lo usa está utilizando una idea de ciencia que generalmente no define o ni
siquiera señala cual es, a veces incluso diríamos que no le interesa revelarla.
Pero se podría decir que es más confuso que oscuro porque quienes lo usan la
mayoría de las veces no lo distinguen de otros muchos conceptos afines, que
irán saliendo a lo largo de esta entrada. Nos referimos a conceptos conónimos tales
como: transversalidad, multidisciplinaridad o pluridisciplinaridad, transdisciplinaridad y complementaridad que
se usan en muchos casos como sinónimos.
En realidad todos estos
conceptos si son afines, sin perjuicio de que sean diferentes, es porque tienen
un adversario común: la especialización, la “barbarie del
especialismo” que decía Ortega. Encarnado, decía él, sobre todo “en el
técnico” y en “el hombre de ciencia” o en la ciencia misma, que si
quiere progresar, dice, “sería de gran interés, y de mayor utilidad que
la aparente a primera vista, hacer una historia de las ciencias físicas y
biológicas mostrando el proceso de creciente especialización en la labor de los
investigadores. Ella haría ver cómo, generación tras generación, el hombre de
ciencia ha ido constriñéndose, recluyéndose, en un campo de ocupación
intelectual cada vez más estrecho. Pero no es esto lo importante que esa
historia nos enseñaría, sino más bien lo inverso: cómo en cada generación el
científico, por tener que reducir su órbita de trabajo, iba progresivamente
perdiendo contacto con las demás partes de la ciencia, con una interpretación
integral del universo, que es lo único merecedor de los nombres de ciencia,
cultura, civilización europea.”. Ortega denuncia la desaparición, ya
desde el siglo XIX del diletantismo o “la curiosidad por el conjunto
del saber”. Y ello a pesar de que la ciencia, dice, ha podido progresar
gracias a esta hiperespecialización de hombre mediocre. “El
especialista –dice Ortega– " ‘sabe’ muy bien su mínimo
rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto”. Por eso no se puede
decir ni que sea un hombre sabio, porque ignora todo lo que no entra en su
especialidad, ni tampoco un ignorante porque lo sabe todo de su rincón.
(vid.-Ortega y Gasset, “La barbarie del especialismo”, en La
rebelión de las masas, XII).
La interdisciplinaridad
parece querer ir contra este especialismo que denunciaba Ortega. Pero a la vez,
como presuponiendo que toda realidad está necesariamente interconectada con todo,
hubiese que sostener la universalidad de la interdisciplinaridad, la cual, a su
vez, no iría contra el progreso de la ciencia, sino todo lo contrario. Ninguna
investigación que se precie hoy se olvida de la interdisciplinaridad o
cualquier otro de los conceptos afines que hemos nombrado.
En cualquier caso poner en
práctica la interdisciplinaridad no presupone necesariamente una labor
epistemológica ni una gnoseológica de la ciencia, aunque la presuponen
necesariamente, por supuesto, es más bien una manera quizá ingenua por
aparentemente neutra, de integrar las ciencias y el resto de saberes en un
marco de clasificación interconectado que sirva como referencia. En ese sentido
la interdisciplinaridad es una pretendida forma de universalización del saber.
Cada vez se habla más de
interdisciplinaridad, no podemos decir que sea algo nuevo, pero tampoco que sea
algo sencillo. Aunque lo parezca. No fue, en efecto, C. P. Snow el primero que
trató este asunto, pero sí el primero que expuso de manera dialéctica el
problema del especialismo y añadió una propuesta de solución en su famosa
conferencia: Las dos culturas. En ella denunciaba la incomunicación
y la total falta de entendimiento entre la cultura científica y
la segunda cultura, las humanidades. Pero esta famosa conferencia
ya se dio en el año 1959 y hoy, ya en el 2018, casi sesenta años después, ya no
son sólo los literatos los que no entienden de ciencias, ni los científicos los
que no leen literatura, ahora, además, debido a la superespecialización masiva,
son los científicos los que ni siquiera entienden a los otros científicos.
Estos no entienden nada que no pertenezca a su propia disciplina. Dada esta
situación ha surgido, apoyada por instituciones culturales internacionales como
la UNESCO, la necesidad de potenciar una visión más pluridisciplinaria,
transversal, interdisciplinaria, transdisciplinaria, sistematizada y
globalizada, como se quiera nombrar.
Todavía se escriben muchos
libros donde se denuncia esta división de los saberes y se preconiza la
interculturalidad. Un ejemplo relativamente reciente puede ser el de José
Manuel Sánchez Ron; La nueva Ilustración: ciencia, tecnología y
humanidades en un mundo interdisciplinar, Oviedo, 2011. Sánchez Ron
mantiene en esta obra que el gran desarrollo de las ciencias se haría imposible
si se sigue por el camino de la superespecialización. El futuro del desarrollo
del conocimiento, de la investigación y del progreso pasa por la
interdisciplinaridad. Sin embargo, no entra a definir con rigor qué es la
interdisciplinaridad, sólo dice cosas tan genéricas como que es la integración de
diferentes aspectos de diferentes disciplinas. Pero ¿qué significa integración?
Y sobre todo, ¿en qué se diferencia esta definición de la de
transdisciplinaridad que la define como la conjunción de
elementos comunes? No especifica demasiado: ¿a qué tipo de integración se
refiere? O ¿cómo se logra esa integración? O cuando habla de conjunción: ¿a qué
tipo de con-junción se refiere? ¿Se supone que formal? Porque integraciones o
conjunciones entre las partes de las ciencias son obvias. Lo veremos.
Tampoco está muy claro
desde qué concepción de la ciencia está hablando Sánchez Ron para explicar esas
dos formas de inter/trans-disciplinaridad. ¿Descripcionista, teoreticista,
adecuacionista o incluso circularista? Es difícil de determinar porque no
parece siempre la misma, pero es evidente que según nos situemos en una postura
u otra los resultados serían muy diferentes. Desde la teoría del Cierre
categorial, desde donde nos situamos nosotros, el concepto de
interdisciplinaridad científica entendemos que es muy confuso y no menos
oscuro, de tal modo que cuando se usa, sobre todo para referirse a saberes
científicos, es rechazable absolutamente, porque, en rigor, no existe tal posibilidad
entre las ciencias. Entre los demás saberes veremos que es diferente.
La mayoría de los
analistas, que como Sánchez Ron analizan la multiplicidad de disciplinas y su
dispersión y especialización, consideran que este despliegue multidisciplinar
se debe a causas externas a la propia fragmentación del saber. Es como si el
saber fuese único, porque única es la realidad y si ahora se encuentra dividido
en disciplinas no es por las características ontológicas de la realidad misma,
ni por las características gnoseológicas del desarrollo del conocimiento en
general. La superespecialización provendría no de las propias características
de la realidad material y de su curso, sino de la división social o académica
del trabajo, de la búsqueda de unos intereses académicos profesionales
divergentes, de los diferentes lenguajes que éstas disciplinas se han visto
forzadas a utilizar para su avance, de tal modo que su babelización provocó o
al menos profundizó la brecha interdisciplinar haciendo que no se entendiesen
entre ellas. Un químico no se entendería con un matemático o con un lógico ni
estos con un lingüista estructuralista, principalmente por los lenguajes
especializados con los que trabajaría cada uno. Lo cierto es que este mismo
argumento puede darse la vuelta, porque también existen, y cada vez más,
intereses profesionales convergentes: la Gran historia, la
interdisciplinaridad… De cualquier forma esos intereses profesionales o
académicos, tanto los convergentes como los divergentes, se suelen presentar
como si fuesen externos a las ciencias mismas. Sin embargo, es muy posible que
los cursos operatorios que nos lleva al descubrimiento de las esencias de las
ciencias (leyes, principios, teoremas, etc.) se nos terminan imponiendo
independientemente de esos intereses académicos supuestamente espurios.
2.- NINGUNA CIENCIA AGOTA EL CAMPO DE ESTUDIO
Ninguna ciencia agota el
campo de conocimiento que le es propio. La geología trata de formaciones
estratigráficas en las cuales puede haber rocas que contengan cristales por
ejemplo, de los cuales ya no se encarga la geología, sino la cristalografía. A
su vez, dichos cristales se componen de una serie de elementos, y estos se
componen de una serie de átomos que están ordenados de determinada manera y ese
ordenamiento no lo estudia la cristalografía sino la física atómica.
¿Qué ciencia agota el
campo del estudio del hombre por ejemplo? La antropología no agota el estudio
del hombre, el hombre no es una categoría. Se requieren muchas ciencias e
incluso, en ocasiones, muchas técnicas o tecnologías, para el tratamiento de lo
humano, las cuales, éstas últimas sobre todo, son el verdadero campo de la
interdisciplinaridad como veremos.
Además algunos ámbitos de
la realidad habitualmente son comunes a varias disciplinas a la vez. Por ejemplo
algunos de los términos materiales de la historia y la geografía, incluso de la
geología o la química, tomadas como ciencias, son comunes a muchas de ellas:
relieve, clima, industria, agricultura, Estado, etc. Lo que ocurre es que
cuando estamos haciendo historia son segregadas aquellas relaciones que se
pudieran establecer entre esos términos que no pertenecen a esa categoría.
Pasaría lo mismo cuando hacemos geografía, ésta segregaría los componentes
formales propios de la historia o de la geología y la química. Y cuando hacemos
geología lo mismo.
Un ejemplo más concreto:
¿qué tienen que ver las arcillas, como componentes de un paisaje (geografía)
pero también de una formación geológica (geología), en cuanto que los elementos
químicos que las forman son, entre otros, aluminio y hierro (química), con la
guerra, que es un componente formal perteneciente a la historia? Ni la química,
ni la geografía, ni la geología estudian las guerras qua tale, sin
perjuicio evidentemente de que podríamos encontrar relaciones. A saber: la
infantería, la caballería, la artillería o incluso los tanques se quedan
atascados en lugares arcillosos con la lluvia o con el deshielo. Pero cuando el
historiador estudia cómo el atasco de la artillería mecanizada puede provocar
la pérdida de una batalla segrega de su campo de estudio los componentes
químicos de la arcilla, sin perjuicio de que esa pueda incluso ser la causa de
la pastosidad y fangosidad de la arcilla bien empapada de agua. De igual manera
segrega las estructuras geomorfológicas. Le da igual que esas arcillas se hayan
acumulado allí en el Jurásico que en el Triásico. Porque al militar o al
estratega sólo le interesa calcular cual sería la velocidad de maniobrabilidad
de los cañones, tanques o caballos o la forma de evitar ese campo de batalla si
le perjudica a él o beneficia al enemigo, etc. Y esto último es lo que le
interesa al historiador a la hora de analizar las causas de la pérdida de una
batalla por ejemplo. Con todo, lo que se ve es que los cursos operatorios que
se establecen en las ciencias, en donde se encuentran las arcillas como
componentes, son distintos en cada disciplina, de tal modo que sólo podemos
decir que hay interdisciplinaridad aparente entre esas ciencias, porque esos
cursos pueden ser paralelos pero no interdependientes, al menos no
esencialmente interdependientes. Para la geología y aún menos para la historia
no es determinante el que las arcillas estén formadas por cristales
tetraédricos de silicatos, pero sí para la cristalografía o para la química. De
la misma manera que al matemático no le interesa en absoluto los átomos de
carbono o de titanio que pudiera tener la tinta con la que demostramos un
teorema. La demostración sigue otro curso operatorio diferente, las partes
formales del teorema matemático no está en la estructura de las moléculas que
forma la tinta.
3.- EN BUSCA DE UNA DEFINICIÓN AL MENOS APROXIMATIVA DE
INTERDISCIPLINARIDAD
Pero entonces, volviendo
al problema que nos ocupa: ¿cuáles son los saberes interdisciplinares? No es
una pregunta baladí, así que ensayemos ya una definición:
Son aquellos campos de
conocimiento que presumiblemente están entre (habrá que
resolver qué es ese "entre") disciplinas distintas ya
institucionalizadas o aquellos en los que, de alguna forma, interviene más de
una disciplina, bien sea
por intersectación, involucración o transcendentalidad.
4.- PRIMERAS DIFICULTADES PARA APROXIMARNOS A UNA
INTERDISCIPLINARIDAD ENTRE LAS CIENCIAS CANÓNICAS
Más adelante explicaremos
las diferencias entre estos conceptos, que en ninguno de los casos es
mera yuxtaposición. En cualquier caso no nos hagamos
ilusiones, la definición es tan general y tan poco operativa que apenas sirve
para discernir cuáles son esos saberes supuestamente interdisciplinarios. La
clave está en el “inter-…” que, visto éste desde un punto de vista lisológico (no
morfológico), puede producir una gran confusión si no se especifican varias
cosas. Por ejemplo, a qué ámbito disciplinario o a qué figura gnoseológica de
la ciencia que estemos tratando va referido. Porque, situándonos ya
internamente en los saberes científicos, puede ir referido a contenidos
de carácter sintáctico meramente (términos, relaciones u operaciones),
semánticos (fenómenos principalmente), pragmáticos (autologismos, dialogismos o
normas) o incluso a aspectos de carácter metodológico como veremos. ¿Realmente
a esto podemos llamarlo interdisciplinaridad?
Empecemos por aproximarnos
al problema mediante algún ejemplo:
· En
matemáticas son sobre todo las relaciones y las operaciones (sintaxis)
las que intervienen por involucración en las demás
ciencias debido, en este caso, a su carácter meramente formal, vacío de todo
contenido semántico en principio. ¿Cómo si no se explica que podamos resolver
utilizando las matemáticas un problema por ejemplo de mecánica newtoniana? Sin
el cálculo matemático sería imposible. Pero el cálculo, mera sintaxis, es un
desarrollo meramente formal. Por eso en este ejemplo se ve muy claro, el
cálculo es aquello (meramente formal, sin contenido semántico) que las
matemáticas prestan a la mecánica para resolver sus problemas de fuerzas y
movimientos. Otro ejemplo, la estadística es también un recurso matemático al
que recurren muchas ciencias para hacer evaluaciones o establecer mediciones
que no se podrían hacer de otra manera. Pero fuera de las matemáticas existen
ciencias que comparten por ejemplo relatores: la biología y la química o la
cristalografía comparten el microscopio como operador. De hecho muchos
instrumentos de laboratorio, que se podría interpretar en muchos casos como
relatores u operadores son compartidos por diversas ciencias: una balanza, un
termómetro, un microscopio, etc. Los test, por ejemplo, pueden emplearse en
diferentes disciplinas. Todos ellos podrían ser llamados interdisciplinares de
algún modo. Pero si es esto a lo que se refieren los hablan de la
interdisciplinaridad ya empezamos a ver que para este viaje no hacía falta
tantas alforjas, es decir, en estos ejemplos no encontramos más que préstamos
de materiales. Da la impresión de que la interdisciplinaridad habría de
referirse a problemas más serios.
· Referido
a contenidos de carácter semántico. El mismo fenómeno puede
ser estudiado por multitud de ciencias. La luna como fenómeno puede ser
estudiada por ejemplo por un astrónomo (órbita, influencia en las mareas,
etc.), pero también, por qué no, por un geólogo (no sé si habría que decir
mejor un exogeólogo) o por un químico, si se pone a analizar las muestras que
se trajeron en el Apolo 11. No digamos ya disciplinas “de aluvión” tales como
la oceanografía o, según otros, las “ciencias del mar”, cuyo campo de estudio
son los mares y océanos pero vistos desde un punto de vista biológico,
atmosférico, geológico o desde la mecánica de fluidos (corrientes marinas,
mareas, temperaturas o presión), etc.
· Desde
el punto de vista pragmático son muchísimas las
ciencias que comparten las mismas normas (lógicas y deontológicas) o los, a
veces, caprichosos autologismos, que pueden pasar de unas a otras. ¿Cómo si no
se le hubiese podido ocurrir a Darwin, un naturalista, la idea de selección
natural, de lucha por la existencia y de supervivencia
del más fuerte si no hubiese leído previamente a Adam Smith, un
economista?
La interdisciplinaridad no
sólo tendría por qué ir referida a las estructuras o a los contenidos, como
hemos visto, sino a los métodos. Y decimos “métodos” no “método”
en singular, porque no existe un método científico único y válido para todas
las ciencias. ¿En qué se parece el método de las matemáticas al de la física?
Habría mucho que decir. Eso en el caso de que en las matemáticas se use sólo un
método, porque el que usa un matemático intuicionista como Breuwer no será el
mismo que el que usa un formalista como Hilbert.
Es verdad que cuando las
disciplinas de las que hablamos son ciencias comparten, con mayor o menor
profusión, los mismos métodos, los modi sciendi. En muchas
disciplinas y en la mayoría de las ciencias encontramos: definiciones (descriptivas, recursivas, estipulativas, operacionales), demostraciones (inductivas,
deductivas, etc.), clasificaciones(taxonomías, tipologías, desmembramientos, agrupamientos)
o modelos (metros, paradigmas, prototipos, cánones).
Es sobre todo en estos últimos en los que puede haber más transferencia e
influencias directas de unas ciencias a otras. El sistema planetario puede
servir de modelo para el sistema atómico o el sistema mecánico de un reloj
puede ser tomado como modelo del universo, el cuerpo humano puede servir como
modelo orgánico de la sociedad o el orden de una ciudad (cosmópolis) puede
servir de modelo para considerar el orden del cosmos.
Con estos ejemplos podría
parecer que todos aquellos elementos, componentes o dimensiones gnoseológicas
de las ciencias son o pueden ser más interdisciplinarias. No sabemos hasta qué
punto eso puede ser cierto, pero un aspecto fundamental de las ciencias son
las esencias (eje semántico),
sean éstas relacionales o no. Sin embargo, éstas es imposible considerarlas
interdisciplinares, porque cuando se establecen segregan no sólo al sujeto que
las construye (al menos en las ciencias α-operatorias),
sino a todos aquellos componentes que dejan de ser esenciales, como los
fenómenos por ejemplo. La óptica, cuando habla de longitudes de onda deja de
hablar de colores. Sin perjuicio de que éstos hayan contribuido al
descubrimiento de aquellas. El teorema de Pitágoras refleja una relación
esencial entre catetos e hipotenusa. Pero no se puede hablar de interdisciplinaridad
del teorema de Pitágoras más que de una forma ingenua y acrítica. Por el hecho
de que se emplee en astronomía para calcular la distancia de una estrella, en
agrimensura para calcular la lindera de una finca, en cartografía para calcular
distancias marítimas o en arquitectura para calcular la altura de un edificio,
no hacemos por eso de él un conocimiento interdisciplinar, sigue siendo
matemático.
De modo que habrá que
explicar la interdisciplinaridad según en qué momento (histórico) o gnoseológico
de la ciencia nos encontremos. Porque cuando las ciencias están formadas éstas
segregan los elementos no pertinentes, es decir, aquellos que justamente no
forman parte ya de su constitución, sin perjuicio de que en un primer momento
fuesen necesarios (operaciones, fenómenos, autologismos…). Si volvemos al
teorema de Pitágoras cuando construimos el triángulo en nuestro cuaderno, el
teorema en cuanto tal segrega algunas cosas que no son pertinentes para la
relación esencial entre catetos e hipotenusa. Segrega el color del triángulo
(fenómeno), por muy importante que sea para la psicología o para la pedagogía
usar colores para diferenciar catetos e hipotenusa. Segrega las cualidades de
la tinta (partes materiales) con la que se dibuja el triángulo, por muy importante
que sea para la química. El teorema de Pitágoras no tiene nada de química, no
se puede explicar desde ella, lo cual quiere decir que no todo es química, ni
todo se relaciona con la química. Segrega al propio sujeto operatorio que lo
construye, porque la geometría por más que la construyan los hombres no es una
ciencia humana. Es más, da lo mismo que el teorema lo demuestre un niño de diez
años, una mujer china o un asesino en serie.
5.- ¿EN QUÉ SENTIDO LA INTERDISCIPLINARIDAD DE LAS CIENCIAS ES IMPOSIBLE
PERO NO POR ELLO INFRUCTUOSA? DIALÉCTICA DE LAS CIENCIAS
La tesis que vamos a
defender aquí es que la interdisciplinaridad de los contenidos
esenciales de las ciencias es imposible. Y, además, la supuesta
interdisciplinaridad no puede dar como resultado otras ciencias. La
interdisciplinaridad aunque pueda ser científica, no produce por lo general
saberes científicos autónomos, sobre todo porque casi siempre que ésta tiene
algún éxito es porque se mantiene en el plano pragmático, subjetual o pedagógico,
lo cual no es poco, pero permanece intacta la estructura categorial
gnoseológica de partida de las ciencias implicadas.
Del mismo modo que un
círculo de círculos no puede formar un círculo, un conjunto de ciencias que
intercambian materiales, métodos o algún otro aspecto sintáctico o pragmático
por ejemplo, ni las ciencias mismas ni los materiales intercambiados pueden
constituir una ciencia nueva. Eso no quiere decir que esos intercambios no sean
útiles para resolver problemas que impliquen a diferentes ciencias a la vez, o
que no pueda ser interesante, didácticamente por ejemplo, la construcción de
una enciclopedia de las ciencias.
La idea de
interdisciplinaridad es un concepto gnoseológico de suma importancia por cuanto
afecta de forma directa y primaria a la dialéctica entre las ciencias,
dialéctica referida sobre todo a su unidad-pluralidad y, por lo tanto tiene que
ver con algo fundamental: su distinción y, a la par, su “convivencia” en
la república de las ciencias. La interdisciplinaridad presupone la
existencia de disciplinas previas, pero a la vez, y al menos desde algún punto
de vista (sobre todo desde la transdisciplinaridad) se pretende negar, disolver
o superar esa disciplinaridad primigenia, como si las categorías no se nos
impusiesen tanto desde el punto de vista gnoseológico como ontológico.
Entre las disciplinas no
hay una armonía gnoseológica, sino todo lo contrario, se relacionan
dialécticamente entre sí. Si realmente hubiese armonía no sería extraño que
todas las ciencias se unificasen en una sola. Es evidente a todas luces que hay
entre ellas una especie de darvinismo gnoseológico, luchan a muerte por
sobrevivir formando una especie de “gnoseocenosis”, permítasenos
este neologismo formado a partir γνώσις [gnósis]
conocimiento y κοινός [koinós] común, es
decir, una comunidad de conocimientos en la que éstas entran necesariamente en
interrelación. A veces parecen unirse parcialmente entre sí dando como fruto
una supuesta disciplina intermedia (bioquímica, biotecnología), otras veces se intentan
anular o reducir unas a otras o se unifican momentáneamente o se hacen
préstamos, metodológicos sobre todo. La interdisciplinaridad en muchos casos en
realidad no puede interpretarse más que como préstamos (metodológicos, de
operadores, de dialogismos, de influencias autológicas, etc.). Pero resulta que
cuando estos préstamos empiezan a funcionar dentro ya de cada disciplina dejan
de ser interdisciplinarios y pasan a formar parte de pleno derecho de la
ciencia prestataria. Es decir, dejan de ser lo que fueron. De ese modo el
préstamo que le hace la economía de Adam Smith a la biología de Darwin no puede
considerarse algo interdisciplinar en el momento se integra formalmente en la
biología con la misma fuerza y exclusividad que tenía en la economía.
Se nos ocurre una analogía
para entender mejor las relaciones de interdisciplinaridad cuando ésta se da
entre las ciencias exclusivamente. Pues éstas pueden ser entendidas de modo
análogo a como se dan las relaciones objetivas entre Estados soberanos e independientes.
La interdisciplinaridad, según este símil, se asemejaría a las relaciones
internacionales regidas por el llamado derecho
internacional. Derecho que sólo tiene fundamento si lo tiene el derecho
de cada uno de los Estados de derecho. Porque si uno de los Estados pierde la
fuerza del derecho, es decir pierde la fuerza, entonces pierde también el
derecho y empieza a correr el peligro de que otros Estados o algunas de sus
facciones o partes, se impongan sobre él. Cada Estado mantiene relaciones internacionales
con uno o varios Estados, pero a la vez cada uno conserva necesariamente su
soberanía. Ocurre con las ciencias algo similar a como cuando entre dos Estados
hay libres relaciones comerciales o jurídicas (extradición), militares
(estratégicas) etc. La colaboración interdisciplinar (inter-soberana) es
peligrosa si una de las ciencias está poco fundamentada, no tiene la fuerza
suficiente para sostenerse y puede ser reducida a la otra con la que colabora o
es afín. La analogía política funciona mejor cuando hablamos de ciencias
soberanas, pero no funciona mal cuando hablamos de otros saberes no
científicos, que si no tienen un cierre categorial, porque no son soberanos, sí
lo intentan al menos. Las ciencias, en cambio, son como los Estados, necesariamente
imperialistas. Su cierre categorial diríamos en sentido
gnoseológico, su “cierre soberano” si hablamos en términos politológicos, es
fundamental para determinar su existencia. De tal modo que no existirían ni los
Estados ni las ciencias sin esa mínima soberanía. Por ejemplo, los acuerdos,
tratados, pactos o alianzas implican tener en consideración no sólo los
intereses de cada uno de los Estados, sino una confluencia pactada de derechos
o de obligaciones. De igual modo en la interdisciplinaridad hay también cierta
confluencia no sólo de intereses prácticos, sino por ejemplo, transferencia de
conocimientos, de contenidos o de métodos. Pero sólo puede haber
interdisciplinaridad mientras existan, con independencia o “soberanía
gnoseológica” las ciencias independientes y cerradas. Desaparecida esa
soberanía desaparecería la ciencia, de igual manera a como el derecho
internacional no sería nada de no ser sostenido por los propios Estados
soberanos de referencia.
Un ejemplo más concreto de
estas relaciones dialécticas son las relaciones problemáticas que existen entre
la biología y la medicina. Se ha deshumanizado la medicina, se dice y se dice
por muchas razones, pero en parte porque se ha “biologizado”, es decir, la
actividad médica está intentando ser reducida a meros procesos biológicos.
Ahora hay laboratorios de biología o química en los hospitales, y se puede
analizar en ellos la malignidad de un tumor en cosa de minutos. Pero la vida de
un paciente no se reduce a la vida orgánica. Curiosamente el término biología
viene del griego βίος [bíos] que
precisamente no significa vida orgánica, ésta se dice ζωή [zoé], de donde viene zoología, βίος, en cambio,
significa vida cultural o espiritual, aquella justamente con la que también
tiene que contar un médico y que un biólogo paradójicamente no puede tener en
cuenta. Por ejemplo, cuando habla de la calidad de de vida que
le queda a un paciente después de haberle sido amputado o trasplantado un
órgano o un miembro. Biología y medicina son afines, tienen muchas metas en
común. La biología académicamente es central en los estudios de medicina, pero
su relación con ella, como vemos, es dialéctica. La bioética, y los comités de
ética que cada vez más existen en los hospitales es la principal prueba de que
la relación es polémica. ¿Por qué la biología tendría que regirse por ninguna
prescripción deontológica propia de la bioética? En este caso la
interdisciplinaridad, si es que así la podemos llamar, está justamente en los
resultados de su propia relación dialéctica que no queda anulada nunca. La
interdisciplinaridad en este caso, al menos desde el punto de vista gnoseológico,
parece contradictoria pues se encuentra justamente en lo que ambas disciplinas
tienen de disyunto. De ahí aquello que decíamos de los comités de ética o
deontología médica. Porque desde el punto de vista biológico por ejemplo sería
extraordinario poder experimentar con pacientes vivos, inocularles bacterias,
virus, producirles cánceres artificialmente. Pero es evidente que eso va contra
el primer principio de la sindéresis ética: la preservación del individuo, que
es lo que persigue justamente la medicina. No nos parece descabellado que sea
justamente en estas contradicciones en donde aparezcan más asuntos
interdisciplinares.
6.- LA INTERDISCIPLINARIDAD PARECE QUE CONFUNDE MÁS QUE ACLARA
Ahora bien sin salirnos
del ámbito gnoseológico y sin salirnos tampoco de ese plano confusionario que
denunciamos pero comenzando por él, en la mayor parte de los casos se
habla de interdisciplinaridad cuando se da alguna de estas circunstancias poco
claras:
1. Cuando uno está instalado en la cómoda
confusión de la pluralidad:
1.1. Cuando no
se sabe bien a qué disciplina pertenece aquello de lo que se está hablando. En
ese caso el interlocutor se coloca en un ámbito general del conocimiento sin
definirse, principalmente por desconocimiento o embrollo de la clasificación de
los saberes que maneja. Los políticos y a veces también los pedagogos se
ven a menudo en este trance. Aquello que dice Comenius en su Didáctica
magna podría caer dentro de esta confusión pluralista
pedagógica: “Enseña todo a todos”, ahí es nada.
1.2. Cuando no
se quiere mostrar claramente desde qué disciplina se habla y se confunden éstas
intencionalmente. La imprecisión por generalización a veces produce réditos
sobre todo a los políticos y publicistas.
1.3. Cuando se
quiere ser neutral, neutralista o se quiere mantener uno en el más puro relativismo epistemológico
o gnoseológico. Todo sofista, léase político, sabe esto muy bien.
1.4. Cuando se
quiere manifestar la extrema complejidad de un tema que requiere el
conocimiento de múltiples disciplinas en muchos casos ni siquiera afines. En
esto es especialista el petulante erudito, el hombre polímata.
2. Cuando uno busca la claridad pero no
sale de la confusión lisológica de la unidad:
2.1. Cuando se
parte de la existencia de una mathesis universalis al modo
como pensaban Leibniz o Descartes (vid. en disciplina etimología
de matemáticas) o, dicho de una forma más actualizada, cuando uno habla desde
una supuesta ciencia unificada o desde una transdisciplinaridad (vid. más
adelante), concepto oscuro donde los haya, que pretende la unión de todas las
ciencias de una manera panóptica.
2.2. Cuando
intencionadamente se quieren abarcar muchas disciplinas a la vez, es decir,
cuando se quiere hablar desde la más abierta erudición o panopsis por cuanto esa
pluricategorialidad aporta, sin duda, prestigio social o académico al
tratadista. El conocimiento interdisciplinar puede entenderse simplemente como
el conocimiento del que no quiere situarse en el especialismo, del que quiere
mostrarse erudito o panóptico. Interdisciplinaridad se identifica en este caso
con la pluridisciplinaridad o multidisciplinaridad enciclopédica
como si las ciencias estuviesen yuxtapuestas sin más de la misma manera que lo
están los despachos departamentales en un instituto o en una facultad y
convergiesen todas ellas amistosamente en lo mismo, quizá en un saber universal
o enciclopédico. Este uso acrítico e ingenuo, y no por eso menos metafísico, es
propio sobre todo de pedagogos y enseñantes pero también de articulistas y
periodistas. Los distintos currículos de una ley educativa son un ejemplo de
esa supuesta pacífica coexistencia de las distintas disciplinas que lo integran
y que en realidad no tienen ninguna conexión interna que no sea a veces el mero
enciclopedismo. Es el caso también, por ejemplo, de las llamadas "ciencias
del mar". ¿Qué ciencias incluir aquí? Pues muchas evidentemente, y
parece que cuantas más mejor: biología, geología, vulcanografía, climatología,
química, bioquímica, geografía, economía, etc. Bien, y de esos estudios, que se
definen por sí mismo interdisciplinares, ¿qué sale? No se sabe muy bien. En
realidad depende de qué ciencia se imponga sobre las otras. La "gnoseocenosis"
de la que hablábamos antes está aquí funcionando a toda máquina. Todo el mundo
asistente por ejemplo a un congreso de esas características se confesaría
interdisciplinar, pero lo cierto es que lo que estaría funcionando serían
intereses espurios a las ciencias mismas, pues esa supuesta
interdisciplinaridad buscada se apoya en los intereses no siempre científicos,
sino económicos, sociales, políticos o de simple prestigio social, que son los
que determinan, más que otros aspectos, los resultados de esa
"buscada" interdisciplinaridad.
3. Cuando se busca la claridad gnoseológica
o práctica:
3.1. Cuando se
quiere lograr un fin práctico determinado, casi siempre de
carácter técnico o tecnológico, y se ve que para alcanzarlo es necesario el
concurso de muchas disciplinas distintas y a veces dispares. Por ejemplo,
solucionar el calentamiento global supone tener en cuenta: la
industria, la meteorología, la geografía, la sociología, la historia, la
economía, la química, la física, la astronomía, la ecología, la climatología,
la política, etc. Otro ejemplo: la epidemiología, como cualquier
otra rama de la medicina, requiere el concurso de disciplinas como: la
genética, la sociología, la moral, la microbiología, la zoología, la
psicología, la política o incluso la religión o la mitología. En realidad todo
acto médico es siempre interdisciplinario, como ocurre en todas las
tecnologías, porque su finalidad no es científica. La medicina, que no es una
ciencia, es una tecnología, tiene como finalidad la producción o conservación
de la salud. En este caso, como en otros casos igualmente tecnológicos, la
interdisciplinaridad tiene sentido porque viene predeterminada y unificada por
el fin que se pretende conseguir. Modificado ese fin cambian las disciplinas
intervinientes. Abandonado ese fin se abandona incluso esa interdisciplinaridad
por la falta de sentido de su confluencia.
3.2. Cuando se
considera que el tema o problema compete con igual derecho a más de una
disciplina sin menoscabo de la autonomía o cierre de cada una de ellas, bien
sea por intersectación o involucración de
las categorías. Problemas a los que ya hemos hecho mención y que volveremos
sobre ellos más delante de nuevo.
La circunstancia tercera es la única en la
que se usa el concepto interdisciplinaridad con cierto rigor. Desde ámbitos
tecnológicos su uso suele ser en la mayor parte de los casos muy claro. Y tanto
más, cuanta más eficiencia se
pretenda lograr. Porque en esos casos las disciplinas implicadas se escogen
sólo en razón de los fines perseguidos, de tal modo que
es el fin práctico el que determina el grado y el modo de interconexión entre
esos saberes, sin atender a la fundamentación o al cierre categorial gnoseológico
de las disciplinas implicadas. Cuando desaparece ese fin práctico, que es el
que determina qué nos interesa escoger de cada ciencia implicada, la
interdisciplinaridad empieza a desdibujarse, a distorsionarse o a hacerse
confusa a la vez que innecesaria.
7.- LAS TECNOLOGÍAS COMO CONOCIMIENTOS INTERDISCIPLINARES POR
EXCELENCIA
Parece evidente por lo que llevamos dicho, que cuando la interdisciplinaridad
hace referencia a categorías científicas, la dificultad se acrecienta
considerablemente. Más aún, desde la teoría del Cierre categorial la interdisciplinaridad entre
las ciencias, dicho sea en sentido gnoseológico, en rigor no existe,
porque si no, no podríamos hablar de cierre categorial.
Pero aunque exista cierre
eso no quiere decir que haya clausura o que no haya elementos comunes entre las
diferentes disciplinas o que no pueda haber cooperación desde el punto de vista
pragmático. Ahora bien, las soluciones a problemas científicos sólo
pueden venir desde cada una de las ciencias particulares, por más que después
se pongan en común por colaboración para solucionar problemas tecnológicos. La
solución de un problema geométrico pongamos por caso, nunca podrá provenir de
la química ni de la neurología. Por más que podamos hacer un análisis químico
de la tinta con la que se resuelve el problema, o tomarnos una anfetamina para
resolverlo. De un análisis químico nunca podemos deducir una conclusión
geométrica, ni de los procesos fisiológicos propiciados por la anfetamina
tampoco, por más que ella nos facilite la ideación, los autologismos, de su
resolución. De las sinapsis de nuestras neuronas o del estudio de los
neurotransmisores implicados no podemos tampoco deducir ningún teorema
geométrico por mucho que el geómetra sea un animal con sistema nervioso.
Cuando se presenta un
problema de carácter práctico o de carácter tecnológico o incluso filosófico es
lógico que confluyan en él diversas categorías, alguna o todas ellas
científicas, por qué no. Pero ese saber confluyente e interdisciplinar no se ha
de convertir necesariamente en una nueva ciencia. La interdisciplinaridad no es
“intercientificidad”. Ésta es imposible. Puede haber involucración (más
adelante veremos qué es esto) de distintos componentes de una ciencia en otra,
y eso podría parecer interdisciplinaridad científica, pero en realidad no lo
es, porque esos materiales involucrados sólo funcionan para la ciencia
involucrada como partes materiales, no como partes formales. El
funcionamiento de la mitocondria, más en concreto la respiración celular que en
ella se produce, puede ser analizado mediante conceptos químicos, el llamado
ciclo de Krebs. Pero el cierre de estos procesos químicos no se logra en la biología,
ni se fundamentan en ella, sino en la química. Sin Mendeleiev sería imposible
aplicarlos o explicarlos, luego en realidad la bioquímica no es una
ciencia per se que esté entre dos ciencias y que participe de
las dos. En rigor no es una materia científica e interdisciplinar, sino que
podríamos decir que la bioquímica es más una disciplina en la que los organismo
biológicos son analizados desde la química. Las reacciones químicas del ciclo
de Krebs explican la respiración celular en cuanto son procesos químicos. Sin
embargo, desde la biología sólo son partes materiales del proceso descrito. Los
procesos biológicos se dan a otra escala distinta de los químicos, porque si se
pudiesen explicar exclusivamente desde la química entonces la biología se podría
reducir perfectamente a la química. Pero no es el caso, ergo, la
interdisciplinaridad entendida como la intercientificidad entre
la biología y la química es imposible.
En el estudio de la
tierra confluyen muchas ciencias: la geología no abarca todas las
llamadas ciencias de la tierra: geografía, geofísica, geoquímica,
paleontología, geodesia, geomorfología, vulcanología, meteorología,
oceanografía, etc. Para resolver un problema práctico, pongamos por caso
construir una autopista, se darían cita muchas de esas ciencias, más muchas
tecnologías: ingeniería de caminos, economía, sociología, ecología,
jurisprudencia.... Más todas las ciencias que esas tecnologías traigan en su
hacer, porque es imprescindible que un ingeniero de cominos sepa matemáticas pero
también topografía o incluso derecho. Sin integrales no se puede hacer una
curva, es evidente. Ahora bien, aunque esa confluencia de saberes, que gustan
de ser llamados interdisciplinares, traiga los deseados resultados prácticos,
no podemos decir que eso suponga la aparición de una ciencia nueva que
podríamos llamar (permítasenos el neologismo) hodología y que
estudiaría la construcción de caminos y demás vías. Pero en el caso de que esa
supuesta hodología se pudiera convertir en una ciencia,
desaparecería la interdisciplinaridad, porque entonces existiría una nueva
categoría gnoseológica en la que los términos, relaciones, operaciones, etc.
cerrarían sobre sí mismos y se diferenciarían de otros términos, relaciones y
operaciones de otras ciencias que cierran conformando otro campo categorial. De
tal modo que las partes formales de, por ejemplo, la geología aunque
involucradas (a la vez que otras ciencias como las matemáticas por ejemplo) en
la hodología, no se confundirían con las de esta nueva ciencia, éstas
implicarían ya otro cierre aunque tuviese partes materiales intersectadas
comunes con las demás disciplinas. Esto es algo que ocurre siempre entre las
ciencias, no es ninguna novedad, se da desde la antigüedad en donde por primera
vez la geometría se involucró en la astronomía, las dos únicas ciencias
existentes en la antigüedad griega y medieval.
8.- PRIMEROS INTENTOS FILOSÓFICOS, NO CIENTÍFICOS, DE SALIR DE
ESTE NIVEL CONFUSIONARIO EN EL QUE SE SUELE INSTALAR LA INTERDISCIPLINARIDAD
La interdisciplinaridad
supone tener clara una clasificación de los saberes y de las ciencias. Es
decir, tener una gnoseología bien estructurada y bien fundamentada. Hablar de
interdisciplinaridad supone hablar sobre distintos saberes o distintas
ciencias. Pero, no lo olvidemos, hablar de o sobre una ciencia no es practicar
esa ciencia. Hablar de matemáticas no es hacer matemáticas, hablar sobre física
no es hacer física. Y, por tanto, cuando el matemático habla de su concepción
de la matemática, no está haciendo matemáticas, pero tampoco ciencia de ningún
tipo. Es practicar un saber de segundo grado. A eso es a lo que
llamamos filosofía inmersa: bien sea la que hacen
(representan) o ejercitan los propios científicos, lo que llamamos filosofía
espontánea de los científicos de cada especialidad, bien sea lo
que podemos llamar propiamente filosofía centrada genitiva (filosofía
de… las matemáticas, la religión, la técnica, etc.) pero hecha ya por filósofos
académicos (filosofía genitiva objetiva).
Suele ocurrir, no
obstante, que cuando un científico pretende dar explicaciones filosóficas yendo
más allá de su propia especialidad categorial, no hace otra cosa que intentar
aplicar los conceptos de su categoría a contextos más amplios, pensando que
como en su disciplina son conceptos muy rigurosos, lo han de ser también más
allá de ella. Pero, sin embargo, con eso no logra más que falsear, trampear o
enmarañar las ideas correspondientes. Generalmente no distinguen entre conceptos científicos y por tanto categoriales e ideas
filosóficas y por tanto transcendentales.
Tener una visión
del mundo, en el sentido de tener una cosmovisión o,
utilizando un término que hizo famoso Dilthey, una weltanschauung,
no puede lograrse desde una ciencia (categorial). Y, por otra parte, las
visiones categoriales no pueden ser del mundo entendido como totalidad
atributiva. El universo,
tomado como totalidad, es una idea filosófica, metafísica más bien, no una
categoría científica. No es, pues, al científico, en cuanto científico, a quien
corresponde aportar una visión del mundo. Habría que advertir a
todo científico con pretensiones extracientíficas del siguiente lema: ¡Científico,
cíñete a tu ciencia! Lo mismo que decía Eddignton: "Físico,
líbrate de la metafísica", es decir, líbrate de lo que está más allá
de la física como disciplina. Líbrate también, añadiríamos nosotros, de
la metaciencia, que ya no sería ciencia, bien porque fuese una
forma de hacer filosofía (gnoseología en muchos casos), bien porque fuese un
modo de terminar en una pseudociencia. Lo mismo habría que decir de la
interdisciplinaridad o de cualquiera de los conceptos satélites o afines que le
acompañan (transversalidad, pluridisciplinaridad, transdisciplinaridad y que
veremos más adelante). Tratar de cualquiera de ellos no es hacer ciencia. Es
evidente que tienen tanto o más filosofía que ciencia.
En otras ocasiones, ese
plano confusionario del concepto de interdisciplina en el que todavía estamos instalados,
se produce por el empeño u obcecación por conectar fenómenos claramente
inconexos o de pretender conexiones que siendo esencialmente irrelevantes o
poco fructíferas para la ciencia (relaciones no esenciales, meramente
fenoménicas) se pretenden presentar sin embargo como si lo fuesen. Y todo ello
a fuerza de manipular, y en cierto modo forzar, las relaciones dadas entre los
términos de las ciencias o de las propias ciencias entre sí con otras
disciplinas no científicas.
Ejemplos asombrosos son las
relaciones que muchos pretenden ver entre el mundo de los antiguos egipcios:
las pirámides, sus dioses, su lenguaje iconográfico, su arte, sus obeliscos, es
decir, todo el mundo de la egiptología, con la pseudociencia de la ufología.
Esa interdisciplinaridad ha dado como resultado todo un mundo literario y
cinematográfico muy prolífico y seguramente que también económicamente muy
rentable, pero nada más, en absoluto es científico y sobra decir aquí por qué.
Se podrían poner más
ejemplos: ¿cómo se “logra explicar” la relación entre la mitología bíblica de
la creación del mundo con la hipótesis de la Gran explosión? ¿Será que esta
hipótesis física es lo más parecido a una imagen mítica como la creación? ¿O
cómo se logra la aparente explicación de las plagas bíblicas forzando las
ciencias implicadas de una manera impropia hasta convertirlas en pseudociencias?
Las pseudociencias, muchas
de ellas al menos, también podrían definirse como disciplinas pretendidamente
interdisciplinares, pero logradas a fuerza de romper las principales leyes o
principios científicos. ¿Qué es si no la homeopatía? La
interdisciplinaridad encontrada entre la magia y la química, rompiendo claro
está los principios más elementales de ésta última yendo más allá del número de
Avogradro. La fisiognomía podría interpretarse también como el
conocimiento interdisciplinar entre el estudio de la fisionomía (anatomía) y la
personalidad (psicología). La frenología, no estaría tampoco lejos
de esto, pues no sería más que la interdisciplina entre la fisiología y la
psicología.
Otras veces las relaciones
interdisciplinares buscadas tienen propósitos más loables y también es verdad,
más sostenibles, pero no por eso necesariamente más científicos, pues sólo
tienen intenciones meramente pedagógicas o
investigadoras en el sentido de búsqueda de autologismos y dialogismos, lo cual
no es poco, eso es cierto, pero sería un error hacerlo sin ciertas dosis de
filosofía. Es el caso del movimiento conocido como Proyecto Gran
historia, en inglés suena mejor a los pedantes: Big History Projet.
Un proyecto financiado por Bill Gates y dirigido por David Christian. Se
pretende comprender de una manera “global”, “unificada” o “interdisciplinar”
(se usan los tres conceptos a menudo) la historia del universo, ahí es nada,
desde el origen del cosmos (Gran explosión) hasta la humanidad actual, pasando
por varios umbrales o regímenes (la
terminología no es nuestra), a saber: Cosmos, Tierra, Vida, Hombre. ¿Qué se
querrá decir con umbrales o regímenes? Habría que explicarlo con exhaustividad.
E igualmente por qué esos y no otros. También habría que explicarlo
detenidamente.
Seguimos en el plano
confusionario. La interdisciplinaridad entre las ciencias es problemática, pero
no lo es menos, como vemos entre las disciplinas no científicas. Principalmente
porque las relaciones pueden ser subjetivas, ocasionales, oportunistas,
pseudocientíficas, pseudoconeptuales, pero no por eso menos influyentes.
Podría interpretarse que la interdisciplinaridad es aquella forma que tienen
las distintas disciplinas de inmiscuirse e interferirse unas en otras. Y ello
de tal manera que eso pueda ser tanto un impedimento para su despegue o
progreso como, por el contrario, la razón de su evolución. Todo el mundo puede
pensar en cómo las ideologías religiosas o políticas pueden influir tanto en
una sociedad que impida o propicie el desarrollo de alguna disciplina
científica o tecnológica por ejemplo. Es un lugar común pensar cómo las
ideologías religiosas sobre todo se han inmiscuido a menudo en el desarrollo de
las ciencias.
Las relaciones de
interdisciplinaridad entre la pintura y el mito, por ejemplo, siempre han sido
muy útiles en las bellas artes. Cómo los pintores de todos los tiempos se han
servido de la mitología para expresar los más bellos motivos de su ideario es
algo tan obvio que nadie entendido en pintura podría prescindir de
conocimientos míticos o religiosos para poder mirar un cuadro. Y esta interdisciplinaridad
entre el arte pictórico y la mitología religiosa no está exenta de relaciones
interesantes también para la filosofía o incluso para ciencias como la
sociología, la historia o incluso, aunque no lo parezca, para la geometría.
Pongamos un ejemplo a este respecto ¿Cómo representar a un Dios que está a lo
lejos respecto de otros personajes que se presentan cerca? Parece simple. Pues
no, no al menos en la antigüedad griega. La ideología religiosa interfería
directamente en la geometría de la perspectiva e impedía representar en
cualquier situación a un dios más pequeño que a cualquier hombre. Hoy esa
representación la hemos logrado por superación de esas contradicciones.
Nosotros, herederos ya de la perspectiva renacentista, representaríamos a los
dioses más lejanos proporcionalmente más pequeños, frente a las figuras que
están en un primer plano, perece evidente: la geometría o las técnicas
pictóricas se ha impuesto sobre las ideologías o mitologías religiosas. Eso no
pudo ocurrir en la antigua Grecia politeísta. De tal modo que si es un Dios,
pensaban los griegos de la antigüedad, ¿cómo va a tener un tamaño menor que los
hombres por muy adelantado que esté? Está claro cómo la ideología impuesta por
la mitología se entrometía en las técnicas de la pintura del escorzo o de la
perspectiva pictórica. Esto ha sido un mero ejemplo, pero el caso Galileo
podría ser otro.
9.- GEOMETRÍA DE LA INTERDISCIPLINARIDAD
Si hablamos ya de
ciencias, de las ciencias canónicas sobre todo, a pesar de tener un cierre categorial
más o menos logrado, no podemos decir que sean por eso saberes completamente
clausurados (vid. cierre categorial).
En todo caso el problema está en cómo se mueven los lindes de esas categorías o
cómo se superponen llegado el caso unos respecto de otros o incluso cómo
deberíamos entender, y esto es lo más importante, su mutua interconexión.
Así las cosas, entonces,
decididos a hacer una “geometría de la interdisciplinaridad” y con la
intención de desarrollar la definición dada más arriba, nos proponemos dar
mayor claridad y distinción a este concepto tan plural y a la vez tan oscuro de
la interdisciplinaridad. Se trata de poner límites, estructurar relaciones,
establecer proporciones, simetrías o congruencias entre los distintos modos que
suponemos que hay la hora de entender la interdisciplinaridad.
Partimos, evidentemente,
no sólo de la pluralidad de saberes categoriales diferentes, sino que, además,
hemos de suponer que estos no sólo tienen unos límites que son móviles, es
decir, que pueden crecer cuando esas ciencias aumentan sus campos de
conocimiento, sino que también han de ser unas fronteras porosas, han de poder
interpenetrarse de alguna manera entre sí, fagocitarse incluso o, al menos, han
de poder facilitar algún tipo de relación, intercambio o interconexión entre
los componentes de las categorías a través de sus permeables linderas. La
teoría del Cierre categorial alude a esto cuando mantiene que
las ciencias consiguen un cierre pero no una clausura.
Las ecuaciones del electromagnetismo
de Maxwel: lo más parecido a la interdisciplinaridad
Fuente: http://photos1.blogger.com/blogger/7697/944/1600/maxwell.jpg
Por ejemplo, el desarrollo de
la óptica hizo que se pudiese ir incorporando a ésta otros campos hasta
entonces poco explorados y poco conocidos como era el campo de los colores. En
época de Galileo o Descartes (siglos XVI-XVII) todavía eran interpretados
como cualidades secundarias, lo cual quiere
decir que tendrían carácter subjetivo, cualitativo, no cuantitativo y por ende
no podrían formar parte de la ciencia si no se podían explicar en razón de
las cualidades primarias. Y eso es lo que
va a pasar con la paulatina aparición de la teoría de los colores como
longitudes de onda. Primero con Newton (descomposición de la luz), Huygens
(teoría ondulatoria de la luz), Fraunhofer (espectrografía y colores según
longitudes de onda, etc.) y otros muchos, que fueron incorporando y afianzando
toda la teoría ondulatoria y espectroscópica de la luz. Podríamos decir que con
esto el campo de estudio de la óptica creció y aumentó sus límites. Pero no
sólo eso sino que terminó por intersectarse con otras categorías: la
electricidad y el magnetismo. Maxwell fue el artífice de esto y el creador del
electromagnetismo. Siempre se ha dicho que Maxwell fue el artífice de la
unificación de campos hasta entonces separados (eléctrico y magnético) en un
conjunto de leyes, son las famosas ecuaciones que llevan su nombre. La pregunta
surge inmediatamente: ¿no podríamos hacer lo mismo con otros campos? ¿No
podríamos lograr una interdisciplinaridad por unificación de todas las ciencias
en el supuesto que ésta lo sea? ¿Por ejemplo, las fuerzas del electromagnetismo
y de la gravedad no podrían unificarse? A pesar de los intentos no se ha
logrado. La unificación de las cuatro fuerzas fundamentales del universo:
interacción nuclear fuerte, interacción nuclear débil, interacción gravitatoria
e interacción electromagnética parece que está lejos de poder ser lograda.
La
interdisciplinaridad así entendida se presenta como solidaria de la idea de
la ciencia unificada. Pero ¿cómo lograr esa unificación? No
se explica en profundidad nunca. Si los lindes intercategoriales hemos dicho
que son porosos y que ha de existir algún tipo de relación o de intercambio de
elementos, materiales o métodos entre las disciplinas, puede llegar a pensarse
que esa porosidad, por pequeña que sea, terminará tarde o temprano en la
unificación de todos los saberes aunque no sabemos muy bien de qué forma ni en
qué sentido. ¿Se tratará de una unificación meramente metodológica como la que
se presupone hoy cuando se habla de “el método científico” como sí sólo
existiese uno, el mismo, para todas las ciencias? ¿O se trataría de una
unificación esencial en la que todo se podría deducir de los mismos principios,
teoremas o leyes?
La idea de
interdisciplinaridad es una idea oscura y confusa sobre todo porque oscura y
confusa es también la idea de disciplina en la que se
apoya y no lo es menos la idea de disciplina científica. Petición de principio:
la interdisciplinaridad parte necesariamente de la necesidad de la
disciplinaridad, para después por disolución de sus fronteras anular las
diferencias entre ellas. Por eso, cómo concibamos la interdisciplinaridad
dependerá no sólo de cómo concibamos el contorno de las disciplinas, sino
su dintorno, el entorno y, por supuesto, la
constitución de las mismas. Razón por la cual y teniendo en cuenta sobre todo
esto último, no ha de entenderse la interdisciplinaridad lo mismo desde el descripcionismo,
el teoreticismo, el adecuacionismo o
desde el circularismo.
La
interdisciplinaridad que busque un teoreticista, dado que considera
que la materia, de la ciencia, se reduce a la forma y lo que buscan las
ciencias, según él, son verdades en cuanto son proposiciones coherentes,
entonces, la interdisciplinaridad será válida mientras no haya incoherencias
intercategoriales.
El descripcionista,
en cambio, más que la coherencia de las teorías lo que buscará será el
desvelamiento de hechos y no se preocupará de la forma (teorías, axiomática)
porque ahí no estará la verdad científica según él. Dice G. Bueno al respecto:
“En la medida en que la materialidad se muestra como multiplicidad
de partes dadas en un continuum de experiencia, el
descripcionismo propenderá a no establecer líneas divisorias demasiado
profundas entre unas ciencias y otras” (Teoría del cierre
categorial I, Pentalfa, Oviedo, 1992, p. 70). Es decir, desde el
descripcionismo habrá inevitablemente una mayor tendencia a la
interdisciplinaridad que, por ejemplo, desde una postura teoreticista. Para
mayor abundamiento dice un poco más adelante Bueno: “Incluso podría el
descripcionismo suscribir el proyecto de una «ciencia unificada» formalmente
(en lenguaje, procedimientos de registro, &c.); una ciencia unificada que
ya no tendría el sentido unitario cartesiano de la mathesis universalis, sino
el sentido del pluralismo nominalista más radical, según el cual (como se diría
en terminología occamista), la distancia entre los individuos de una misma
especie no es menor que la distancia entre individuos de dos especies próximas
diferentes. La cuestión de la distinción entre las ciencias pierde aquí, por
tanto, importancia, al mismo tiempo que la pierde la cuestión de la unidad
específica entre las partes de cada ciencia.” (loc. cit.). Es decir desde
el descripcionismo habría menos problemas que desde el teoreticismo por ejemplo,
para disolver o anular de algún modo los límites entre las ciencias como
pretenden por ejemplo hoy los transdisciplinaristas (vid. más
adelante).
Desde la concepción
gnoseológica circularista de la ciencia la
interdisciplinaridad es mucho más difícil de sostener, sobre todo de una manera
generalista o total como vimos que a veces se hace desde el descripcionismo.
No, eso no es posible porque desde el cierre categorial es necesario considerar
que las ciencias no se forjan sólo por conjunción o agregación de términos,
relaciones y operaciones (etc.) sino porque ello también implica la segregación
y separación de determinados componentes por cuanto no constituirían partes
formales del campo categorial de referencia. Las categorías científicas constituirían
engranajes, sistemas concatenados en los cuales otros engranajes no encajan ni
pueden encajar. La unificación de las ciencias es gnoseológicamente imposible
porque imposible también lo es ontológicamente. Decir lo contrario sería
colocarnos en un monismo parmenídeo incompatible con la realidad de las
ciencias y con la symploké tomado como principio de
discontinuidad ontológica.
9.1.- LA INTERDISCIPLINARIDAD FRENTE
A OTROS CONCEPTOS AFINES
Ahora bien, dicho
todo esto, hemos de intentar salir de ese plano confusionario del
que hemos partido para alcanzar, si fuese posible, una mayor claridad y
distinción en este farragoso tema. A la hora de interpretar el término que nos
ocupa dependerá sobre todo de cómo se interprete el prefijo “inter-”
y con qué otros prefijos compongamos el concepto disciplina para
así obtener otros términos que, aun siendo afines o conónimos, sin embargo, tendrían
un significado diferente. A saber, no sería lo mismo hablar de inter-disciplinaridad que
de transversalidad. Pero hay más términos
emparentados: multi-disciplinaridad o pluri-disciplinaridad,
que en este caso se suelen usar como sinónimos o trans-disciplinaridad que
sin duda es el más oscuro, confuso y equívoco. Todos ellos son resultado del
empeño, de los científicos y pedagogos sobre todo, por explicar las relaciones
entre sí de las distintas disciplinas. Ya hemos dicho que no necesariamente
todas ellas científicas.
Distingamos pues un
poco estos términos y después pasaremos a hacer una clasificación desde
nuestros presupuestos gnoseológicos.
9.1.1.-
TRANSVERSALIDAD
Se usa en ocasiones
como yuxtapuesto o como sinónimo de interdisciplinaridad. A veces parecen
intercambiables. Sin embargo, se trata de un concepto en retroceso. Antes se
usaba más que ahora, al menos en ámbitos pedagógicos o académicos. Sobre todo
en España. No obstante, en la enseñanza reglada se habla todavía a menudo
de contenidos transversales para referirse a contenidos
más de carácter formativo o valorativo que a aquellos meramente instructivos o
de adiestramiento disciplinar. Razón por la cual, se dice en varias de las
últimas leyes educativas que ha sufrido la enseñanza media, que estos temas
transversales han de traspasar, no sabemos muy bien cómo, el currículum de
todas las asignaturas. Y por eso, se añade, han de ser tratados por todos los
docentes porque supuestamente todos son o han de ser competentes en estos
ámbitos de transversalidad.
Pero cuando uno se
pone a mirar con más detenimiento todos estos conceptos transversales,
enseguida se da uno cuenta de que todos ellos están relacionados principalmente
con lo que podríamos llamar en términos generales filosofía moral.
Es decir, tienen que ver con la ética, la ciudadanía, la urbanidad, el consumo,
la educación vial, ambiental, sexual o incluso religiosa o política.
Transversal entonces siempre se toma en ese sentido, en sentido ético-moral.
Sin distinguir, por cierto, entre ética y moral, como si fuesen lo mismo o como
si pudiesen subsistir armónicamente. De nuevo vemos que es difícil despegar de
ese plano confusionario.
9.1.2.-
PLURIDISCIPLINARIDAD Y MULTIDISCIPLINARIDAD
De entre todos los
términos conónimos de interdisciplinaridad que estamos viendo, son estos dos
seguramente los que se usan por lo general de manera más neutra y menos
problemática. Y ello porque casi siempre que se usan no se les da un sentido
intersectivo o interrelacional, sino meramente yuxtapositivo. La
pluridisciplinaridad casi siempre hace relación a una visión más o menos
enciclopedista de los saberes pero sin buscar conflicto y sin ir más allá de la
mera confluencia de saberes.
Por otra parte
tampoco se suele hacer distinción entre ellos dos, se usan indistintamente como
sinónimos, casi siempre para resaltar la necesidad de ver los problemas, sean
estos cuales fueren, desde distintas perspectivas, desde distintas ciencias o
de desde distintos saberes como si todos los problemas fuesen poliédricos y
sólo se pudiesen resolver o se resolviesen mejor si se planteasen desde
distintas disciplinas. Pero entonces eso más que resolver un problema quizá sea
multiplicarlo o, según se interprete, disolverlo. Quizá convendría preguntarse:
¿qué es un problema? No podemos detenernos ahora en solucionar el problema de
lo que es un problema.
9.1.2.-
TRANSDISCIPLINARIDAD
Es éste, en cambio,
un término muchísimo más oscuro y confuso. De todos ellos es quizá el más
problemático pero sin embargo es el que en los últimos tiempos más proyección
académica ha tenido, si bien es verdad que eso no ha servido para aportar más
claridad y distinción sobre él.
En general la
transdisciplinaridad es un movimiento que se coloca sobre todo contra la
especialización científica y académica. Según los seguidores de este movimiento
lo especializado suele presentarse desde un punto de vista institucional
tradicional como lo profundo, sistemático y fundamentado, mientras que lo
general es presentado como todo lo contrario, como lo superficial. Y eso ha de
cambiar. En los tiempos que corren se necesitan puntos de vista integradores,
generalizadores y sistematizadores de la multiplicidad de saberes presentados
casi siempre como disyuntos. Las ciencias lo que hacen es trocearlo y
estudiarlo todo desde la especialidad.
En cambio, la
transdisciplinaridad, dicen, no es una simple reunión azarosa de saberes, ni
una puesta en común de saberes, como la interdisciplinaridad, sino la
aspiración a la reunión de distintas disciplinas en un cuerpo común, de modo
que eso nos permita ver y resolver de una forma integrada los problemas, que
suelen ser poliédricos. Sería una forma de hacer ciencia en la que no sólo
cooperan las distintas disciplinas, como por ejemplo ocurre en la bio-química,
sino que ahora incluso es la sociedad misma la que coopera con el mundo
académico. Por ejemplo, se trataría de potenciar la colaboración que pudiera
establecerse entre los conocimientos médicos que tenga una tribu con los
conocimientos de la medicina científica
La
transdisciplinaridad busca la unión de las distintas disciplinas hasta el punto
de que, si tomamos como símil a los Estados (ciencias) soberanos, las ciencias
que buscan esa unión perderían su soberanía. Las diferentes ciencias, como los
Estados, no deben luchar entre sí, sino intentar una completa confraternización
teorética y práctica e intentar superar la fragmentación de los conocimientos,
yendo más allá del simple intercambio de métodos y contenidos que propone la
interdisciplinaridad, para buscar el saber totalizador e integrador capaz de
lograr, dicen sus seguidores, “la realidad en su diversidad y, al mismo
tiempo, en su unidad”. Ahí es nada. Además, por si esto fuera poco, o, a
decir verdad, por si esto fuera algo, hay que buscar, de una forma cosmopolita
y tolerante, la manera de ensamblar ecléctica y armónicamente todas las
ciencias. Se trataría de llegar a algo parecido a una ciencia universal sin
fronteras en la que encaje, no sabemos muy bien de qué manera, la multiversidad
de ciencias y saberes que existen, con la finalidad puesta en una nueva y
armónica humanidad que supere los distintos paradigmas de las ciencias hacia la
fraternidad. Edgar Morin, padre del llamado “pensamiento complejo”,
es quizá el más destacado representante de esta confusionaria unión entre ética
y ciencias. La transdisciplinaridad va más allá de la simple
pluridisciplinaridad porque ésta no propone interconexiones entre las
diferentes disciplinas, la transdisciplinaridad sí.
Con todo, éste es
quizá el concepto más oscuro y confuso de todos los que hemos mencionado en
este artículo creado últimamente. En realidad es un baciyelmo indescifrable,
fabuloso casi poético y, en definitiva, gnoseológicamente impracticable y por
eso rayano a lo grotesco o ridículo.
9.2.- MODOS DE INTERDISCIPLINARIDAD
Dadas las grandes
dificultades que hemos señalado sería pertinente preguntarnos cómo situar y
estructurar de la manera más sencilla posible esos saberes inter-disciplinares
“entre” el conjunto de las demás disciplinas. Ante esta dificultad no
menor se nos ocurren al menos cinco significados para ese “inter-” o
modos de estar entre las demás disciplinas. Pero no todos igualmente válidos.
Algunos incluso es problemático llamarlos saberes interdisciplinares.
Y no porque no sean interdisciplinares, sino porque, como veremos, no son
saberes propiamente dichos (caso D).
Diversos tipos de interdisciplinariad
Diagrama de construcción propia
A.- Interdisciplinaridad
por intersectación. Hablamos de interdisciplinaridad en este
sentido cuando nos referimos sobre todo, aunque no sólo, a saberes
supuestamente inter-científicos tales como: bio-química, bio-psicología,
electro-química, electro-magnetismo, termo-dinámica, etc. Saberes, podríamos
decir, que llevan la interdisciplinaridad en el propio nombre de la disciplina
en cuestión. Pero dicho esto habría que decir a renglón seguido que esos
saberes interdisciplinarios no están fuera de ninguna categoría, sino que lo
que ocurre es que su campo de estudio es abarcado por varias categorías a la
vez, porque ninguna categoría agota su propio campo. Y en estos casos concurren
en ese campo al menos dos categorías simultáneamente. Es más, ese saber
interdisciplinar no parece que podamos considerarlo independiente de las
categorías originales concurrentes. No se reducen una a la otra. No se
disuelven una en la otra. No se anulan una a la otra. Dicho de otra manera más
simple y también más rotunda, no parece que la “interdisciplina” en cuestión
forme una nueva categoría científica completamente independiente, por más que
se use el nombre combinado de manera académica o didáctica y por más que ambas
disciplinas intersectadas sean ellas ciencias por separado.
En cualquier caso,
la interdisciplinaridad no es por mera yuxtaposición o adición artificial o
didáctica. Como cuando un alumno de bachillerato, pongamos por caso, tiene en
su horario, primero química y después a la hora siguiente matemáticas, después
lengua, etc. Eso sería una mera yuxtaposición de disciplinas. En ese caso
habría que hablar más bien de multidisciplinaridad o pluridisciplinaridad y
ésta evidentemente se da mucho más en las escuelas de primaria y los institutos
de enseñanza secundaria que en la universidad, aunque también en ésta. La
universidad, a pesar de su nombre (uni-), no representa la universalidad del
saber entendida como unificación del saber, sino la especialidad del saber,
mera "disciplinaridad". La universidad es un reflejo de la
discontinuidad que objetivamente existe entre los saberes. Por eso en ella no
aparece la interdisciplinaridad con tanta profusión como algunos desearían. La
interdisciplinaridad no se da apenas en la universidad, sino la multiversidad,
razón por la cual podría entenderse que sus estudiantes más que universitarios
(universalistas) serían más bien en algún sentido multiversitarios
(especialistas).
La
multidisciplinaridad no debería entenderse más que como un tipo de confluencia
por yuxtaposición o por cualquier otro tipo de relación interdisciplinar que en
ningún caso implique el detrimento, merma o anulación de ninguna disciplina
confluyente. Es lo que normalmente ocurre cuando concurren diferentes ciencias
en las soluciones tecnológicas que se requieren para solucionar un problema
concreto pero no por eso simple.
Ahora bien, también
hay saberes que aunque, como decíamos antes, no lleven la interdisciplinaridad
señalada en el nombre combinatorio, sin embargo, no son por eso
menos interdisciplinarios en este sentido de intersectación. Nos referimos
a saberes como las ingenierías, es decir, las tecnologías en general y sobre
todo las tecnologías médicas y todas sus ramas, también la biotecnología y la
nanotecnología por ejemplo. (Vid.- la diferencia entre técnica y tecnología en su
relación con las ciencias). Es evidente que no puede haber
tecnologías sin la participación de las ciencias (y hoy día la recíproca
también sería cierta). No se puede construir un avión sin conocer el principio
de Bernoulli de la mecánica de fluidos, pero tampoco sin conocimientos de
termodinámica o conocer el cálculo de resistencia de materiales, etc. En todas
las tecnologías se da la intersectación de varias, a veces muchas, ciencias a
la vez. Para construir un portaviones es evidente que se necesitan saber muchas
ciencias tales como: hidrostática (el principio de Arquímedes al menos),
geometría, física, mecánica, oceanografía, electricidad, etc. Mírense si no las
asignaturas que estudia un ingeniero naval. O acaso, por poner otro ejemplo,
podría un ingeniero en telecomunicaciones (toda ingeniería es una tecnología)
conocer su disciplina o su trabajo sin saber: física, matemáticas,
electromagnetismo, teoría de la comunicación, etc. Un médico podría ejercer su
profesión (en sentido tecnológico no técnico) sin conocer ciencias como:
anatomía, fisiología, neurología, citología, genética, química, etc. Todos estos
saberes implican interdisciplinaridad por intersectación de saberes.
En conclusión, la
interdisciplinaridad por intersectación parece que se da más en las
tecnologías. Por ejemplo, la biotecnología sería un caso paradigmático por
cuanto integra disciplinas tales como: biología, química, física, genética,
medicina, ética, bioética… Pero por muchas ciencias que se den cita en
cualquier de estos saberes interdisciplinarios en ningún caso las ciencias
implicadas pierden su autonomía. Dicho en términos gnoseológicos, ninguna
pierde por ello su cierre.
B.- Interdisciplinaridad
por involucración. En segundo lugar, también se habla de
interdisciplinaridad cuando se habla o se usan las matemáticas o la lógica para
el desarrollo de otras ciencias. Su forma de interdisciplinaridad en este caso
decimos que es por involucración, no por intersectación. Hay
pocas ciencias que se puedan desarrollar sin el concurso de las matemáticas o
la lógica. Parece que según esto las matemáticas o la lógica han de ser también
saberes interdisciplinarios. Ahora bien, enseguida vemos que si lo son, lo son
de forma muy distinta a como lo es por ejemplo el electromagnetismo, y ello sin
perjuicio de que haya sido por las famosas ecuaciones de Maxwell por medio de
las cuales se haya logrado la unificación del campo eléctrico y magnético.
Cuando las matemáticas se involucran en la óptica o en la química, por poner
dos ejemplos, no es para intentar unificar los campos de estudio de las
matemáticas y la óptica. Sería ridículo hablar de matemóptica,
de matequímica o de logifísica. Tampoco cuando se
usan las matemáticas en la mecánica se obtiene una ciencia nueva del tipo de la
bioquímica o del electromagnetismo, con teoremas o principios
particulares.
Sabemos que
las ciencias formales, tienen un estatuto gnoseológico muy
especial. Esa es la razón por la que la lógica y las matemáticas se involucran
en las otras ciencias, gracias a su formalidad. Pero la involucración no supone
campos de estudio comunes, si así fuese hablaríamos más bien de ciencias
intersectadas. Es su estructura gnoseológica y el carácter autorreferente de
sus construcciones, lo que permite esa involucración. Es precisamente por su
formalidad por lo que pueden ser aplicadas a otras partes de la realidad no
formal. Porque actúan como una especie de patrón aplicable a las otras
ciencias. Y es evidente que no podría ocurrir al contrario. Por ejemplo, la
aritmética se involucra en la geometría sin por eso fundirse ni reducirse a
ella. Otro ejemplo, la geología utiliza datos de la cristalografía o de la
química constante y abundantemente, pero no por eso se inmiscuye en tales
ciencias. Tampoco las absorbe, ni las disuelve, ni son reducibles entre sí. Los
cristales, en este caso concreto, serían meras partes materiales, no partes
formales de la geología, es decir, serían formalmente intrascendentes
para la geología. Ni, por otra parte, y esto es fundamental, tampoco se pueden
deducir desde la cristalografía los principios o leyes de la geología, ni los
de la matemática desde la óptica por más que ésta utilice aquella.
Por ejemplo, la geomorfología
se desarrolla a una escala distinta de la de la geografía. Y ello precisamente
es lo que posibilita que haya entre ellas cierta interdisciplinaridad, porque
ambas utilizan los mismos términos. Por ejemplo, ambas hablan de paisajes
cársticos, de climatología, de lluvias, etc., sí, pero a escalas distintas y
las relaciones que derivan de la combinación de esos términos son también
distintas. Por eso en este caso no importa que ambas ciencias trabajen con los
mismos objetos, lo que define a una ciencia no es su objeto, que nunca es
único, sino esas escalas de construcción que determinan un campo. Cuando
una disciplina opera con ciertos términos y establece relaciones u operaciones
entre ellos los términos resultantes son del mismo nivel. Por eso unas
ciencias, aunque intersecten con otras porque se fijen ambas en los mismos
fenómenos, sin embargo, una nunca se reduce a la otra, porque se desarrollan en
escalas formales/materiales distintas. Los cristales (cristalografía), si
seguimos con el ejemplo anterior, están a una escala distinta de los estratos
(geología) en donde se encontraron precisamente los minerales que los soportan.
C.- Interdisciplinaridad
por transcendentalidad. En tercer lugar son además
saberes interdisciplinarios, aunque lo son también de manera distinta a los
anteriores, saberes tales como la ética, la deontología, la bioética (genÉtica)
y sobre todo aquel al que todos estos engloba: la filosofía.
Intencionalmente al menos también lo es la CTS (Ciencia-Tecnología-Sociedad)
aunque en el fondo no es más que filosofía social de la ciencia o sociología de
la ciencia.
En efecto, se
podría decir que la filosofía es el saber interdisciplinar por excelencia,
porque, a diferencia de las técnicas o de las ciencias, trabaja con Ideas y
éstas son trascendentales, es decir, necesariamente
traspasan los límites de muchas categorías (vid. el diagrama adjunto). La
filosofía presupone las otras disciplinas y por eso las ha de recorrer y
traspasar, por eso decimos que es interdisciplinar, porque es un saber de segundo
grado que presupone o necesita de otros saberes, sean estos
científicos, técnicos, míticos, etc. En definitiva, la filosofía
implica la interdisciplinaridad, pero no recíprocamente, la
interdisciplinaridad no implica un tratamiento filosófico. Una tecnología, la medicina pongamos
por caso o la ingeniería de caminos, son sin duda
interdisciplinares, pero no por eso son necesariamente filosóficas, sin
perjuicio de que tengan obligatoriamente implicaciones filosóficas, latentes e
implícitas casi siempre. Se podría decir que la interdisciplinaridad es
una condición sine qua non para poder hacer filosofía, pero no es
suficiente.
Así por ejemplo
tenemos que la idea de tiempo es una idea filosófica porque es trascendental a
muchas categorías: biología (concepto de tiempo de la vida,
tanto en sentido ontogenético como filogenético), termodinámica (irreversibilidad
del tiempo según la entropía a partir del segundo principio de la
termodinámica) gramática (tiempos verbales), técnica o tecnología (el
reloj, sus tipos y su influencia en las mediciones), física (relatividad
e irreversibilidad del tiempo), psicología (tiempo
vivencial), historia(tiempo diacrónico y épocas), matemáticas (las
sucesiones y los números ordinales). Ninguna de estas categorías podría
subsistir sin el concepto tiempo y, a la vez, la idea filosófica de
tiempo, en cuanto trascendental, influye en ellas de distinta manera en
cada época histórica, ya que ésta no puede ser la misma en “tiempos” de
Aristóteles que en “tiempos” de Einstein.
Lo mismo podríamos
hacer por ejemplo con la idea filosófica de libertad, pues es una idea
importantísima para la filosofía que traspasa muchas categorías: psicología(libertad
del inconsciente), genética (el hombre preprogramado) sociología o derecho (libertad
condicional) física (caída libre en el vacío), química (radicales
libres), etología(animales en libertad), política (el
pueblo es libre), tecnología (el coche nos hace más libres),
moral (libertinaje), etc.
No podemos
confundir, evidentemente, este tipo de interdisciplinaridad, que nosotros hemos
llamado transcendental o filosófica, con lo que desde otras perspectivas se
llama transdisciplinaridad, que sólo se parecen en el prefijo. La
transdisciplinaridad no es un conocimiento de segundo grado, eso es una gran
diferencia, enorme diríamos nosotros. Ni tampoco podemos confundirla con la
idea vulgar de interdisciplinaridad (por yuxtaposición).
Explicar qué son,
cómo se forman y en qué se diferencian las Ideas transcendentales de la
filosofía, de los conceptos científicos o de las ideas
mentales-psicológicas, nos desviaría demasiado y requiere otra entrada
(vid. Idea). Pero lo que ha de quedar claro es
que las Ideas filosóficas presuponen las demás disciplinas categoriales las
cuales recorren y sólo es en ese sentido por lo que las podemos llamar
interdisciplinares o transdisciplinares, pero no en otro.
Además este
recorrido, que en realidad va desde las categorías hasta las ideas y desde
éstas a las categorías de nuevo, está presente desde los inicios de la
filosofía académica. La cual, debido a ese movimiento circular, se ve en la
obligación de tener que estar acomodándose constantemente a las verdades categoriales
o científicas que se van alcanzando nuevas en cada época. Las ideas filosóficas
tendrán que ir modificándose con el fin de reajustarse a los nuevos
descubrimientos y a los nuevos conceptos categoriales. La filosofía no es otra
cosa que la búsqueda de la conexión interdisciplinaria a través de las ideas
entre las distintas categorías. Ya desde Platón viene dándose ese movimiento
circular y dialéctico: el regressus, que va
desde las categorías hasta las ideas, dadas ambas históricamente como es lógico,
y el progressus, que ahora va desde las ideas a las
categorías. Todo ello mediante el ejercicio de la crítica no meramente
categorial, intracategorial, como hacen las ciencias, sino trascendental como
hace la filosofía. Por eso no se podría hacer filosofía en sentido estricto sin
este movimiento dialéctico.
Es más, en el
desarrollo de esos juegos dialécticos se terminan por establecer figuras
dialécticas muy diversas (vid.- dialéctica y sus figuras) y algunas de
éstas tienen que ver con la “disciplinaridad” o, más en concreto, con
la división. El método dialéctico de división, considerado
así en términos generales, nace con la filosofía antigua y permanece en la
moderna. Recordemos que la segunda regla del método de Descartes era la de la
división, la del análisis, la cual era seguida por la tercera que era la de la
reunión o de la síntesis.
Pero eso no es
nuevo, se ve tan perfectamente en Platón como en Descartes. También en Platón
hay una συναγωγή [synagogé], reunión y una διαίρεσις [diaíresis]
división. La διαίρεσις [diairesis]
en el método platónico nos conduce a la división de los problemas por las “junturas
naturales” que menciona en el Fedro por boca de
Sócrates: “Τὸ πάλιν κατ' εἴδη δύνασθαι διατέμνειν κατ' ἄρθρα ᾗ πέφυκεν,
καὶ μὴ ἐπιχειρεῖν καταγνύναι μέρος μηδέν, κακοῦ μαγείρου τρόπῳ χρώμενον·”, “Pues
que, recíprocamente, hay que poder dividir las ideas siguiendo sus naturales
articulaciones, y no ponerse a quebrantar ninguno de sus miembros, a
manera de un mal carnicero.” (265e 1-3). Hay que dividir o separar las
ideas por sus articulaciones naturales. Y el fundamento es ontológico. La
división no es capricho del carnicero, ni por tanto, si seguimos la analogía,
tampoco del científico o del filósofo. ¿Y cómo sabemos cuándo hemos hecho una
falsa división? Pues más que por la fe en el método, la potencia del método
generalmente está sobrestimada, por los resultados que obtengamos de él. Si
estos son malos la división no es buena. Habrá que repetirla hasta dar con la “juntura
natural”. Y para ello, para dar con las junturas naturales, lo mejor es no
seguir el curso de lo que Platón llama la δόξα [dóxa], la
opinión. La falsa división se identificaría con la opinión y lo es porque ésta
no lleva aparejada el conocimiento científico.
Cuando Platón en
el Sofista quiere llegar a establecer las condiciones del
discurso y se pregunta cómo desarrollar un discurso racional, encuentra
enseguida que éste no puede basarse en un solo elemento simple, no puede ser
unicitario. Con o desde un elemento único no se puede conocer nada. El discurso
racional (la ciencia y la filosofía) parte de la necesidad de tener que
combinar multiplicidad de elementos diferenciados. Las ciencias tienen que
partir de la multiplicidad de términos –sintaxis– separados, distinguidos,
definidos... La racionalidad científica no puede desenvolverse en el monismo.
Es por eso que el monismo parmenídeo es metafísico y no puede producirse desde
él un discurso científico. No puede haber ciencia de un solo elemento. La
teología, en rigor, no puede ser una ciencia entre otras razones precisamente
porque implica necesariamente el monismo, monoteísmo o el panteísmo.
La ciencia,
entonces, asienta su racionalidad en la co-existencia y por tanto en la
pluralidad de cosas/conceptos, de términos científicos. La racionalidad
científica y filosófica se asienta en la combinación de esos términos, en
plural. Ahora bien, ¿cómo ha de darse esa combinación? Platón considera que
sólo puede haber tres posibilidades para esa combinatoria:
I.- Primera
posibilidad, que aunque haya pluralidad de cosas éstas no
puedan combinarse precisamente porque se encuentren quizá en un caos, en una χώρα [khóra]
precósmica como la de Demócrito en la que todos los átomos choquen contra todos
y si se entrelazan, su entrelazamiento sería meramente externalista, no
consistente y efímero. La verdadera realidad para Demócrito no es más que la de
los átomos tomados individualmente, internamente, no la de sus combinaciones
que son aparentes y cambiantes. Los escépticos radicales también se encontrarían,
aunque con matices, en esta misma situación: la realidad es indescifrable.
Ahora bien, si esto
fuese así la ciencia no sería posible. Por supuesto la filosofía tampoco. En
realidad ningún conocimiento, en rigor incluso ni siquiera el propio pensamiento
cualquiera que este fuese. Como decía el Canciller Bacon pensar, sea científica
o filosóficamente, eso da igual, no es más que juntar o separar ideas, juntar
ideas que estaban separadas o separar ideas que estaban juntas.
Según esta postura
los que hacen ciencia son en verdad unos farsantes porque nos presentan ciertas
conexiones o entrelazamientos como consistentes y objetivas cuando en realidad
son aparentes, fenoménicas o empíricas, es decir, no serían más que
opiniones, δόξα [dóxa]. Si esto es así, dado
que no sería posible la symploké o el entrelazamiento de ideas o de conceptos,
no podría haber entonces discurso racional, por tanto no sería posible ni la
ciencia ni la filosofía. Escepticismo radical.
II.- Segunda
posibilidad, que todas las cosas se puedan combinar con todas
las cosas. Es la postura contraria a la anterior. Todo se podría conectar con
todo o, de hecho, todo estaría conectado con todo, pero lo que ocurre es que
esa conexión nos es desconocida en muchos casos. El discurso racional, la
ciencia y la filosofía en este caso, no sería otra cosa que intentar descubrir
las relaciones profundas que gustan constantemente de ocultarse pero que están
ahí aunque sean desconocidas para nosotros. Las ciencias entonces tratarían de
descubrir y de desvelar aquello que no vemos de la realidad, que no se nos
muestra o que sólo se nos muestra como aparente pero que tienen una conexión
objetiva profunda aunque velada.
Esta segunda
alternativa es, sin duda, el ideal de la sabiduría. El ideal
de una sabiduría plena y definitiva. Y por eso es quizá la alternativa más
atractiva para los pseudocientíficos, panópticos y polímatas que
son los que más pretenden sorprendernos presentando (supuestos) conocimientos
que nadie había advertido. Muchas ciencias como la cosmología, la ecología, la
física, la química y también movimientos como el ideal de la Ciencia
unificada del positivismo lógico, o el de la Gran historia o
el de la Transdisciplinaridad de los que antes hablamos,
participan en mayor o menos medida de esta supuesta forma de hacer ciencia. Es
el ideal del que considera el universo como un todo en el que todo está
relacionado con todo. El efecto mariposa es posible. Pero
¿cómo algo infinito puede ser un todo? ¿Y además interconectado? ¿Pero si es
infinito? Ya. Pues porque hay infinitas interconexiones e infinitas
posibilidades. Todo, según ellos, tiene que ver con todo.
Ahora bien si todo
está relacionado con todo, monismo holista, entonces el discurso
racional, científico o filosófico, no sería posible. Y ello por varias razones
como veremos. Si yo puedo combinar cualquier idea con cualquier idea, entonces
todas las combinaciones resultantes serían válidas. Hasta las más extravagantes
o incluso, por qué no, lo más contradictorio también habría de ser posible. Si
cualquier idea se puede combinar en “symploké” con cualquier idea, entonces
cualquier conocimiento resultante sería válido o inválido, todo es posible.
Si todo
estuviese relacionado con todo, entonces, por más sorprendente que pueda
parecer, no podríamos conocer nada. Si para conocer algo tengo que conocer sus
causas y para conocer éstas tengo que retrotraerme igualmente a sus causas y
así ad infinitum, entonces no podríamos llegar conocer nada. Esta
es, sin duda, la principal crítica que podemos hacer a esta atractiva pero
ilusoria idea unitarista o globalista del conocimiento. Ese ideal de
conocimiento complejo pero completo no ha sido posible desalojarlo ni alejarlo
de las ciencias ni de la filosofía. Renace de sus propias cenizas
constantemente y tanto más no sólo cuanto más nos movemos en ámbitos vulgares,
sino cuanto más nos adentramos en ámbitos científicos y académicos. Esta es una
de las filosofías espontáneas de los científicos más extendida y más aceptada
por todos ellos. No es algo nuevo, lo novedoso es que sorprenda la crítica. Los
científicos quedan sorprendidos por esta crítica y, a la vez, los filósofos
quedan sorprendidos de su sorpresa.
III.- Tercera
posibilidad. Ahora sólo nos queda aplicar con rigor el principio de discontinuidad o, como lo
llamaba Platón, de “symploké”. Según este principio la
realidad no sólo es plural, como también lo era por cierto para Demócrito, sino
que, además, algunas de estas entidades plurales se pueden combinar entre sí de
alguna forma y, a la vez, también hay otras entre ellas que no encajan con
otras. Y ello a pesar de que pueda partirse de una pluralidad infinita. Ocurría
lo mismo ya con los infinitos átomos de Demócrito. Sólo los átomos convexos
pueden encajar, si acaso, con los cóncavos, pero no los cóncavos con los
cóncavos, ni los convexos con los convexos. Y había infinitos átomos, pero no
todo encaja con todo.
Si todo estuviese
relacionado con todo, sería imposible establecer el más necesario principio de
las ciencias: el de causalidad. La causalidad científica supone desconexión,
cortar en un punto la serie infinita de las causas y no llegar al infinito, al
todo con el todo, porque entonces no podríamos conocer nada. Para decirlo de
otro modo quizá más aristotélico y también más actual, la realidad es
categorial. Existen cosas aisladas o desconectadas de otras y las categorías
son también eso, son géneros que se pueden predicar de otros géneros inferiores
pero no de otros colaterales por ejemplo.
Por tanto lo que
concluye Platón, y nosotros le seguimos, es que ni todo está desconectado de
todo, porque entonces no podríamos conocer nada, ni tampoco se puede dar el
caso de que nada se relacione con nada, porque entonces igualmente nada
podríamos conocer. Sólo entonces algunas cosas están relacionadas con algunas
cosas. Eso implica, como ya hemos dicho, que tienen que estar desconectadas de
otras.
Además no se pueden
hacer “symplokés” de ideas al azar o por capricho. Le ocurre al filósofo lo que
al albañil, pues éste tiene que llavear los ladrillos y no puede colocar cada
ladrillo según le venga en gana. La unión de las ideas, como la de los
ladrillos, ha de ser independiente de nuestra voluntad, no depende de nosotros.
Por eso las ideas filosóficas no son simples ideas psicológicas, mentales,
subjetivas (éstas pueden ser alucinatorias e incoherentes, éstas si pueden
hacerse según capricho), sino que son objetivas, tienen su propia lógica, se
nos imponen muy a pesar de nuestras preferencias.
Hagamos una
analogía. Si el material con el que trabaja la filosofía son las ideas y el
material del albañil son, entre otras cosas, los sillares o los ladrillos,
estos, como aquellas, también se entrelazan, pero no de cualquier manera si
queremos que el “edificio” no se caiga por falta de cohesión: estos siempre han
de llavearse uno sobre dos y dos sobre uno. Lo mismo le pasaría a
la filosofía, si no se buscan buenos entrelazamientos, buenas formas de llavear
las ideas, buenas “symplokés”, el edificio racional no se sostiene, se
agrieta y cae ante la crítica. Esta imagen simbólica del albañil que construye una
pared o una casa es muy adecuada porque la filosofía también es racionalmente
constructiva, su crítica de ideas no solo destruye. La filosofía no sólo es un
conocimiento negativo, también construye edificios racionales: sistemas
de pensamiento.
Esta tercera
posibilidad de combinatoria se parece mucho también al lenguaje de las letras.
Pues éstas no se pueden combinar tampoco todas con todas. Si eso fuese así no
se podría ni siquiera leer. Se necesitan vocales para unir consonantes. De
hecho leer viene del latín “legere” y este del griego “λέγω” (légo) que
significa reunir, juntar, ligar. De ahí, casi con toda seguridad, el nombre del
famoso juego infantil en el que unas piezas encajan con otras, pero no
cualquiera con cualquiera ni de cualquier manera, igual que las ideas filosóficas o los conceptos científicos.
Los conceptos se
desenvuelven dentro de las categorías de referencia, y fuera de ellas si no
pierden sentido si pierden, al menos, fundamento. La claridad y distinción de
los conceptos se da dentro de la categoría a la que pertenecen. No ocurre con
ellos lo que con las ideas, que son trascendentales. Podríamos decir que estas son
conceptos transcategoriales. En cambio, los conceptos lo son porque se
redefinen dentro de campos, categorías o disciplinas más o menos cerradas. Y,
además, estos conceptos guardan ciertas relaciones entre sí. Pero las
relaciones no implican continuidad entre unos y otros, sino que enseguida
observamos discontinuidades o incomunicabilidad entre los
géneros. Unas discontinuidades que van surgiendo según vamos haciendo
operaciones entre los términos y vamos descubriendo relaciones esenciales entre
las que vemos que a veces de unas no se siguen otras ni pueden seguirse. Surgen
así sistemas de conceptos diferentes y discontinuos. Y eso porque resulta
imposible deducir, inducir, fundamentar o simplemente pasar de unos sistemas de
conceptos a otros. Hay cierta incomunicabilidad entre los sistemas de conceptos
(incomunicabilidad entre los géneros). Por ejemplo, del sistema de
conceptos de la geometría no se puede pasar al sistema de conceptos de la
química o al sistema de los de la biología, lingüística o geología. De la
propia circunferencia, y por mucho que conozcamos las relaciones geométricas
esenciales entre los términos que la componen y a partir de los cuales la
definimos, por mucho que conozcamos el número π, diríamos, no podemos pasar a
decir nada de la tiza o la tinta con la que está dibujada tal circunferencia
con tal longitud y tal diámetro. En rigor, pues, no cabe una
interdisciplinaridad total de los conceptos, sino que estos están clasificados
en categorías. No todas ellas siempre científicas. Es decir, hay también
conceptos que se organizan en categorías no científicas, que se sistematizan,
más o menos, en disciplinas: míticas, técnicas, mágicas,
religiosas, etc. Y, además, como venimos diciendo, muchos de estos conceptos se
entrelazan en un segundo orden, de tal modo que a estos conceptos ya los
llamamos Ideas: Ideas filosóficas.
D.- Interdisciplinaridad
por exclusión categorial o complementariedad. Cabría la posibilidad,
lógica al menos, de hablar de interdisciplinaridad para referirnos a aquellos
campos que por estar situados entre las disciplinas, es decir, más allá de sus
contornos o fuera de sus dintornos, no han sido roturados por ninguna ciencia o
categoría. Estos campos interdisciplinarios contendrían en realidad todo
aquello que todavía desconocemos y en esa medida efectivamente podríamos decir
que eso sí está "entre" los saberes, entre las disciplinas ya
consolidadas, pero no es ninguna disciplina que, como tal, se pueda aprender o
enseñar (vid.- disciplina). Por lo tanto, en este caso, hablar
de interdisciplinaridad es hablar de aquello complementario a todo saber: lo
que ignoramos todavía y, por lo tanto, todavía no es una disciplina porque
queda en el entorno de cualquiera de ellas.
Lo interdisciplinar
en este caso anómalo incluiría a lo que Kant llamó lo nouménico,
lo ignoto, lo incompresible por absolutamente irracional o ilógico, lo alogon,
lo enigmático o misterioso. Haría referencia también a lo que Emil du
Bois-Reymond llamó el ignoramus et ignorabimus y que
comprendía cosas tales como:
1) La esencia de la
materia
2) El origen del
movimiento
3) El origen de la
vida
4) La teleología de
la naturaleza orgánica
5) El origen de la
sensación
6) El origen del
pensamiento racional
7) El problema de
la libertad.
La primera
dificultad de esta interdisciplinaridad por exclusión estriba en admitir si
existe realmente algún campo no hollado por el saber humano y si eso que
desconocemos puede situarse justamente fuera de toda disciplina y no dentro.
¿Qué interacción gnoseológica va a haber entre una categoría científica, que es
un conocimiento, y lo que está fuera de toda categoría, que si está fuera no es
porque sea un conocimiento erróneo, sino porque no es ni siquiera conocimiento
y que, por tanto, no puede ser llamado ni siquiera disciplina?
Nos parece evidente que la interdisciplinaridad no pueda referirse a lo que no
sabemos, a lo ignorado completamente, pues, por su propio nombre, parece que ha
de hacer referencia siempre a conocimientos que siendo inter-categoriales, no
puedan dejar de ser intracategoriales: bien por intersectación, involucración o
trascendentalidad. Y, además, parece que no caben más tipos de
interdisciplinaridad.
Así pues, estos
campos desconocidos, más que situarlos entre las categorías, habría que
situarlos dentro de alguna de ellas, en su propio dintorno. Esos enigmas, al
menos los que ha señalado Emil du Bois-Reymond, si nos fijamos bien, están
todos ellos dentro de alguna categoría ya institucionalizada: física, biología,
psicología, o bien pertenecen a algún saber interdisciplinar en cualquiera de
los tres sentidos antes indicados como puede ser la filosofía. Es más, si no
fuese así, ¿cómo podríamos hablar de lo absolutamente desconocido si es
absolutamente desconocido? Las ciencias han roturado ya todos los campos,
aunque eso no obsta para que se pueda decir que hayan agotado todo el campo del
saber. Hay cabeceras a las que no llega el arado para labrar y hacer el suco de
forma recta, hay terrenos en barbecho, hay lugares con demasiada pendiente o
por desbrozar del todo, hay todavía campos que no hemos logrado que sean
totalmente productivos. Dicho de una vez, esos campos de lo desconocido están
más que fuera, en los propios dintornos de las categorías.
E.- Interdisciplinaridad
por anegación o el ideal del polímata panóptico. Cabe una última
posibilidad, porque según hemos dispuesto los saberes habrá quien piense (sobre
todo el idealista polímata y panóptico del saber, el que
hemos clasificado como partidario de la segunda posibilidad de la symploké de
que todo está relacionado con todo) no que la
interdisciplinaridad no exista, sino que puede llevarse al límite y hacerla
extensiva a todos los campos y considerar que todos los saberes, científicos o
no, son en realidad interdisciplinarios. ¿Acaso no son saberes
interdisciplinarios, diría este polímata idealista,
la geografía (física, económica, política, etc.), el estudio de un idioma, la
religión, la educación física, pero también la medicina o la
psicología? ¿Existe algún saber que no tenga algún reducto, alguna
sección, algún aspecto que no sea interdisciplinar? ¿Acaso la geología, por
poner otro ejemplo, no está íntimamente ligada a la geografía, a la biología, a
la meteorología a la astronomía o a la química? Y la química, ¿no está "interconectada",
a su vez, con las matemáticas? Y aun más: ¿acaso las matemáticas, como sabemos,
no están "interconectadas" con la mayoría de las ciencias? Con
unas más que con otras, cierto, con la física, por ejemplo, más que con la
botánica. Pero, entonces, ¿qué quiere decir todo eso de que las ciencias están
todas "interconectadas"? ¿No es necesario que lo estén? ¿No es
conveniente? ¿Acaso la física se podría haber convertido en ciencia en el sentido
moderno del término, a partir del siglo XVII sobre todo, sin el concurso de la
matemática? Parece que no.
Es evidente que con
el término "interconexión", que lo estamos usando aquí
intencionalmente en el sentido más neutro posible, nos referimos por igual a
todos los ámbitos interdisciplinares que hemos nombrado. Es cierto, pero lo que
también es cierto es que este problema no puede resolverse desde esa supuesta
neutralidad de la interconexión, dando por supuesto que toda interconexión es
igual de factible que cualquier otra y que por esa razón hay que potenciar la
interconexión: eso es lo que piensa con toda seguridad el polímata
panóptico idealista que considera que todo está interconectado con
todo. Que el universo es un todo.
En realidad la
interdisciplinaridad no es un problema científico, ni un problema de
neutralidad entre las ciencias, es un problema filosófico gnoseológico
fundamental que no se puede dejar al albur de la filosofía espontánea de los
científicos. Porque estos, hoy más que nunca, o son reduccionistas
fisicalistas (todo es química, todo es física) o son polímatas
panópticos como los denominábamos antes o, peor aún, son unificacionistas que buscan
una ciencia unificada y no exactamente en el sentido de Otto
Neurath que era algo parecido a un enciclopedista de la ciencia.
En cualquier caso,
todo esto nos parece de suma importancia, porque desde esta postura extrema y
relativista, neutralista panóptica se trata de hacer desaparecer el "inter-"
por anegación, por unificación de todas las disciplinas en una. Todo saber
sería "inter-” de tal modo que el “inter-” se ha de convertir
en “intra-”, es decir, todo estaría dentro del mismo saber, del único
saber, del saber científico: ciencia unificada. La moda pedagógica tan
extendida en la actualidad de enseñar por medio de proyectos, de
querer incluso suprimir las asignaturas, no está alejada de esta idea
seguramente.
Ahora bien,
todo eso va claramente contra el Principio de discontinuidad o de Symploké y de la
propia disposición de la realidad en categorías. Ya desde Aristóteles está muy
claro que las ciencias ni pueden reducirse a una, ni pueden unificarse en una.
Hacer cualquiera de esas dos cosas supondría romper el principio de
discontinuidad aludido y aceptar que todo estaría relacionado de alguna o de
cualquier manera con todo, todo estaría inter-conectado con todo.
¿Hasta qué punto el
movimiento conocido como Gran historia acepta o rompe este
principio de symploké? No vamos a hacer aquí un estudio en profundidad sobre
este asunto (vid. Gran historia) pero es
sospechoso que a muchos de sus representantes, de manera consciente o
inconsciente, se les está oyendo hablar constantemente de la interconexión de
todo con todo. Tanto en sentido ontológico como gnoseológico. Y eso, si no se
entiende bien, puede ser distorsionador para las ciencias e incluso para su
enseñanza, porque da una idea de ciencia muy distinta. Porque si todo está
interconectado con todo, parece evidente que lo que habría que potenciar
lógicamente es la interdisciplinaridad. De modo que las disciplinas quedan
ahora desdibujadas en incluso en esa situación desaparecerían prácticamente.
Además,
curiosamente, los ámbitos interdisciplinares, aunque se tengan por más fructíferos se
tienen también por más problemáticos. Y a la inversa, los ámbitos
más problemáticos, si lo son, es porque son interdisciplinares,
dicen. Se suele añadir a esto que los problemas, cualesquiera que ellos sean,
requieren la presencia simultánea de diversos especialistas en disciplinas a
veces dispares (interdisciplinaridad intersectiva e involucrativa sobre
todo) porque sólo así podrían solucionarse o solucionarse mejor. Ahora bien, si
para solucionar un problema se requiere la presencia de disciplinas diferentes
o incluso dispares, ¿de qué manera o desde qué disciplina se
plantean esos problemas interdisciplinares? ¿Desde todas a la vez? ¿La
solución entonces está en el todo o desde el todo? Ya no sabemos cómo llamar a
esto: ¿polimatía galimática? No parece desacertado, pero ésta es, desde
luego, una cuestión clave que suele pasar desapercibida. Porque ya hemos dicho
en otra entrada que no hay problemas, y sobre todo problemas científicos,
si no hay teoremas o teorías que den sentido al
planteamiento de esos problemas. De otra manera, no hay problemas
absolutos. Eso quiere decir algo muy sencillo, que todos son relativos
a una disciplina, a los principios, axiomas o teoremas de la disciplina
correspondiente. Fuera de toda disciplina no hay problemas.
Eso es evidente. Y ello por varias razones. En primer lugar porque de aquello
que no se sabe nada, nada se puede preguntar. Es decir, nada se puede
problematizar. De lo que ignoramos completamente no nos podemos plantear
problemas ni tampoco podríamos buscar soluciones: donde no hay problema
no hay solución. Como diría Platón, de lo que ignoramos ¿cómo vamos a
buscar nada si no sabemos qué buscar? (vid.- Menón, 80e). Pero
de lo que conocemos relativa o parcialmente, las soluciones que buscamos han de
ser siempre relativas a eso poco que conocemos. Dicho de otra manera, la
pregunta nunca se va a plantear desde la ignorancia absoluta sino desde lo que
conocemos, al menos desde lo que conocemos parcialmente, es decir, desde esa
parcela que conocemos, no desde el todo. Y las soluciones lo mismo, sin
perjuicio claro está de que un mismo problema se pueda ver desde categorías
distintas y, por lo tanto, presente soluciones distintas desde coordenadas o
teorías distintas, pero éstas coordenadas, presupuestos o teorías siempre
serían previas por muy parciales que ellas sean.
Un ejemplo viejo y
aparentemente tonto. Planteémonos una vez más el capcioso problema de ¿cuál fue
primero el huevo o la gallina? Al igual que los demás problemas, éste, por muy
capcioso que sea, no se puede plantear, ni tampoco solucionar, desde la nada,
ni desde el todo polimático, sino que cualquiera de las contestaciones que
busquemos al efecto ha de pensarse desde unas coordenadas determinadas de
antemano. No, podríamos decir, es que queremos ser neutrales, queremos dar una
contestación o una solución definitiva, completa que sea válida para o desde
todas las perspectivas. Queremos dar una solución interdisciplinar, panóptica
dirían algunos. Pues no, eso no es posible si no vas recorriendo todas y cada
una de las disciplinas que hablen de huevos o gallinas. Porque de igual manera
que los planteamientos (problemas) no se pueden hacer desde la nada, desde la
ignorancia o desde ninguna teoría, por muy mítica o ridícula que esta sea,
tampoco se pueden aportar soluciones desde la misma nada o desde el todo, sino
que siempre las soluciones vienen dadas desde una “plataforma” de conocimiento,
desde una categoría.
En este problema
concreto o se resuelve desde la biología, es decir, desde la teoría (teorema)
de la evolución, y entonces hay que contestar que anterior a la gallina es el
huevo, pero el huevo de los reptiles o incluso de los peces, y entonces el
problema en realidad más que resolverse se disuelve porque se rompe el propio
planteamiento predarvinista desde donde se planteaba, o se resuelve desde las
coordenadas (teoría mítica en este caso) del creacionismo desde donde en
realidad está planteado el problema.
Desde el “teorema”
creacionista el problema tiene otra solución: parece evidente que la gallina
fue la primera en ser creada, sólo después pondría el huevo. Dios crea las aves
y los animales acuáticos el quinto día y después de crearlos: “…vio
Dios que estaba bien; y bendíjolos Dios diciendo: ‘sed fecundos y multiplicaos,
y henchid las aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra’.” (Gen.
21-22). Parece que el huevo es siempre posterior ("sed fecundos").
Incluso el de los peces, que curiosamente son creados el mismo día que las
aves, sin perjuicio de que reserve el sexto día para los animales terrestres
incluido el hombre. Las aves no son animales terrestres.
Cabe otra
interpretación predarvinista creacionista, a saber, si queriendo ser precisos
con el relato bíblico, algo no siempre indicado, interpretamos que aunque aves
y peces fueron creados el mismo día, sin embargo, los peces fueron creados
antes que las aves, pues primero menciona a aquellos y después a éstas. En ese
caso lo primero sería el huevo, pero el huevo de los peces respecto al huevo de
la gallina. Y aquí el problema se disuelve de nuevo y pide ser replanteado,
porque entonces ¿de qué huevos estamos hablando? De los huevos en general o de
los huevos de gallina en particular. Si de estos últimos, el problema sólo
tiene sentido y solución desde el “teorema” creacionista: evidentemente primero
fue la gallina y sólo después ésta fue fecunda, puso huevos y se multiplicó. Si
de lo huevos en general, entonces primero fueron los huevos, pero los de los
peces, no los de los reptiles curiosamente, pues estos fueron creados el último
día, el mismo día en que creó al hombre, porque los reptiles, a diferencia de
las aves, sí son animales terrestres.
En conclusión, la
solución en ningún momento vendría dada porque desde el creacionismo buscásemos
una respuesta interdisciplinar en cuanto coincidente con la respuesta
darvinista. En efecto, podríamos decir que ambas respuestas coinciden y
convienen en lo mismo: para el creacionismo el huevo fue antes porque
Dios creó antes a los peces. Lo mismo para el darvinismo, el huevo
fue antes porque las aves, incluidas las gallinas, evolucionaron de los
dinosaurios, que ya ponían huevos y estos de los peces también. ¿Dónde estaba
el problema ya? La interdisciplinaridad, en este caso más bien
transdisciplinaridad, parece dar buenos resultados incluso en los problemas más
difíciles. Pero no, esta coincidencia es una mera impostura. No existe tal
coincidencia porque en realidad no son las repuestas las que se podrían hacer
coincidir, forzando por cierto la interpretación de las Escrituras,
sino que son las propias preguntas las que parten de presupuestos distintos no
interdisciplinarios y sus respectivos puntos de partida echan por tierra toda
posibilidad de interdisciplinaridad. Platearse el problema desde una ciencia
como la biología evolucionista, no hay otra, anula por completo el otro
planteamiento y no cabe conciliación interdisciplinar posible.
Pongamos otro
ejemplo menos capcioso y menos tendencioso. ¿Qué problemas iban a plantearse la
tribu de los tsembaga maring de Papúa Nueva Guinea con
respecto a los microorganismos causantes de la malaria si no los conocían? Su
búsqueda, sus preguntas, sus problemas no podrían partir por tanto de la
microbiológica. Sus soluciones tampoco. Pero con todo, es evidente que sí se
plantearon el problema de la enfermedad, porque algunos morían de ella.
Entonces, si se lo plantearon es porque tenían algún tipo de saber explicativo
del asunto aunque no fuese científico. Partían de un saber mítico sin
duda, pero con una funcionalidad práctica nada desdeñable. Porque los tsembaga mantenían
que en las tierras bajas habitaban unos espíritus que si
bajabas a ellas eran los que te hacían enfermar. Y funcionaba sin necesidad de
saber que sólo en las tierras bajas, pantanosas por tanto, podía poner sus
huevos el mosquito anófeles. Ese era su “esquema operatorio”, tan
simple como eficaz. Todavía no había podido surgir evidentemente ningún teorema
científico, ninguna identidad sintética, pero era al fin y al cabo
un esquema operatorio y operativo porque funcionaba como contexto generador de
las únicas explicaciones y soluciones posibles. Y por muy mítico que fuese
funcionaba desde un punto de vista práctico. Ellos habían dado con la solución
práctica, que además confirmaba de alguna manera su esquema operatorio, su
teoría mítica espiritualista. Los que no bajaban a las tierras bajas no
enfermaban. En realidad la solución se asentaba en una mera correlación
causal: tierras bajas-malaria y no en una relación de causalidad
esencial (etiológica), científica diríamos hoy. El problema de la
malaria se resolvía para ellos desde ese “esquema de identidad” o
"teorema" mítico. Ese era su contexto explicativo. Quizá
a partir de esos mismos presupuestos se podrían plantear otros problemas tales
como: ¿y por qué los espíritus no habitaban también las tierras altas?
Suponemos podrían encontrar también alguna explicación para ese problema a
partir del mismo esquema operatorio.
Así pues su
solución vendría siempre dada en razón de su esquema operatorio mítico.
Pero este esquema se rompe cuando llegan los primeros occidentales con
otros esquemas operatorios más potentes desde el punto de
vista explicativo y práctico a la vez. Esquemas operatorios que tampoco
tendrían por qué ser completamente científicos, pero sin duda eran más
potentes. No eran del todo acertados científicamente porque en un principio se
suponía que era el mosquito anófeles el causante de la enfermedad, cuando en
realidad él es sólo el portador. Es más tarde cuando se descubre realmente la
etiología de la malaria.
Sólo cuando se
rompe un esquema operatorio por ineficacia o porque surge otro más potente se
pasa a éste segundo. Por eso las preguntas o los problemas que plateaban los
tsembaga dejan de ser sobre los espíritus que la causan y pasan a ser sobre el
mosquito anófeles y después habrían de pasar a ser sobre los esporozoítos y
merozoítos albergados en el hígado del paciente, o sobre la genética de éstos,
etc. etc.
10.- LA INTERDISCIPLINARIDAD NO SE
PUEDE IDENTIFICAR CON UNA GNOSEOLOGÍA SIN FRONTERAS
De todo esto se
deduce una cosa muy simple, no se puede dar una solución, por muy ridícula o
mítica que esta sea, desde un planteamiento totalitarista, panóptico o
polimático. Y mucho menos si quiere ser científica. Incluso las malas
preguntas o los problemas capciosos como el del huevo y la gallina deben
afrontarse necesariamente desde alguna categoría. Por tanto no cabe aquí una
solución interdisciplinar. Sería ridícula a la par que imposible por
contradictoria.
No es algo nuevo
esto que defendemos. Estamos acostumbrados a considerar que los problemas se
plantean sólo desde o dentro de cada disciplina. Desde la enseñanza primaria
nos ponen ejercicios o problemas de aritmética, de geometría, de física, de
química, etc. Incluso existen problemas propios de esas disciplinas que son
históricos, que no han podido resolverse en siglos. Baste recordar los tres
grandes problemas de la geometría griega: la cuadratura del círculo, la
trisección del ángulo y la duplicación del cubo. Ahora bien, a pesar de lo
dicho parece evidente que existen problemas que para ser solucionados requieren
el concurso de varias disciplinas a la vez, es decir, parece claro que existen
problemas interdisciplinarios. Es el caso sobre todo, según parece, de los
problemas de carácter tecnológico, que sólo se pueden solucionar a partir de la
utilización de diversas disciplinas. Ahora bien, si como hemos dicho, no hay
problemas sin teoremas correspondientes, si hay problemas cuya solución es
necesariamente interdisciplinaria, ¿tendríamos que admitir que también hay
teoremas, leyes o principios interdisciplinarios? ¿Acaso no podríamos
considerar que los principios lógicos, más aún incluso que los axiomas o
teoremas matemáticos, tales como el principio de identidad, de no contradicción
o el del tertio excluso (por cierto B. Nicolescu aboga por la
implantación en su transdisciplinaridad del principio del tercero
incluido) o incluso el principio de razón suficiente, son leyes
generales de todas las demás disciplinas? Porque de hecho parecen tan generales
que abarcarían a todas las categorías, que no habría categoría que no
participase de ellos. Es más, que no podría haber disciplina alguna si estos no
se hubiesen consolidado históricamente y hubiesen sido admitidos por todas
ellas. ¿Qué más interdisciplinaridad que ésta? Interdisciplinaridad completa,
total y plena. Sí, es posible, pero no es más que una interdisciplinaridad por
involucración, como hemos visto. Los principios lógicos no se diluyen en
aquellas ciencias en las que son involucrados, siguen perteneciendo a la
ciencia de la lógica. Ni estas ciencias establecen sus teoremas infiriéndolos
de esos principios. No podemos decir tampoco que pertenezcan a una ciencia
interdisciplinar diferente lograda por otro cierre categorial, sino por mera
involucración o en todo caso por trascendentalidad de algunas ideas
filosóficas. El principio de no contradicción o de identidad no se pueden
deducir de ningún principio químico ni a la inversa.
Aun así es cierto
que existen problemas que requieren la presencia de diversas disciplinas. No se
logra hacer volar un avión o hacer navegar un trasatlántico sin el concurso de
muchas disciplinas, es evidente. No se puede realizar un trasplante de hígado
sin el concurso de ciencias tales como: anatomía, fisiología, genética,
hematología, citología, anestesiología… a las que habría que añadir técnicas
como la del cosido, la inyección intramuscular, la colocación de una vía, etc. Pero
eso en realidad no es porque sea un problema interdisciplinar, sino
porque es un multiproblema. Y el tecnólogo, en este caso el médico, es el que
tiene que coordinar las distintas soluciones que aporta cada disciplina siempre
desde los principios propios de cada disciplina para que no haya incoherencias,
contradicciones o anulaciones.
Sin romper los
principios, leyes o teoremas respectivos, no se destruyen las viejas ciencias,
y sin crear otros nuevos, no se crean nuevas ciencias. El único caso histórico
en el que nuestro planteamiento requeriría una investigación mayor es el
descubrimiento de las ecuaciones del electromagnetismo por parte Maxwell.
Por lo que llevamos
dicho seguramente deberíamos deducir que en los ámbitos interdisciplinarios hay
más problemas. Sin duda, sobre todo de carácter filosófico. Pero, es evidente
que no son interdisciplinarios porque sean más problemáticos, sino que son más
problemáticos precisamente porque son interdisciplinarios y en muchos casos,
justamente por eso, más oscuros, pero sobre todo más confusos. Por eso la
mayor parte de las veces los problemas se plantearán en forma de
incongruencias, incompatibilidades o contradicciones entre las soluciones dadas
siempre desde las distintas disciplinas implicadas: le arco iris es el símbolo
de la alianza de Dios tras el Diluvio con su pueblo (Génesis 9,
13-15) o el resultado de la reflexión de la superficie de las nubes
(Aristóteles, Meteorológicos, III, 4) o el efecto de la refracción
y reflexión de la luz en las gotas de agua de lluvia. No se pueden sostener
todas las soluciones a la vez. Unas soluciones destruyen a las otras, son entre
sí necesariamente incongruentes. No podría ser de otra forma porque parten de
principios, axiomas o teorías incongruentes porque ni siquiera son todas
teorías científicas. Pero aunque lo fuesen también pueden plantearse
incongruencias en las ciencias (onda-partícula) o entre las ciencias
(fisiología-psicología). Ni existe ni tiene por qué existir confluencia ni
armonía entre las soluciones de las distintas disciplinas implicadas, que son
gnoseológicamente inconmensurables. Razón por la cual es en estos terrenos de
la interdisciplinaridad donde surgen, quizá más que en otros sitios, las ideas
filosóficas.
En conclusión, la
interdisciplinaridad es un concepto oscuro y confuso pero con apariencia de lo
contrario. Hemos considerado que sólo se muestra algo más claro y operativo
cuando se usa en un sentido práctico-tecnológico, o bien en
el sentido que hemos llamado aquí de intersectación, involucración
o trascendentalidad. Por eso, si no se tienen en cuenta las
distinciones que hemos hecho, si no se parte de una gnoseología potente y bien
estructurada, uno termina por hacer un uso incompetente o ingenuo de las
ciencias y por lo tanto de sus interrelaciones. Es en muchos casos lo que
queremos evitar que se haga desde la Gran historia.
No cabe, pues,
interdisciplinaridad sin filosofía, como tampoco cabe filosofía sin el concurso
de las categorías científicas o de otras disciplinas no científicas. Ya lo
decía Pitágoras, el primero en ser llamado “philósophos”, que él iba a
los Juegos no sólo a ver a los púgiles y a los atletas, sino a mirar para los
que miraban a estos. Lo mismo hemos de hacer desde la filosofía. Pues ésta es
un saber de segundo grado, es decir, que no sólo examina la
realidad que nos rodea, sino que también mira para ver cómo examinan los demás
(las ciencias y otras disciplinas) la realidad. Por eso, todo proyecto
interdisciplinario tendría que contar con un filósofo experto en epistemología o gnoseología que
esté al día del estado y clasificación de los saberes del momento. Pues estos
no son estáticos ni definitivos ninguno. De hecho podría decirse que la
interdisciplinaridad es la propia filosofía ejercitada más que representada teóricamente,
pues no hay nada más interdisciplinario que las ideas filosóficas, con todo lo
que ello supone, a saber: su trascendentalidad categorial, y,
sobre todo, el principio antes analizado, pero muchas veces olvidado, que ya
viene funcionando desde Platón y que la filosofía espontánea de los
científicos suele desconocer o hacer caso omiso de él: el principio
de discontinuidad o principio de symploké. Un principio fundamental a
tener en cuenta tanto para hacer filosofía, como para hacer ciencia, como para
hacer Gran historia.
Este principio de
symploké, diríamos desde la más trivial de las simplicidades, tiene dos
“corrimientos”, ambos perniciosos, uno, diríamos, por defecto de relaciones y
otro por exceso. Uno hacia la nada, según el cual nada se
relaciona con nada, y otro hacia el todo, todo
se relaciona con todo. El primero de esos corrimientos no suele dar
demasiados problemas, ¿cómo iba a darlos si desemboca en el nihilismo? Y de la nada, nada puede decirse.
La nada, como decía Heidegger, “nadea”. Pero en las ciencias actuales el
segundo corrimiento, en este caso por exceso de relaciones, se presenta como
algo no sólo factible sino, parece incluso que deseable y defendido por la
mayor parte de los científicos. Sobre todo físicos, cosmólogos y químicos. Sin
embargo, ya Platón descartó esta posibilidad, porque si todo se relaciona con
todo (perspectiva ontológica) o si toda idea se relaciona con toda idea
(perspectiva epistemológica), entonces todo sería posible y todo sería
pensable. Y si todo es posible, podría hacerse todo y todo podría suceder,
cualquier cosa, hasta la más increíble. Y si todo fuese pensable, ya no habría
ni contradicciones, ni verdades: todo “tendría sentido”, cualquier cosas sería
“verdadera”, pero también, y a la vez, cualquier cosa sería “falsa”. Cualquier
cosa, en definitiva, sería cualquier cosa. Pero eso no es así, la
realidad, y por tanto también su conocimiento, presenta discontinuidades y
ni la propia realidad ni su conocimiento se pueden presentar como si fuesen
continuos. Desde el materialismo filosófico habría que
afirmar de manera rotunda la discontinuidad ontológica y gnoseológica y esta
discontinuidad es insalvable. Parecida a aquella que mantenía Demócrito entre
los átomos. Entre un átomo y otro hay siempre una solución de continuidad,
porque de no ser así se soldarían, se unirían los dos átomos en uno sólo, y eso
es materialmente imposible y, además, gnoseológicamente decepcionante porque
desembocaría en el monismo.
Los
interdisciplinaristas, cuando se convierten en beligerantes activistas de su
distintivo, tienden hacia al monismo holista y, en ese
sentido, serían comparables a algo así como los “gnoseólogos sin fronteras”,
porque no harían más que buscar relaciones, todas las relaciones posibles.
Consideran que es en ellas en donde se encuentra una supuesta armonía universal
a la vez que la fuente de todo conocimiento también universal. El trilema de
la Revolución francesa sería aplicable aquí a la república
de las ciencias: las categorías científicas en su libre desenvolvimiento
conducirían a una fraternidad universal, armonía y paz entre
las ciencias, porque en realidad todas son iguales porque
todas son la misma. Cfr.- Principio de symploké. Pero las
relaciones interdisciplinares ni pueden ser libres, ni fraternas ni
igualitarias. La interdisciplinaridad, entonces, se nos muestra como aquel
hacer de las ciencias y de la filosofía que se encargaría de establecer cómo
sería posible que sólo algunas cosas se relacionen con algunas cosas, pero no
con cualquiera ni de cualquier manera. No toda interdisciplinaridad es posible,
quizá la botánica tenga que ver con la geometría o la genética, sin duda,
incluso forzando la situación con la psicología (aunque sólo sea para negar la
eficacia del tratamiento del Dr. Bach con flores) pero no parece que tenga
ninguna relación científica con la sociología, la política, el derecho o la
contabilidad. La verdadera interdisciplinaridad es solidaria de la verdadera
filosofía y ello sin perjuicio de que la interdisciplinaridad pueda ser falsa,
lo mismo que la filosofía a veces también yerra.
Vid.- Disciplina, Ciencia, Polimatía, Panopsis, Todo y partes, Symploké
Para citar este artículo:
CENTENO,S.; “Interdisciplinaridad”; en: Diccionario
filosófico de Centeno; Oviedo-España; 29/10/2019; https://sites.google.com/site/diccionariodecenteno/i/interdisciplinaridad; recuperado el:…
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